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30 de septiembre de 2008

LENGUAJE Y SEXISMO

SOBRE EL GÉNERO EN SUSTATIVOS REFERIDOS A PERSONAS

¿Te animas a hacer un ejercicio práctico sobre el género?
En cada una de las siguientes parejas de frases, falta un término. Completa las frases, escribiendo la forma de femenino o masculino que consideres más oportuna en cada caso.
Ejemplo:
Mi abuela era farmacéutica.
Mi abuelo era farmacéutico.
En otros casos hay simplemente que responder preguntas.
Tras el cuestionario planteo, más que respuestas, algunas reflexiones o posibles soluciones.


1. Mi amiga Laura es _______
Mi amigo Pedro es maestro

2. Mi amiga Juana es ­­­­­__________
Mi amigo Alberto es bibliotecario.

3. Mi tía trabaja como ­­­­­_______ en un ambulatorio, es ­­­­_______ de familia.
Mi tío trabaja como doctor en un ambulatorio, es médico de familia.

4. Mi vecina es _______
Mi vecino es cocinero.

5. El hijo de mi vecino es músico.
La hija de mi vecina es _______

6. Acaba de salir por la tele la _______ de Economía.
Acaba de salir por la tele el ministro de Economía.

7. ¿Tu prima es _______?
¿Tu primo es abogado?

8. ¿Es verdad eso de que tu prima es _______?
¿Es verdad eso de que tu primo es brujo?

9. Mi amiga Laura es _______
Mi amigo Pedro es taxista.

10. Mi madre fue una gran _______
Mi padre fue un gran artista

11. Mi prima es modista.
Mi primo es _______

12. Mi abuela fue _______
Mi abuelo fue poeta.

13. El protagonista de esta novela es un vampiro.
La protagonista de esta novela es una ­­________.

14. Mi novia es azafata.
Mi novio es _______

15. Mi vecina es prostituta.
Mi vecino es _______

16. ¿Cuál es el masculino de meretriz, hetaira, ramera, puta?
¿Qué diferencia hay entre puta y puto?

17. ¿Tienen masculino los términos matrona, partera, comadrona?

18. Mi abuelo Federico fue soldado desde los 14 años. No obstante, mi abuelo se salió del Ejército y se hizo miembro de una organización pacifista. Había sido testigo de demasiados horrores, y eso le llevó a realizar aquel cambio.
Mi abuela Francisca no pudo ser ­­­­_______ porque las mujeres no podían entrar en el Ejército. Mi abuela fue _______ asimismo de aquella organización. Creo que también se hizo _______ de Jehová.

19. Juan es gerente de su empresa
Juana es _______ de su empresa.

20. Mi tío abuelo fue monje de clausura.
Mi tía abuela fue _______ de clausura.

21. Mi jefe se llama Pedro.
Mi _______ se llama Patricia.

22. El dependiente de esa tienda es ruso.
La _______ de esa tienda es rusa.

23. La _______ de Gobierno ha salido por la tele.
El presidente de Gobierno ha salido por la tele.

24. Al hijo de un rey, pero que no heredará su cargo, se le llama infante.
A la hija de un rey, pero que no heredará su cargo, se le llama _______.

25. ¿Qué diferencia hay entre asistente y asistenta?

26. ¿Cómo tituló Leopoldo Alas, Clarín, su novela más famosa?

27. Mi primo es escritor.
Mi prima es _______.

28. Mi madre es _______ del ayuntamiento de su pueblo.
Mi padre es concejal del ayuntamiento de su pueblo.

29. El protagonista de esa película es un colegial.
La protagonista de esa película es una _______.

30. Mi vecino es juez. Y antes fue profesor de Derecho.
Mi vecina es _______. Y antes fue _______ de Derecho.

31. Mi abuelo estuvo de huésped en una pensión muchos años.
Mi abuela estuvo de _______ en una pensión muchos años.

32. Mi tía Encarna fue _______ de esa parroquia.
Mi tío Paco fue feligrés de esa parroquia.

33. ¿Cuál de estas dos oraciones te parece más correcta y por qué?
-Se necesita oficiala de peluquería.
-La coronela pasó revista a las tropas.

SOBRE EL MASCULINO GENÉRICO
34. ¿Cuál es el masculino de hembra?
¿Cuál es el masculino de mujer?
¿Cuál es el femenino de varón?

En los tres siguientes casos, hay dos partes, A y B. Primero encontrarás sólo la parte A, donde aparecen determinados términos en cursiva. La pregunta es la misma para los tres casos: ¿esos términos se refieren sólo a los varones, o son un genérico, es decir, se refieren a varones + mujeres, masculino + femenino?
Una vez hayas respondido a la pregunta, lee la parte B de cada número, y piensa si tu respuesta sería la misma que antes.

35. (A) “Antiguamente los hombres eran muy desdichados, pues perdían sus posesiones, aun las más insignificantes y pequeñas, cada vez que se trasladaban de lugar.”

36. (A) “Dicen los viejos que en este país hubo una guerra
y hay dos Españas que guardan aún,
el rencor de viejas deudas.
Dicen los viejos que este país necesita
palo largo y mano dura
para evitar lo peor.
Pero yo sólo he visto gente
que sufre y calla
dolor y miedo…

37. (A) Hay gente que piensa que los pueblos indígenas no han llegado tan lejos como nosotros.

La pregunta era: ¿los términos en cursiva se refieren sólo a los varones, o son un genérico, es decir, se refieren a varones + mujeres, masculino + femenino?

35. (A) “Antiguamente los hombres eran muy desdichados, pues perdían sus posesiones, aun las más insignificantes y pequeñas, cada vez que se trasladaban de lugar.
(B) “Llevaban sólo su mujer y sus hijos y sus parientes, al menos los que estaban en condiciones de caminar: los muy viejos quedaban atrás.”
Angélica Gorodischer, Bajo las jubeas en flor.

36. (A) “Dicen los viejos que en este país hubo una guerra
y hay dos Españas que guardan aún,
el rencor de viejas deudas.
Dicen los viejos que este país necesita
palo largo y mano dura
para evitar lo peor.
Pero yo sólo he visto gente
que sufre y calla
dolor y miedo.
(B) Gente que sólo desea su pan,
su hembra y la fiesta en paz”
Canción Libertad sin ira.

37. (A) Hay gente que piensa que los pueblos indígenas no han llegado tan lejos como nosotros.
(B) Efectivamente, no han violado a tu mujer o a tu hermana, matado a tus hijos, o construido su casa donde antes estaba la tuya.
Anuncio publicitario.

¿Cuál de las siguientes frases te gusta más o te parece más adecuada, y por qué?
38. Día internacional de los celíacos.
Día internacional de las personas celíacas

39. Derechos de autor.
Derechos de autoría

40. Los madrileños solemos quejarnos del clima de nuestra ciudad.
Los madrileños y las madrileñas solemos quejarnos del clima de nuestra ciudad
L@s madrileñ@s solemos quejarnos del clima de nuestra ciudad

41. Escuela superior de ingenieros
Escuela superior de ingeniería

42. Actividades para los alumnos.
Actividades para los alumnos y las alumnas
Actividades para el alumnado.

43. Señoras y señores, empieza nuestro show
Señores, empieza nuestro show.

AHORA PUEDES IR A: MÁS QUE RESPUESTAS, REFLEXIONES

LENGUAJE Y SEXISMO

MÁS QUE RESPUESTAS, REFLEXIONES
Planteamientos básicos

Como feminista y filóloga considero que es muy importante reflexionar sobre el lenguaje en mi trabajo activista.

La lengua que hablamos, nuestra lengua materna, no es neutra: está influida por nuestro entorno personal, histórico, cultural y social, e influye a su vez sobre estos.

Analizo y cuestiono el lenguaje que hemos recibido porque ha sido un espejo de las estructuras patriarcales que, durante siglos, a las mujeres no nos han incluido, no nos han nombrado, o lo han hecho según sus intereses e intencionalidades.

Como feminista quiero un lenguaje no sexista♀noviolento♀incluyente♀plural♀creativo;
no pretendo lo políticamente correcto, sino un lenguaje innovador que no repita los prejuicios de siempre.

Creo que la Academia y los sectores sociales más conservadores y machistas siguen mostrando una virulencia y un menosprecio incomprensibles hacia las creaciones, análisis y planteamientos del feminismo. Su argumento mayor es la ridiculización y el insulto.

¿Quién hace las lenguas, l@s hablantes o la Academia y las gramáticas? ¿Quién inventa nuevas palabras? Cualquier hablante, tod@s l@s hablantes lo hacemos. Todas las lenguas cambian, evolucionan, se transforman debido a muchas razones, entre ellas, las nuevas realidades históricas y sociales. Cuando las mujeres empezamos a acceder a espacios antes prohibidos o restringidos a los varones ¿cómo no va a cambiar el lenguaje también, pese a resistencias iniciales o permanentes? ¿Por qué oponerse a las innovaciones lingüísticas, tipográficas, etc., para lograr un lenguaje inclusivo, si la innovación y experimentación han sido siempre acciones muy valoradas por la literatura y el arte?

Pretendo demostrar que, cuando determinadas profesiones, oficios, cargos, títulos, actividades, han sido ocupadas o desarrolladas tradicionalmente por mujeres, nunca ha habido problema para feminizar las palabras que las designan. Tampoco ha habido ninguna dificultad para que los oficios históricamente femeninos pasen a nombrarse en masculino cuando los varones los ocupan.

El problema y la resistencia surgen cuando se trata de nombrar en femenino profesiones, oficios, cargos, títulos y actividades ocupadas o desarrolladas tradicionalmente por varones, pues el género masculino parece conllevar más prestigio social.

Respecto del masculino genérico (el masculino usado, en plural o singular, para referirse a los dos géneros, varones + mujeres, masculino + femenino) pretendo demostrar que muchas veces realmente ha servido sólo para nombrar a los varones, sin incluir a las mujeres, y que las alternativas a esto, propuestas por el feminismo, son variadas y perfectamente viables.

No quiero forzar ni imponer a nadie mis criterios, sólo plantear un debate lo más racional y sereno posible, partiendo de ejemplos concretos, que creo pueden convencer más que muchos argumentos.

Eso sí, seguiré exigiendo a la Administración que promueva y sea la primera en usar un lenguaje no sexista, inclusivo para las mujeres.
.
A nivel personal y cuando el debate se hace imposible porque las posturas se vuelven intransigentes, mi decisión es persistir en nombrar en femenino y en usar un lenguaje inclusivo. Creo que el tiempo, la constancia y la tenacidad pacífica nos darán la razón a quienes compartimos esa decisión.

LENGUAJE Y SEXISMO

MÁS QUE RESPUESTAS, REFLEXIONES: VOLVIENDO AL EJERCICIO PRÁCTICO

EJEMPLOS 1 AL 8:
1. Mi amiga Laura es _______
Mi amigo Pedro es maestro
2. Mi amiga Juana es __________
Mi amigo Alberto es bibliotecario.
3. Mi tía trabaja como ______ en un ambulatorio, es _______ de familia.
Mi tío trabaja como doctor en un ambulatorio, es médico de familia.
4. Mi vecina es _______
Mi vecino es cocinero.
5. El hijo de mi vecino es músico.
La hija de mi vecina es _______
6. Acaba de salir por la tele la _______ de Economía.
Acaba de salir por la tele el ministro de Economía.
7. ¿Tu prima es _______?
¿Tu primo es abogado?
8. ¿Es verdad eso de que tu prima es _______?
¿Es verdad eso de que tu primo es brujo?

Cualquier Gramática de la lengua española que consultes te dirá que en todos los casos del 1 al 6, el femenino puede hacerse con la terminación –a: maestra, bibliotecaria, doctora, médica, cocinera, música, ministra, abogada, bruja.

Sin embargo, todavía hoy no es extraño encontrar a personas que dicen: la abogado o la médico. Argumentan que decir la médica “les suena mal”, o que la forma en femenino puede inducir a confusión con otro término, por ejemplo la música serviría tanto para una mujer profesional como para la disciplina misma (otros ejemplos son la cartera, la química…)

¿Hay alguien que deje de denominar ciertas profesiones masculinas porque pueden confundirse con otro término: por ejemplo cura?

¿Por qué en profesiones que las mujeres han ocupado desde siempre (maestra, enfermera, tendera, portera) se emplea sin dudar la forma femenina, y al referirse a profesiones a las que la mujer ha accedido con más dificultad o hace menos tiempo, se produce esa vacilación entre femenino y masculino, o el rechazo al femenino?

¿Y qué dicen las Gramáticas?
FORMACIÓN DEL FEMENINO EN PROFESIONES, CARGOS, TÍTULOS O ACTIVIDADES HUMANAS: Aunque en el modo de marcar el género femenino en los sustantivos que designan profesiones, cargos, títulos o actividades influyen tanto cuestiones puramente formales —la etimología, la terminación del masculino, etc.— como condicionamientos de tipo histórico y sociocultural, en especial el hecho de que se trate o no de profesiones o cargos desempeñados tradicionalmente por mujeres, se pueden establecer las siguientes normas, atendiendo únicamente a criterios morfológicos:
Aquellos cuya forma masculina acaba en -o forman normalmente el femenino sustituyendo esta vocal por una -a: bombero/bombera, médico/médica, ministro/ministra, ginecólogo/ginecóloga.
DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE DUDAS - Primera edición (octubre 2005), de la Real Academia Española.


En algunos casos existe cierta oscilación entre la diferenciación (masculino -o / femenino -a) y la neutralización (masculino -o, con artículo el / femenino -o también, con artículo la): el ministro / la ministra, el médico / la médica, el abogado / la abogada, frente a el/la ministro, el/la médico, el/la abogado. La tendencia normal de la lengua es la duplicidad de formas, asignando al femenino la terminación -a: la ministra (como se dice la maestra, y no la maestro), la médica (como se dice la doctora, y no la doctor), la abogada (como se dice la delegada, y no la delegado), la catedrática, la funcionaria, la ingeniera, la arquitecta.
Manuel Seco. Gramática esencial del español.

EJEMPLOS 9 AL 13
9. Mi amiga Laura es _______
Mi amigo Pedro es taxista.
10. Mi madre fue una gran _______
Mi padre fue un gran artista
11. Mi prima es modista.
Mi primo es _______
12. Mi abuela fue _______
Mi abuelo fue poeta.
13. El protagonista de esta novela es un vampiro.
La protagonista de esta novela es una ________


Muchos nombres de profesiones acabados en –a (taxista, guardia, policía, periodista, astronauta, atleta, ajedrecista, poeta…) tienen un origen latino y griego, por ejemplo la primera declinación latina, que incluía sustantivos de género femenino, salvo los referidos a oficios “propios de varón”, que decían las gramáticas, y eran masculinos, pues estos oficios los ejercían tradicionalmente varones, y así ha seguido ocurriendo más tarde.

Tan claro es que estos términos acabados en –a se consideraban masculinos, que para poeta ha existido vacilación entre dos femeninos, poetisa y poeta.
(Esta terminación en –isa se ha dado también en palabras como diablo, que tiene como dos variantes para el femenino: diabla y diablesa, y vampiro, aunque en este último caso el femenino sería vampira, pues vampiresa significa mujer fatal. También se ha utilizado mujer vampiro, un ejemplo de que la economía del lenguaje no es siempre el criterio que se sigue aunque se diga lo contrario. Hay una interesante antología de relatos que se titula Vampiras: antología de relatos sobre mujeres vampiro, donde aparecen las dos formas un poco contradictoriamente)

En principio salvo excepciones como poeta, estos sustantivos no varían en su terminación al referirse a mujer o varón (la/el artista, la/el astronauta).

No obstante el caso de la variación modista/modisto nos indica que ha habido casos en que los varones han necesitado remarcar la diferencia de género para no confundir su oficio con el correspondiente femenino (y eso ¿por qué habrá sido?). Que sepamos, no han sido criticados por esa ruptura evidente de la gramática, como lo somos las mujeres al utilizar formas femeninas de palabras durante mucho tiempo usadas en masculino.

Últimamente la reacción en contra de las propuestas para un lenguaje no sexista dicen que, si nosotras feminizamos determinadas palabras, también se podría decir el policío, el periodisto, el artisto… bien, hay que repetir que esto ya se ha hecho, por ejemplo en modisto, y que en el resto de casos no se hizo porque estas palabras se consideran sin problema de género masculino, aunque acabaran en –a.

De cualquier modo, creo que estas opiniones se dejan llevar por el deseo de ridiculización en vez de pensar seriamente sobre el lenguaje.

Es posible que finalmente acaben existiendo esas formas en masculino, o es posible que no, lo importante para mí es que, cuando se quiere transgredir la gramática, hay que conocer ésta y saber lo que se está haciendo. Si yo opto por decir miembra, sé que estoy transgrediendo la gramática, y también si dijera artisto. Pero si digo ingeniera (y no la ingeniero o mujer ingeniero), no estoy transgrediendo la gramática en absoluto, todo lo contrario, pues es la forma correcta para el femenino de ingeniero.

EJEMPLO 14
14. Mi novia es azafata.
Mi novio es _______

El Diccionario de la RAE no recoge el masculino azafato. En justa correspondencia con casos como mujer ingeniero, habría que decir: Ni novio es un hombre azafata, ¿o no? ¿no? ¿por qué no? No vale aquí recurrir como respuesta a lo de auxiliar de vuelo.

EJEMPLOS 15 AL 16

15. Mi vecina es prostituta.
Mi vecino es _______
16. ¿Cuál es el masculino de meretriz, hetaira, ramera, puta?
¿Qué diferencia hay entre puta y puto?


He aquí casos de determinados oficios de mujeres (prostituta, puta, ramera, meretriz, hetaira, todos sinónimos), que durante siglos no han tenido correspondiente masculino. Ha habido algunas excepciones como gigoló, que parece ¿más fino que puto o prostituto?

Puta no significa lo mismo que puto. Según el Diccionario de la RAE, puta remite a prostituto, -a, persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero. Y puto es: hombre que tiene concúbito con persona de su sexo. Sí está admitido por tanto el masculino prostituto.

EJEMPLO 17
17. ¿Tienen masculino los términos matrona, partera o comadrona?


Actualmente aparecen recogidos en varios diccionarios los masculinos partero y comadrón. Ambos, como partera y comadrona, se refieren a las personas que asisten a la mujer parturienta. No hay masculino de matrona.

Lo que dice la Gramática:
En algún caso, el femenino presenta la terminación culta -isa (del lat. -issa), por provenir directamente del femenino latino formado con este sufijo: diácono/diaconisa; y excepcionalmente hay voces que tienen dos femeninos, uno en -a y otro con la terminación -esa (variante castellana de -isa): diablo, fem. diabla o diablesa; vampiro, fem. vampira o vampiresa.
Los (sustantivos) que acaban en -a funcionan en su inmensa mayoría como comunes: el/la atleta, el/la cineasta, el/la guía, el/la logopeda, el/la terapeuta, el/la pediatra. En algunos casos, por razones etimológicas, el femenino presenta la terminación culta -isa: profetisa, papisa. En el caso de poeta, existen ambas posibilidades: la poeta/poetisa. Son asimismo comunes en cuanto al género los sustantivos formados con el sufijo -ista: el/la ascensorista, el/la electricista, el/la taxista. Es excepcional el caso de modista, que a partir del masculino normal el modista ha generado el masculino regresivo
modisto.
DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE DUDAS - Primera edición (octubre 2005), de la Real Academia Española

EJEMPLO 18
18. Mi abuelo Federico fue soldado desde los 14 años. No obstante, mi abuelo se salió del Ejército y se hizo miembro de una organización pacifista. Había sido testigo de demasiados horrores, y eso le llevó a realizar aquel cambio.
Mi abuela Francisca no pudo ser ­­­­_______ porque las mujeres no podían entrar en el Ejército. Mi abuela fue _______ asimismo de aquella organización. Creo que también se hizo _______ de Jehová.


Palabras como soldado, testigo o miembro, no suelen cambiar el sufijo final –o cuando se emplean en femenino. La gramática las denomina sustantivos o nombres “comunes”: Pero… en las películas de Almóvodar ya se oyó testiga, y a raíz del uso de miembras por la ministra de Igualdad Bibiana Aído en 2008, la polémica ha quedado abierta, y el debate se vuelve muy interesante.

En estos casos podíamos plantearnos dos opciones (o más):
La primera, del mismo modo que un sustantivo acabado en –a puede ser masculino o femenino, un nombre terminado en –o puede ser femenino o masculino también, es decir, aceptar que determinados sustantivos son comunes (pero no neutros: el género neutro, que existió en latín, desapareció en castellano, salvo escasísimas excepciones como “lo”, “esto”, “eso”, “aquello”…).
Otra opción es feminizar determinados de esos sustantivos: testiga, miembra…. Sería algo semejante a lo que ocurrió con modisto.

Es posible que durante bastante tiempo coexistan dos formas, la testigo o testiga, y acabe por permanecer sólo una de ellas, como ha ocurrido en tantos otros casos en la historia de la lengua; y es normal que no se feminicen todos los términos, por ejemplo puede triunfar el término miembra y al mismo tiempo continuar diciéndose la soldado.

En todo caso desde el feminismo muchas propuestas quieren sobre todo hacer reflexionar sobre nuestro idioma, ser provocativas y subversivas, y experimentar con el lenguaje, algo que también se ha hecho desde siempre. Por una parte, la capacidad de invención de cualquier hablante puede sorprender al/la más arriesgada/o artista o erudita/o lingüista). Por otra, el lenguaje es un instrumento muy importante para subvertir un orden contra el que se lucha. Parafraseando a Audre Lorde, no podemos subvertir el orden patriarcal del amo si seguimos hablando con el lenguaje del amo.

¿Por qué quienes se oponen a estos planteamientos feministas lo hacen con tanto menosprecio y virulencia? Realmente, no es para tanto.
.
EJEMPLOS DEL 19 AL 26
19. Juan es gerente de su empresa
Juana es _______ de su empresa.
20. Mi tío abuelo fue monje de clausura.
Mi tía abuela fue _______ de clausura.
21. Mi jefe se llama Pedro.
Mi _______ se llama Patricia.
22. El dependiente de esa tienda es ruso.
La _______ de esa tienda es rusa.
23. La _______ de Gobierno ha salido por la tele.
El presidente de Gobierno ha salido por la tele.
24. Al hijo de un rey, pero que no heredará su cargo, se le llama infante.
A la hija de un rey, pero que no heredará su cargo, se le llama _______.
25. ¿Qué diferencia hay entre asistente y asistenta?
26. ¿Cómo tituló Leopoldo Alas, Clarín, su novela más famosa?


En el caso de los sustantivos acabados en –e, o en consonante, podría pensarse en principio que se trata también de “nombres comunes”, que valdrían para los dos géneros, diferenciándose el masculino y el femenino por el artículo o los complementos.

Sin embargo a lo largo de la historia se ha producido variación de género (masculino en –e, y femenino en –a), pues la costumbre ha tendido a diferenciar, por ejemplo, a Pepe de Pepa, y las profesiones o situaciones que tradicionalmente han sido ocupadas o ejercidas por mujeres.

De nuevo nos encontramos aquí con que profesiones a las que nosotras hemos accedido en tiempo más reciente, muestran por parte de cierto grupo de hablantes mayor resistencia a la variación de género.

De nuevo preguntamos ¿da mayor prestigio el uso del masculino? Casos como el de asistente, que en masculino sirve actualmente sobre todo para referirse a la profesión de asistente social, y asistenta, que es la mujer que limpia por horas en una casa; o el ejemplo de la secretario judicial que yo personalmente he oído se justificaban porque “si decían la secretaria podía confundirse con una secretaria normal y corriente?? avalan, en mi opinión, esa hipótesis.

De hecho, que la variación de género ha existido siempre se demuestra con facilidad, pues incluso cuando bastantes profesiones no eran ocupadas por mujeres, el habla popular feminizaba algunos masculinos para referirse a “la esposa de” o “la mujer que se comporta como”: sastra, sargenta

Realmente, el habla popular suele ser más lógica y práctica que la de la gente más culta pero más reticente a innovaciones. Como dice el lingüista Manuel Seco, la tendencia normal de la lengua es la duplicidad de formas masculino-femenino, y quienes han seguido con más libertad y menos prejuicios esa tendencia han sido los hablantes normales y corrientes (también incluso esos varones que dicen: mi parienta es muy curranta)

Pero no sólo el habla popular, pues ¿alguien ha vituperado a Clarín por titular su gran novela La Regenta?

¿Y qué dicen de todo esto las Gramáticas?
Lo curioso es que, frente a las opiniones de presuntos intelectuales conocedores del tema, que cuestionan la variación de género y el lenguaje inclusivo, las gramáticas dicen otra cosa:

La diferencia de sexo, sin embargo, en los sustantivos referentes a personas, ha inducido, e induce, a crear formas distintas de masculino y femenino: de huésped, patrón, oficial, jefe, monje, sirviente, ministro, asistente, juez, etc., se han derivado los femeninos huéspeda, patrona, oficiala, jefa, monja, sirvienta, ministra, asistenta, jueza, etc.
Emilio Alarcos Llorach, Gramática de la Lengua Española, 1994

Los (sustantivos) que acaban en -e tienden a funcionar como comunes, en consonancia con los adjetivos con esta misma terminación, que suelen tener una única forma (afable, alegre, pobre, inmune, etc.): el/la amanuense, el/la cicerone, el/la conserje, el/la orfebre, el/la pinche. Algunos tienen formas femeninas específicas a través de los sufijos -esa, -isa o -ina: alcalde/alcaldesa, conde/condesa, duque/duquesa, héroe/heroína, sacerdote/sacerdotisa (aunque sacerdote también se usa como común: la sacerdote). En unos pocos casos se han generado femeninos en -a, como en jefe/jefa, sastre/sastra, cacique/cacica.
Dentro de este grupo están también los sustantivos terminados en -ante o -ente, procedentes en gran parte de participios de presente latinos, y que funcionan en su gran mayoría como comunes, en consonancia con la forma única de los adjetivos con estas mismas terminaciones (complaciente, inteligente, pedante, etc.): el/la agente, el/la conferenciante, el/la dibujante, el/la estudiante. No obstante, en algunos casos se han generalizado el uso de femeninos en -a, como clienta, dependienta o presidenta. A veces se usan ambas formas, con matices significativos diversos: la gobernante (‘mujer que dirige un país’) o la gobernanta (en una casa, un hotel o una institución, ‘mujer que tiene a su cargo el personal de servicio’).
DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE DUDAS - Primera edición (octubre 2005), de la Real Academia Española.

EJEMPLOS 27 AL 32
27. Mi primo es escritor.
Mi prima es _______.
28. Mi madre es _______ del ayuntamiento de su pueblo.
Mi padre es concejal del ayuntamiento de su pueblo.
29. El protagonista de esa película es un colegial.
La protagonista de esa película es una _______.
30. Mi vecino es juez. Y antes fue profesor de Derecho.
Mi vecina es _______. Y antes fue _______ de Derecho.
31. Mi abuelo estuvo de huésped en una pensión muchos años.
Mi abuela estuvo de _______ en una pensión muchos años.
32. Mi tía Encarna fue _______ de esa parroquia.
Mi tío Paco fue feligrés de esa parroquia.

En todos estos casos, la propia Gramática dice que el femenino se hacen en –a:

Los que acaban en -or forman el femenino añadiendo una -a: compositor/compositora, escritor/escritora, profesor/profesora, gobernador/gobernadora. En algunos casos, el femenino presenta la terminación culta -triz (del lat. -trix, -tricis), por provenir directamente de femeninos latinos formados con este sufijo: actor/actriz, emperador/emperatriz.
Los agudos acabados en -n y en -s forman normalmente el femenino añadiendo una -a: guardián/guardiana, bailarín/bailarina, anfitrión/anfitriona, guardés/guardesa, marqués/marquesa, dios/ diosa.
Los que acaban en -l o -z tienden a funcionar como comunes: el/la cónsul, el/la corresponsal, el/la timonel, el/la capataz, el/la juez, el/la portavoz, en consonancia con los adjetivos terminados en estas mismas consonantes, que tienen, salvo poquísimas excepciones, una única forma, válida tanto para el masculino como para el femenino: dócil, brutal, soez, feliz (no existen las formas femeninas *dócila, *brutala, *soeza, *feliza). No obstante, algunos de estos sustantivos han desarrollado con cierto éxito un femenino en -a, como es el caso de juez/jueza, aprendiz/aprendiza, concejal/concejala o bedel/bedela.
Los terminados en consonantes distintas de las señaladas en los párrafos anteriores funcionan como comunes: el/la chef, el/la médium, el/la pívot. Se exceptúa la voz abad, cuyo femenino es abadesa. Es especial el caso de huésped, pues aunque hoy se prefiere su uso como común (el/la huésped), su femenino tradicional es huéspeda.
Cuando el nombre de una profesión o cargo está formado por un sustantivo y un adjetivo, ambos elementos deben ir en masculino o femenino dependiendo del sexo del referente; por tanto, debe decirse la primera ministra, una intérprete jurada, una detective privada, etc., y no la primera ministro, una intérprete jurado, una detective privado, etc.
DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE DUDAS - Primera edición (octubre 2005), DE LA Real Academia Española.
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EJEMPLO 33
33. ¿Cuál de estas dos oraciones te parece más correcta y por qué?
Se necesita oficiala de peluquería.
La coronela pasó revista a las tropas.

La Gramática dice:
Independientemente de su terminación, funcionan como comunes los nombres que designan grados de la escala militar: el/la cabo, el/la brigada, el/la teniente, el/la brigadier, el/la capitán, el/la coronel, el/la alférez
DICCIONARIO PANHISPÁNICO DE DUDAS - Primera edición (octubre 2005), de la Real Academia Española.

Yo, como activista feminista y pacifista, y como lingüista que soy también, opto y decido nombrar a las capitanas, tenientas, coronelas y sargentas en femenino, puesto que estas palabras incluso están recogidas así en el Diccionario de la RAE, casi todas en su acepción de mujer delcapitán, teniente… (también almiranta, generala…), y en algunos casos, hasta se admite que se refieren al cargo militar ocupado por una mujer.

Y si elijo esa opción, que no es precisamente la de lo políticamente correcto, es porque considero que nombrar en masculino esos cargos militares cuando los ocupan mujeres es una muestra del profundo menosprecio que sigue existiendo hacia lo femenino, en ámbitos tan arraigadamente patriarcales como el Ejército. Aprovecho para añadir que en este país donde aún no nos hemos librado de las secuelas de la dictadura franquista, el menosprecio se dirige también hacia los planteamientos activistas de cualquier tipo (feministas, pero no sólo, también pacifistas, ecologistas…) sin valorar los conocimientos, preparación y experiencia, en los temas que tratan, que suelen tener las personas que se dedican a esos activismos.

En cuanto a oficiala, el Diccionario de la RAE da como definiciones: mujer que se ocupa o trabaja en un oficio; en un oficio manual, operaria que ha terminado el aprendizaje y no es maestra todavía; empleada que bajo las órdenes de un jefe estudia y prepara el despacho de los negocios de una oficina.

De nuevo nos encontramos con que, cuando una profesión ha sido tradicionalmente ejercida por mujeres, no ha habido ningún problema en feminizar su nombre, pero sí existe una menor o mayor resistencia a nombrar en femenino profesiones no tradicionalmente ocupadas por las mujeres. Y sin embargo, cuando los varones ejercen profesiones u oficios que casi siempre han sido mayoritariamente femeninos, se nombran en masculino sin la menor oposición por parte de nadie.

SOBRE EL MASCULINO GENÉRICO
EJEMPLOS 34 AL 37

Por masculino genérico se entiende que el género gramatical masculino (en sustantivos, adjetivos, pronombres…) es el no marcado, y sirve para referirse conjuntamente a varones y mujeres, a masculino y femenino.

34. ¿Cuál es el masculino de hembra?
¿Cuál es el masculino de mujer?
¿Cuál es el femenino de varón?

La correspondencia correcta sería hembra/macho; mujer/ varón; hombre viene del latín homo, -inis, que se refiere al género humano, diferenciado en vir, varón, y mulier, mujer.

Sin embargo, el término hombre ha ido desplazando a varón, usándose como equivalente, de modo que, al hablar de los hombres puede existir confusión entre los varones o el género humano.

¿O tal vez ni siquiera ha habido confusión, pues en realidad durante muchos siglos sólo se ha considerado hombres a los varones, y por tanto se ha usado ese término como masculino y a la vez universal?

Del mismo modo, si las feministas hemos cuestionado el uso del masculino como genérico (ej.: los españoles por los españoles y las españolas) ha sido porque la realidad demostraba fehacientemente que en muchas ocasiones (lo cual no quiere decir siempre) ese masculino no incluía para nada a las mujeres, ni siquiera las tenía en cuenta, y se refería únicamente a los varones: algo explicable cuando el lenguaje refleja un mundo patriarcal, y esa exclusión, negación, silenciamiento u olvido de las mujeres es la esencia misma del patriarcado. Esa ha sido la gran trampa o falacia del supuesto masculino genérico, aunque hay que confiar en que paulatinamente esto cambiará.

¿Es esto que digo una exageración de feminista radical? He aquí alguna pruebas:

El primer ejemplo está extraído del relato “Bajo las jubeas en flor” de la escritora de ciencia ficción, argentina y feminista, Angélica Gorodischer, que sin duda sabe muy bien lo que dice y lo que hace, al poner en boca de un personaje este discurso:

35. (A) “Antiguamente los hombres eran muy desdichados, pues perdían sus posesiones, aun las más insignificantes y pequeñas, cada vez que se trasladaban de lugar.”
(B) “Llevaban sólo su mujer y sus hijos y sus parientes, al menos los que estaban en condiciones de caminar: los muy viejos quedaban atrás.”
Angélica Gorodischer, Bajo las jubeas en flor.


La pregunta era: ¿los términos en cursiva se refieren sólo a los varones, o son un genérico, es decir, se refieren a varones + mujeres, masculino + femenino?
Si llevaban sólo “su mujer y sus hijos” es que ese “los hombres” de la oración inicial, únicamente alude a los humanos de sexo masculino.

36. (A) “Dicen los viejos que en este país hubo una guerra
y hay dos Españas que guardan aún,
el rencor de viejas deudas.
Dicen los viejos que este país necesita
palo largo y mano dura
para evitar lo peor.
Pero yo sólo he visto gente
que sufre y calla
dolor y miedo...
(B) Gente que sólo desea su pan,
su hembra y la fiesta en paz”
Canción Libertad sin ira.

Es ésta una vieja canción, emblemática en la época de la transición española: “Libertad sin ira”, de Jarcha. Lástima. Es una canción de hermoso recuerdo, pero un análisis lingüístico mínimamente serio nos descubre que el término “gente” se refiere sólo a los varones españoles. ¿O no? ¿Es un error sin importancia o un error significativo?

37. (A) Hay gente que piensa que los pueblos indígenas no han llegado tan lejos como nosotros.
(B) Efectivamente, no han violado a tu mujer o a tu hermana, matado a tus hijos, o construido su casa donde antes estaba la tuya.
Anuncio publicitario.

Si el nosotros es un masculino genérico, ¿cómo explicar ese al que luego se dirige la emisión, y que parece un tú masculino?

EJEMPLOS 38 AL 43
¿Cuál de las siguientes frases te gusta más o te parece más adecuada, y por qué?
38. Día internacional de los celíacos.
Día internacional de las personas celíacas
39. Derechos de autor.
Derechos de autoría
40. Los madrileños solemos quejarnos del clima de nuestra ciudad.
Los madrileños y las madrileñas solemos quejarnos del clima de nuestra ciudad
L@s madrileñ@s solemos quejarnos del clima de nuestra ciudad
41. Escuela superior de ingenieros
Escuela superior de ingeniería
42. Actividades para los alumnos.
Actividades para los alumnos y las alumnas
Actividades para el alumnado.
43. Señoras y señores, empieza nuestro show
Señores, empieza nuestro show.

Nos encontramos aquí con otro tema polémico: las alternativas al uso del masculino como genérico.

Para quienes consideren que no hay ningún problema en usar el masculino plural o singular como genérico, y que es una pérdida de tiempo proponer alternativas como las que han aparecido en los ejemplos anteriores, no hay mucho que debatir.

Pero para quienes sí creemos que es importante nombrar o especificar a las mujeres o el género femenino en determinados casos o el mayor número de veces posible, existen unas alternativas:

Por ejemplo:
En vez de decir sólo los alumnos
Se puede decir:
a) las alumnas y los alumnos
b) las/los alumnas/os
c) l@s alumn@s
d) el alumnado
Tanto la forma a), que suele ser utilizada más cuando se habla que por escrito, o la forma b), más adecuada para textos escritos, igual que la forma c), pueden convertir un discurso o un texto largos en algo verdaderamente pesado de escuchar o leer. Son recursos utilizables en determinadas ocasiones, pero no necesariamente de continuo y siempre. En mi opinión, la forma más práctica es la d), el uso de sustantivos abstractos: alumnado, celiaquía, ingeniería. En determinados momento, pueden utilizarse a la vez varios de estos recursos, cuando tenemos especial interés en nombrar y especificar el género femenino (ejercicio, por cierto, que contribuye a ejercitar las neuronas).

No obstante, soy la primera en utilizar el masculino plural como genérico (genérico de verdad) en muchos textos, sin tener que obligarme a usar siempre los recursos que he citado. No sólo es una cuestión de economía del lenguaje (criterio muy válido, y que también debería aplicarse a quienes dicen aún lo de mujer ingeniero en vez de ingeniera), sino que los recursos están para conocerlos y usarlos en el mejor momento, sin necesidad de forzar las cosas.

Eso sí, creo que el masculino singular no vale nunca como genérico, y que la Administración, empresas y cualquier otro tipo de entidad o persona que escriba un texto incluyendo referencias a personas, deben hacerlo en masculino y femenino: el/la contribuyente; la/el paciente; el/la interesado/a; la/el arrendataria/o, etc., etc. Puede que haya mujeres a las que esto traiga sin cuidado, lo cual es respetable, pero hay otras muchas a las que sí nos importa, y en la actualidad con los ordenadores hacerlo no supone el menor problema, por poco cuidado que se ponga.

Son bienvenidas cualesquiera otras sugerencias de alternativas al masculino genérico cuando se ve necesario nombrar o especificar el género femenino.

El tiempo dirá cuáles de las palabras y propuestas creadas por y desde el feminismo sobreviven, perduran, triunfan… como ha ocurrido en tantos otros campos del lenguaje… Yo creo que con el tiempo, y no mucho, tod@s nos iremos adaptando a nombrar en femenino o usar el masculino genérico cuando realmente lo es, y a especificar nuestro género cuando es necesario.

LOLA ROBLES
2007-2009

LENGUAJE Y SEXISMO

LUIS MIRANDA PODADERA, UN LINGÜISTA ADELANTADO A SU TIEMPO

He encontrado un interesante ejemplo de que el nombrar en femenino las profesiones, cargos, actividades, etc., tiene perfecta cabida dentro de la gramática de la lengua española.

He aquí lo que dice el lingüista Luis Miranda Podadera (1888-1969, autor mucho más moderno y abierto que bastantes de los lingüistas y académicos actuales), en su libro Cuestiones gramaticales:

“En cuanto a vocablos incorrectos, queremos recordar otro reiterado error que oímos a diario en labios de personas que presumen de cultas. Es el de la jefe, debemos decir la jefa, que según define el Diccionario de la Real Academia, es la superiora o cabeza de un cuerpo u oficio.
(Puesto que corren tiempos de tolerancias lingüísticas, ¿qué inconveniente puede existir en autorizar la terminación a para el femenino de cuantas profesiones de mujer sean actualmente ejercidas con legalidad?”

"Por la misma razón que también debemos decir:

(selecciono de una extensísima lista:

la abogada -- la académica -- la alcaldesa -- la almiranta -- la aprendiza -- la archivera -- la arqueóloga -- la arquitecta -- la arrendadora -- la asistenta -- la astróloga -- la autora -- la ayudanta -- la bachillera -- la bandolera -- la bibliotecaria -- la biógrafa -- la boticaria -- la brigadiera -- la bruja -- la cacica -- la camisera -- la candidata -- la cantinera -- la capataza -- la capitana -- la catedrática -- la celadora -- la cigarrera -- la cocinera -- la colegiala -- la comadrona -- la comedianta -- la comisaria -- la concejala --la coronela -- la corregidora -- la cosmonauta -- la dentista -- la diabla o diablesa -- la doctora -- la edila -- la editora -- la enfermera -- la feligresa -- la filóloga -- la física -- la francmasona -- la generala -- la giganta -- la ginecóloga -- la gobernadora -- la guardesa -- la huéspeda -- la ingeniera -- la institutriz -- la intendenta -- la jornalera -- la juglaresa -- la labradora -- la letrada -- la licenciada -- la maestra -- la mariscala -- la matemática -- la mayordoma -- la médica -- la militara -- la ministra -- la misionera -- la música -- la odontóloga -- la oficiala -- la panadera -- la pantalonera -- la papisa -- la parienta (la esposa) -- la penitenta -- la pitonisa -- la planchadora
-- la poetisa -- la practicanta -- la prelada -- la presidenta -- la procuradora -- la química -- la rea -- la regenta -- la regidora -- la sacerdotisa -- la sacristana -- la sargenta -- la sirvienta -- la socorrista -- la sultana -- la tenienta -- la violetera -- la zarina

ENTREVISTA A PILAR PEDRAZA

Podéis leer una entrevista que hicimos a Pilar Pedraza para Mujer Palabra en:

http://www.mujerpalabra.net/conoce_a/pages/pilarpedraza/pages/entrevista.htm

MUJERES EN LA CIENCIA FICCIÓN: PROTAGONISTAS: IMÁGENES Y FOTOS.

Fotos de la película Barbarella (1968), interpretada por Jane Fonda.



Fotos de la película Hace un millón de años (1966), interpretada por Raquel Welch.




Fotos de la película Queen of outer space (1958) interpretada por Zsa Zsa Gabor



Las mujeres sí hemos sido protagonistas de la ciencia ficción, pero, durante mucho tiempo, se han mantenido los estereotipos: un ejemplo son las películas protagonizadas por sex-symbols.

28 de septiembre de 2008

Sobre Blanca Martínez


Conversé con Blanca Martínez (que usa también el seudónimo Blanca Mart) en Barcelona, donde fui a conocerla con motivo del día de Sant Jordi, 23 de abril. Blanca Martínez reside desde hace más de veinte años en México, pero suele pasar temporadas en Cataluña, donde nació. Quería pedirle que me permitiera publicar en la Biblioteca de Relatos su cuento “La crisálida”, por el cual la conocí. Aceptó, y tuve la suerte de pasar horas muy agradables charlando con ella sobre su trayectoria literaria, sobre el trabajo de difusión de la ciencia ficción que ha realizado y sobre el género mismo.

Licenciada en Historia (Antropología) en Barcelona, Blanca Martínez ha publicado dos novelas de ciencia ficción, La era de los clones y La soledad de la meiga; dos libros de relatos, Cuentos del Archivo Hurus y Archivo Hurus II, de los que hablaremos más abajo; y también una novela negra, Lluvia sobre el barman, ambientada en Barcelona, en el Barrio Gótico, con un exmarino, ahora dueño de un café, como protagonista; y otra novela, realista, La nimiedad, en la que un hombre que ha vivido la Guerra Civil española recuerda ésta para sus hijos, aunque sus recuerdos comienzan ya a desaparecer, a cortocircuitarse. La memoria histórica y personal, las relaciones familiares, la vejez, la muerte, son temas tratados por la autora en este libro. Estos dos últimos títulos aparecen publicados con el seudónimo Blanca Mart.

La autora ha escrito también relatos, incluidos en diversas antologías y revistas; ha escrito poesía, biografías, algunas de ellas, como la de Sor Juana Inés de la Cruz, para un público lector infantil; y adaptaciones de obras literarias asimismo para niños.

Merece la pena destacar igualmente su trabajo crítico sobre ciencia ficción: ha publicado artículos, reseñas de libros, ha impartido conferencias, y da un curso de Ficción Prospectiva en el Instituto Internacional de prospectiva de la ciudad de México, y con el mismo título que ese curso, ha reunido varios artículos (sobre los orígenes de la ciencia ficción, su diversidad, sus seres, temas y paisajes, sobre la mujer en el género…) en el libro Ficción Prospectiva. También ha creado una pequeña editorial independiente, Ediciones El Taller, donde ha publicado dos antologías de cuentos, Diferentes y Flores nocturnas de mujeres y vampiros. Y ha sido fundadora y es socia honoraria de la Asociación de Escritores Tirant Lo Blanc de Cataluña, del Orfeó Català de México.

Es muy importante dar todo el valor que merece a este trabajo suyo de unión entre culturas y países, de apoyo a otros escritores, y de difusión del género fantástico, y por qué no, de su propia obra. Es una labor tan valiosa como esforzada, en estos tiempos en que la literatura es una industria que trata los libros como un producto mercantil más, y fuera de ese mercado todo parece quedarse en los márgenes, aunque éstos por fortuna cada vez son más amplios.

Y centrándonos ya en las dos colecciones de relatos que hemos leído:
Cuentos del Archivo Hurus incluye como primer texto “La crisálida”, ya publicado en España en 1981, en la revista Nueva Dimensión (nº 140). Los personajes de la historia (el protagonista, piloto espacial Al Braker, y su amiga Whissita, maestra de lucha antigua) reaparecen en otros textos del libro, como “La libélula” y “Fin de semana en Agar II”, y también en “Cúmulos”, del libro Archivo Hurus II): una pareja aventurera y con toques de comedia. De Cuentos del Archivo Hurus me ha gustado especialmente: “El escritor de Manhattan”, una historia de vampiros, pero también sobre la literatura, sobre el éxito, el talento, el arribismo, la decadencia; “Droga roja”, que se acerca a la narrativa negra y al ciberpunk, y “Zona mutante”, la aventura de unos guerreros bárbaros (dos varones, Khkenia y Sharjo, y una mujer, Darnja de Orlán) para salvar a un príncipe raptado por un dragón en una zona de vegetación y fauna mutantes.

En este primer conjunto de cuentos aparecen ya motivos, temas, personajes, que encontraremos de nuevo en Archivo Hurus II. Constantes que en el segundo libro se renuevan o amplían: esos guerreros bárbaros, que curiosamente resultan mucho menos violentos que los militares, quizás por su independencia, por su libertad respecto de jerarquías y obediencias debidas, porque sólo parecen pelear si es necesario. Aquí las mujeres son tan activas como los varones, y unos y otras se tratan de igual a igual. El protagonismo femenino en los textos de Blanca Martínez es evidente, y no resulta impostado. Además de esas guerreras bárbaras y de otras más modernas, por ejemplo Whissita (a la que hemos vuelto a encontrar en un relato de intriga muy interesante, “Cúmulos”), hay mujeres navegantes espaciales, androides, jefas de tribu, científicas, brujas. Un poco de todo, y casi siempre con ese espíritu de aventura del cual la ciencia ficción masculina nos excluyó tanto tiempo (aunque hace ya tiempo también de eso, y la presencia de autoras en el género ha puesto las cosas en su sitio).

Un tema que cobra mucha importancia es la confrontación tecnología-naturaleza, sobre el que sin duda la ciencia ficción ha especulado siempre y mucho.

Por una parte, en relatos como “Tiempo de cambio”, la autora nos presenta a dos grupos humanos en muy diferente estado de desarrollo tecnológico (tanto que los integrantes de la tribu más primitiva creen que las naves espaciales de los investigadores que los visitan son dragones); en otros textos, como “La peste”, son los bárbaros quienes anuncian a los habitantes de la ciudad mucho más desarrollados en técnica, el desastre que se avecina a causa precisamente de sus propias acciones, pero los ciudadanos no quieren escucharlos; los guerreros bárbaros se refugian, para salvarse, en la naturaleza.

Ahora bien, este tema, tan prototípico del género, sobre el que tanto se ha escrito y especulado, ya lo hemos dicho, no es visto por la autora desde una posición inamovible o maniquea, igual que tantas veces ocurre, dentro y fuera de la ciencia ficción. Un ejemplo claro y muy divertido es el breve e intenso relato “Herejía”, situado en un mundo de tribus, bosques y monasterios cuasi medievales, donde la tecnología está prácticamente prohibida o muy restringida en su uso, pero… también hay herejes. Esa mirada de la autora que parece no tomar partido nos hace ver, precisamente por ello, toda la complejidad del tema que trata, muy difícil de resolver sólo desde uno de los lados, pro o anti tecnología. Se agradece por supuesto también su sentido del humor, en esta y otras historias.

Otro relato que no quiero dejar de destacar es “¿Clonalidad?”, donde se cuestiona ese tópico que se ha ido difundiendo –cómo no, si hay algo que se difunde bien son los tópicos– sobre la clonación como una técnica que creará seres idénticos pero a la vez sin identidad propia. En la historia de Blanca Martínez, los clones trabajan en condiciones muy duras en los Confines de la galaxia, y son considerados inferiores por los terrestres normales, que los tratan brutalmente desde su supuesta superioridad, aunque de hecho los clones son mucho más normales y humanos, en su forma de actuar, que los terrestres no clonados. El texto presenta cuestiones actuales con una mirada muy necesaria: planteando qué es realmente la normalidad y la diferencia, y presentando la confrontación de grupos humanos que, por creerse uno de ellos superior al otro, acaba en violencia: puede leerse, esta narración, como un símbolo de muchas situaciones presentes y pasadas entre humanos nacidos sin ese supuesto determinismo biológico de los clones.

Por último mencionar otro tema también muy característico de la narrativa de Martínez, y es el de las mujeres brujas, lejos del estereotipo tradicional y oscuro: aquí tienen poderes capaces de controlar ciertas fuerzas de la naturaleza, pero sobre todo están en armonía con ésta y conocen formas de curación y sanación. La superstición las margina, es cierto, aunque los poderes que manejan son más benéficos que perversos. Historias –que también son de amor– como “El pueblo”, “La hija del hombre del faro” o “La nómada”, tienen a brujas como protagonistas.

Una vez acabada la lectura de los dos libros de relatos de Blanca Martínez, no ha podido dejar de asombrarme cómo sus personajes –guerreros, exploradores, pilotos espaciales, brujas–, sus temas, su ideología y visión del mundo, han influido en mi propia obra. Sin duda la ciencia ficción bebe en las fuentes de sí misma, como literatura fantástica que es, tanto como en la realidad.

En cuanto a “La crisálida”, lo leí hace muchos años y lo he releído ahora, y no ha perdido para mí ninguno de sus méritos: el protagonista malo (realmente lo es en esta historia, aunque en otras posteriores se convierta en un granuja simpático), las imágenes, sobre todo visuales, con una fuerza poética que siempre me ha recordado al mejor Bradbury, el de Crónicas marcianas; la originalidad de esa cristalización tan bella y a la vez tan terrible; y desde luego, el trasfondo ético de la narración, la denuncia de la discriminación racial, que nunca estará de más repetir.

Lola Robles, abril 2007

Leer el relato "La crisálida".

MUJERES EN LA CIENCIA FICCIÓN: IMÁGENES MASCULINAS EN EL GÉNERO








Fotos de las películas. Conan el barbaro (1981), El retorno del jedi (1983), Terminator (1984), y de Harrison Ford-Han Solo, de la saga Star Wars.

Sin duda este es un tema que merecería una reflexión mucho más extensa: pero una simple y primera mirada a carteles y fotos cinematográficas muestra un exceso de imágenes de varones armados con pistolones y espadas enhiestas. Además de la evidente afición del cine estadounidense por la acción violenta, ¿cómo no interpretar estas imágenes sino como un nada disimulado culto falocéntrico

27 de septiembre de 2008

EL GRAN MEAULNES DE ALAIN FOURNIER O EL DOMINIO MISTERIOSO DE LA ADOLESCENCIA



Leo por segunda vez El gran Meaulnes, esa obra bellísima, triste y cruel que escribió el francés Alain Fournier. Publicada en 1913 –un año antes de la muerte de su autor a los veintiocho en la Primera Guerra Mundial– fue su único libro. Pasar a la historia de la literatura por una sola obra no es demasiado común; pero hay otros casos, y envidio a esos autores tal vez más que a quienes poseen una vasta y reconocida producción literaria: el prodigio de lograr la intensidad absoluta en un único texto.

No he conseguido encontrar la novela en la colección Reno (Ediciones G. P.), donde la leí por primera vez. Lástima, porque mi recuerdo de la historia está unido a ese libro barato y de páginas amarillentas, ásperas. Compro ahora la edición de Bruguera, con prólogo de José María Valverde y traducción de éste junto con María Campuzano. Aunque añoro al traductor desconocido de la otra, algunos de cuyos fragmentos he guardado en la memoria con demasiada exactitud como para aceptar la nueva versión, trato de conformarme. Merece la pena sin duda el prólogo de Valverde:

“Ante esta extraña maravilla que es El gran Meaulnes, puede ser lícito, y aun inevitable, presentarla en términos personales, como una experiencia emotiva que, a través del tiempo, se revela aún más romántica en el reencuentro. No ha sido azar, sino destino, mi manera de hallar y recobrar esta obra... Leí El gran Meaulnes cuando tenía yo la misma edad de sus personajes, y me quedó confundida entre mi propia adolescencia, sin recordar bien si era un libro mágico por sí mismo o porque se había identificado con un momento de mi vida –más aún: mi primera noticia del libro había sido al encontrar en mi texto del francés, del Bachillerato, un trozo suyo, el de la pelea en la escuela jugando a caballos y jinetes... Casi cuarenta años después, y al terminar mi colaboración en la traducción de este libro, me he informado mejor sobre el autor y sobre la génesis de El gran Meaulnes, y me he quedado maravillado al ver como se unían la literatura y la vida en él.”

¿Cómo es posible que el prologuista esté describiendo, en sus palabras, mi propia experiencia? Igual que él, yo leí una escena en mi libro de francés del bachillerato; en mi caso, el comienzo del capítulo segundo, en el que el narrador, François Seurel, describe su infancia:

“Antes de que llegara, al acabar las clases a las cuatro, empezaba para mí un largo anochecer solitario.
Entonces, mientras quedaba un poco de luz del día, me iba al fondo del ayuntamiento y encerrado en el cuarto de los archivos lleno de moscas muertas, leía sentado junto a una ventana que daba al jardín.
Cuando ya estaba oscuro y los perros de la granja vecina empezaban a aullar y se iluminaba el cristal de nuestra pequeña cocina, volvía a casa. Mi madre había empezado a preparar la cena. Yo subía tres peldaños de la escalera que iba al desván, me sentaba sin decir nada y miraba cómo mi madre encendía el fuego en la cocina estrecha donde vacilaba la llama de una vela.
Pero llegó alguien que me arrancó de todos esos placeres de niño tranquilo (...) Y ese alguien fue Agustín Meaulnes, a quien los otros alumnos empezaron pronto a llamar «el gran Meaulnes».”


Igual que Valverde, yo guardaba un recuerdo brumoso de mi primera lectura. Con esfuerzo hubiese podido reconstruir el argumento: Seurel, hijo de un maestro rural, y maestro también, narra su infancia y adolescencia escolares, y la llegada de un nuevo compañero, Agustín Meaulnes, un chico inquieto que le saca de su soledad y pronto se convierte en cabecilla de todos los alumnos. Pero Meaulnes va a vivir –y Seurel a través de él– una aventura más misteriosa y mágica que cualquier juego: un día se escapa de la escuela, y descubre, tras haberse perdido, un lugar, un Dominio extraño, una extraña fiesta de niños y ancianos en un caserón, donde se va a celebrar la boda de Frantz de Galais, hijo del dueño, y donde conoce a la joven Yvonne de Galais, de la que se enamora de inmediato. De regreso a la escuela y a la realidad, Meaulnes y Seurel intentarán en vano encontrar el camino que lleve a Agustín a ese lugar perdido y a la joven Yvonne. El tiempo pasa y Meaulnes se marcha a París, a terminar sus estudios. Será su amigo quien descubra cómo llegar hasta Yvonne, y se lo comunique a Meaulnes. Adultos ya, los enamorados se reencuentran: pero la felicidad no será posible. Una antigua promesa hecha a Frantz de Galais, el hermano de Yvonne, obliga a Meaulnes a alejarse de ésta: no la volverá a ver nunca. Yvonne muere al nacer su hija, quien quedará al cuidado de Seurel y en busca de la cual volverá Meaulnes para llevársela, en el final de la historia.
(Decididamente, el resumen de un argumento no dice mucho; no sé siquiera si servirá para orientar a quienes no hayan leído el libro).

Hay un momento a partir del cual uno se inicia en el hábito de la segundas lecturas; creo imposible que eso ocurra en la adolescencia y primera juventud, cuando los libros se devoran y se busca siempre conocer nuevas historias, nuevos mundos. Pero llega ese momento en que se necesita o se quiere el reencuentro con las obras que sabemos, ya de antemano, que no nos van a decepcionar –aunque sin embargo puede suceder que ahora nos defrauden: nuestro gusto ha cambiado y ya no comprendemos por qué ese texto nos pudo emocionar. Se desea así pues repetir una experiencia placentera, o recuperarla del olvido (acaso esto, el darnos cuenta de que vamos olvidando hasta lo que un día nos conmovió, es lo que nos lleva a volver a algunos libros) o se necesita saber más, comprender mejor la obra.

Más de veinte años después, al releer el libro, ilumino sombras, y no obstante otras permanecen. La novela es, en principio, una historia de aventuras y una elegía de la infancia y adolescencia perdidas, y sin embargo va más allá de todo eso, y de ahí la intensidad de las emociones encontradas que produce su lectura. Hay algo que se intuye subterráneo, oculto, en esos sentimientos transmitidos; es muy posible que el autor lo quisiera así: la obra mantiene, incluso tras varias lecturas, un misterio intacto, complejo, y provoca una sensación de extrañeza, de algo inaprensible, con capítulos llenos de sucesos e imágenes casi oníricas; es como navegar por los meandros de un sueño. Sueño y ensueño están en la base de la historia, extremadamente poética, y también sombría, cada vez más crepuscular según se encamina hacia su fin.

La primera parte, que nos narra desde la llegada de Agustín Meaulnes a la casa y a la escuela de François Seurel, hasta su descubrimiento del dominio misterioso donde participará en la fiesta de disfraces, es la más alegre, al presentarnos un mundo de evasión, un ámbito feliz. Pero incluso ya estas vivencias están oscurecidas por la sospecha de su fugacidad: como los sueños. La entrada en la adolescencia supone el principio del fin de la infancia, paraíso del que pronto seremos desterrados. La aparición de las pulsiones sexuales de ese período –que de hecho ya estaban antes, en esa fascinación de los compañeros de escuela por el gran Meaulnes, tan típica de la edad– lleva al deseo del amor, aunque Meaulnes encuentra y pierde de inmediato a la amada, Yvonne de Galais.

En la segunda parte se nos relata la búsqueda del camino hacia el dominio perdido, ya que Meaulnes no sabe dónde está ni cómo llegó allí. En esa indagación le ayuda su amigo Seurel; pronto reaparece, disfrazado de cómico, Frantz de Galais, cuya boda con Valentine, una joven costurera, no llegó a celebrarse en la fiesta donde Meaulnes participó por azar; por ello ha huido de su casa y vaga por el mundo. Frantz es un personaje extraño, desequilibrado, un tanto incomprensible en su actitud, y mientras Seurel es amigo y confidente del protagonista, el joven De Galais se convertirá en una de las fuerzas negativas que desencadenen la tragedia final, al exigir a Meaulnes la promesa de que acudirá en su ayuda cuando le necesite, y al darle una pista falsa sobre el paradero de Yvonne. Meaulnes marcha a París para terminar sus estudios y para intentar, en vano, encontrar allí a aquella. Cuando tanto Seurel como Meaulnes han abandonado la persecución del camino que llevaría hasta Yvonne, el primero consigue, por casualidad, saber de ella e incluso la conoce en persona. De inmediato comunica a Meaulnes la gran noticia. Pero éste parece aquejado de un extraño tormento, un remordimiento misterioso, que el hecho de ver de nuevo y por fin a la señorita De Galais no consigue disipar.

“¿Por qué el gran Meaulnes estaba ahí como un extraño, alguien que no ha encontrado lo que buscaba...?” –se pregunta el narrador, su amigo Seurel– “Esa felicidad, tres años antes, no la habría podido soportar sin espanto, sin locura quizá. ¿De dónde venía, pues, ese vacío, ese alejamiento, esa incapacidad de ser feliz que había en él en ese momento?”.

El reencuentro se produce, pero nada es semejante a lo que Agustín ha preservado con tanto ahínco en la memoria: el dominio misterioso, el caserón donde sucedió la fiesta, han sido vendidos; sus dueños, el señor De Galais y su hija, están arruinados; Frantz no ha vuelto junto a ellos; todo se ha degradado, excepto Yvonne, “la joven más hermosa que pueda haber en el mundo” dice Seurel. “Nunca había visto tanta gracia unida a tanta gravedad. (...) Era la más grave de las muchachas, la más delicada de las mujeres. Una espesa cabellera rubia le caía sobre la frente, y el rostro dibujado con tanta delicadeza, modelado tan finamente (...) En su tez purísima, el verano había puesto dos toques rosados...”.

Finalmente, Agustín Meaulnes parece vencer sus temores y pide en matrimonio a Yvonne; se casan. Pero ya desde el día de la boda la paz y la felicidad de los amantes se presentan precarias, amenazadas por presagios inconcretos (una amenaza que pronto se concretará) y sobre todo, acompañadas de una tristeza que, en realidad, está presente en la historia desde el principio, y va derivando incluso hacia el patetismo (pathos = enfermedad: pues hay algo que se intuye casi morboso en ese sentimiento).

Entonces vuelve a entrar en escena Frantz de Galais; viene a exigir a Meaulnes que cumpla su promesa: debe dejar todo lo que ahora tiene para ayudarle, para buscar a su novia, Valentine, a la que él no consigue encontrar.

“¿Qué pasó entonces en ese corazón oscuro y salvaje?” –se pregunta Seurel refiriéndose a su gran amigo– “Muchas veces me lo he preguntado... ¿Remordimientos ignorados? ¿Miedo de ver desvanecerse de pronto entre sus manos esa felicidad inaudita que tenía tan apretada? ¿Y entonces, tentación terrible de tirar inmediatamente por tierra, enseguida, esa maravilla que había conquistado?”.

En la mañana siguiente a la noche de bodas, Meaulnes abandona a su esposa y marcha a cumplir su promesa; Yvonne, que ve su angustia, su inquietud, el remordimiento misterioso que le aqueja, le exhorta a partir.

François Seurel, que ya es maestro como su padre, se convierte en confidente de Yvonne; ella le informará al poco tiempo de que está embarazada. Yvonne muere al dar a luz, sin que Meaulnes haya regresado y sin que haya tenido la menor noticia de él. Seurel queda al cuidado de la niña. Entonces descubrirá un cuaderno escolar de Agustín, una especie de diario donde aquel revela su secreto: durante su estancia en París, cuando fue a buscar a Yvonne, conoció casualmente a Valentine, y convencido de que no encontraría a la señorita de Galais, entabla con la joven costurera un extraño y deprimente noviazgo que cuando está a punto de acabar en boda se frustra. Ese es el remordimiento que guardaba Meaulnes. El único modo de compensar su falta es reuniendo a Valentine y Frantz.

Y lo consigue: convertido en “un buen mozo barbudo, vestido como un cazador o un furtivo” regresa trayendo a ambos y encuentra a Seurel, la noticia de la muerte de Yvonne, y a su hija.
Y Seurel, que va a quedarse solo, termina así:

Comprendí que la niña había encontrado al fin el compañero que esperaba oscuramente. La única alegría que me había dejado el gran Meaulnes, sabía muy bien que había vuelto para quitármela. Y le imaginaba, por la noche, envolviendo a su hija en un capote y partiendo con ella hacia nuevas aventuras”.

Hermosa, triste y cruel, he calificado esta novela que suele considerarse para adolescentes. ¿Y acaso la adolescencia no es así, acaso los cuentos infantiles no abundan en motivos crueles, y los sueños no son, con mucha frecuencia, una confusa mezcla de imágenes tanto placenteras como terribles?

Sin duda releer El gran Meaulnes en la edad adulta permite una visión mayor, más crítica; pero quien haga esa lectura en la adolescencia no dejará de percibir, intuir el contenido latente que hay en ella, aunque aparezca de modo velado, sugerido, como un esbozo, una bruma.

Para desvelar ese trasfondo oculto, e igual que José María Valverde, el prologuista y traductor, he buscado datos sobre Alain Fournier, el autor, y es cierto que asombra cómo se unen la literatura y la vida en él.

Alain (Henri-Alban) Fournier nació en 1886 en la Chapelle d´Angillon, en una comarca del centro de Francia; su padre era maestro rural. Hizo sus estudios secundarios en París y luego se preparó para una Escuela Naval, que dejó un año más tarde para estudiar Filosofía y finalmente Letras, con el objetivo de dedicarse a la enseñanza; en este último período conoció al escritor Jacques Rivière (casado después con la hermana de Fournier, Isabelle, a la que dedica la novela); ambos autores mantuvieron una importante correspondencia.

A los 19 años, en 1905, y en París, conoce a una joven, Yvonne de Quiévrecourt, en un barco sobre el Sena, de la que se enamora inmediatamente, aunque no habla con ella; lo hará otro día, unos breves minutos; no hubo más; años después supo que se había casado y tenía hijos. Un enamoramiento así puede ocurrirle a cualquiera; pero a Fournier ese encuentro lo deja marcado para el resto de su vida (esa huella, esa obsesión, están en sus cartas, aunque con el tiempo ni siquiera es capaz de acordarse claramente de la imagen real de aquella mujer), y lleva a la figura de esa amada efímera a su gran novela. Tuvo amores reales: Jeanne, una modista, y una actriz casada, Simone. Pero sin duda la realidad no era lo suyo. En 1913, pocos meses después de reencontrar a Yvonne de Quiévrecourt, ya esposa y madre, publica El gran Meaulnes, que tuvo mucho éxito y con los años se convertiría en un clásico de la literatura francesa. En 1914, tras haber sido movilizado como combatiente en la 1ª Guerra Mundial, Fournier muere en acción de guerra. No había cumplido aún los 28 años.
(Sin duda el hombre real, con su muerte prematura, con esa historia de amor imposible y tan fugaz, la sensibilidad exacerbada que se refleja en su obra, su romanticismo descabellado e insensato, es tan trágico y fascinante como los personajes de su escritura).

Volvamos a ésta, a la novela. Dice Jose Mª Valverde: “Al final la tragedia queda vibrando, abierta: un sueño de la adolescencia, un momento alucinado, la entrada en un caserón que parece hechizado, pueden transformar una vida, dejando una herida de nostalgia que no se cerrará nunca, ni aún con el hallazgo del ser amado y buscado”. Pero ¿cuál es la tragedia en la novela, por qué ese tono continuamente elegíaco, desgarrado?¿Por la pérdida, la nostalgia de la infancia? ¿Pero acaso no consigue el protagonista, Meaulnes, ese alter ego ideal del autor –aventurero, fuerte, imperioso– encontrar a la amada perdida, ideal también, ser correspondido por ella e incluso casarse? ¿Es por la muerte de Yvonne?

El propio Fournier explica en una carta a su amigo Jacques Rivière:
“Meaulnes, el gran Meaulnes, el héroe de mi libro, es un hombre cuya infancia fue demasiado bella. Durante toda su adolescencia, la arrastra tras él. Por momentos, parece que todo ese paraíso imaginario que fue el mundo de su infancia va a surgir al final de sus aventuras (...) Pero sabe que ese paraíso no puede existir ya. (...) Ahí está el secreto de su crueldad. Descubre la trama y revela la superchería de todos los pequeños paraísos que se le ofrecen. Y el día en que la felicidad innegable, ineluctable aparece ante él, y le muestra su rostro humano, el gran Meaulnes huye, no por heroísmo, sino por terror, porque él sabe que la verdadera alegría no es de este mundo.”

Y su personaje, Agustín, dice en la novela, poco antes del reencuentro no esperado con Ivonne:
Ciertamente me habría gustado volver a ver una vez a la señorita de Galais, solamente volverla a ver. Pero estoy persuadido ahora de que, cuando descubrí el dominio sin nombre, yo estaba a una altura, en un grado de perfección y de pureza que ya nunca alcanzaré. En la muerte sólo volveré a encontrar la belleza de aquel tiempo...”

La infancia como un espacio, dominio de pureza primigenia, y el amor idealizado tanto como esa edad: amor como proyección de un anhelo, creación de la fantasía, encarnado en el personaje de Yvonne. Ahora bien, ésta cumple a la perfección el anhelo, el sueño. Y de nuevo la pregunta: ¿porqué, entonces, huye Meaulnes? ¿De dónde viene su desasosiego, los problemas morales que le aquejan, esa impotencia fatal para ser feliz?

Sólo yo soy culpable” –dice en la novela Yvonne de Galais– “Piense en lo que le hemos dicho (...) Le hemos dicho: Aquí está lo que has buscado durante toda tu juventud, ¡aquí está la muchacha que estaba al final de todos los sueños! El que empujamos así por los hombros ¡cómo no iba a sentirse invadido de vacilaciones, y luego de temor, y luego de espanto, y no iba a ceder a la tentación de escapar!”
Y Seurel responde:
“–Yvonne –dije muy bajo– sabe muy bien que usted era esa felicidad, esa muchacha.
–¡Ah! –suspiró ella– ¡Como he podido tener por un instante ese pensamiento orgulloso! Ese pensamiento es causa de todo (...) en el fondo, yo pensaba: puesto que me ha buscado tanto y le amo, no podré menos que hacerle feliz. Pero cuando le vi junto a mí, con toda su fiebre, su inquietud, su remordimiento misterioso, comprendí que yo no era más que una pobre mujer como las demás.
–No soy digno de ti –repetía él, cuando amaneció y se acabó nuestra noche de bodas.
Y yo traté de consolarle, de tranquilizarle. Nada calmaba su angustia. Entonces dije: Si hace falta que te vayas, si he llegado a ti en el momento en que nada podría hacerte feliz, si hace falta que me abandones algún tiempo para volver después tranquilo junto a mí, soy yo la que te pide que te vayas
...”

En sus comentarios a la edición francesa (Fayard) de El gran Meaulnes, el crítico Daniel Leuwers opina en efecto que Yvonne de Galais está íntimamente ligada a la infancia considerada como algo maravilloso, y al sueño más que a la realidad; por eso su destino sólo puede ser la muerte: para conservar la maravilla, la pureza de esos sueños amorosos que se fabrican en la niñez y adolescencia; para que el tiempo y la vida no los devasten, los corrompan, Yvonne debe morir: su figura, su ideal, se mantendrán así incólumes, y sólo dejará a su hija, a la que Meaulnes volverá a buscar y a llevarse, porque le devuelve a ese dominio perdido de la infancia. Yvonne es así una víctima expiatoria, que por amor acepta ese sacrificio.

Pero fijémonos no tanto en la idea de “maravilla” como en la “pureza” que identifican, en palabras de Leuwers, la infancia y el amor representado por Yvonne de Galais; y recordemos la descripción de ésta: rubia y blanca, los ojos azules, frágil, casi etérea, “tez purísima”, “perfil tan puro”: es la donna angelicata del Renacimiento, la mujer soñada por los prerrafaelitas[1], y una figura, una representación física y moral que se encuentra a lo largo de toda la historia de la literatura (de la literatura masculina, hay que especificar): desde la amada inaccesible del amor cortés hasta el Romanticismo, en oposición a la mujer carnal, la pecadora, Eva, María Magdalena, Helena de Troya y asimismo un largo etcétera.
(El movimiento prerrafaelita, de finales del siglo XIX, representado en pintura por Dante Gabriel Rosseti, Burne Jones y otros, alcanza en literatura a autores como el italiano D´Annunzio, el poeta colombiano José Asunción Silva, y en España al Valle-Inclán de la Sonata de primavera y Sonata de otoño, y más lejos aún, a Juan Ramón Jiménez en su primera etapa poética; en Francia su apogeo se sitúa entre los años 1885 y 1895; Fournier es un continuador del mismo. El tema lo desarrolla ampliamente Hans Hinterhäuser: “Mujeres prerrafaelitas”, en Fin de siglo: figuras y mitos. Madrid, Taurus, 1980 (pp. 91-121)

Basta leer a un poeta como el español José de Espronceda para hacerse una idea muy clara de lo que estoy hablando: pocas palabras he encontrado como las suyas que expliquen la cuestión con tanta vehemencia como crudeza, aunque sea en verso:

Más ¡ay! que es la mujer ángel caído
o mujer nada más y lodo inmundo
...”
(Canto a Teresa)

Mujeres vi de virginal limpieza
entre albas nubes de celeste lumbre;
yo las toqué, y en humo su pureza
trocarse vi, y en lodo y podredumbre.
Y encontré mi ilusión desvanecida
y eterno e insaciable mi deseo;
palpé la realidad y odié la vida;
sólo en la paz de los sepulcros creo
."
(A Jarifa en una orgía)

La profunda misoginia de estos versos deja poco que añadir; y si bien es cierto que Espronceda lleva al límite esa dicotomía mujer virginal/mujer caída, (hasta el punto de que el crítico Wardropper dijo de él que “sus sueños estaban muy cerca de ser sueños de psicópata”) también lo es que esa oposición se encuentra, aunque sea de un modo más recatado, en Fournier: Yvonne de Galais frente a Valentine, la joven costurera (y antigua novia de Frantz) con la que Meaulnes mantiene una relación amorosa (el autor proyecta con bastante claridad a Yvonne de Quiévrecourt y es fácil sospechar que también a Jeanne, la modista con la cual sus biógrafos dicen que tuvo una liaison, del mismo modo que se transpone a sí mismo en Meaulnes, el héroe al que está destinada la aventura; en Seurel, quien mejor encarna la vida real, el hombre que posiblemente hubiera llegado a ser de no morir; y en el bohemio Frantz de Galais, en el cual las emociones y la infantilidad no están en absoluto refrenadas). Valentine parece ser la excusa para la huida de Meaulnes, que debe ayudar a Frantz y reparar su falta ¿contra el honor de la muchacha? Pero ¿no será que Meaulnes ha traicionado, es infiel de alguna manera a su amor ideal y puro, el de Yvonne, iniciando esa relación con Valentine? ¿No sentiría eso mismo también el propio Fournier en su propia vida?

Y es que, más allá de la oposición sueño/realidad, encontramos otras: una diferencia social entre las dos mujeres, ya que Yvonne pertenece a una clase más elevada que la joven costurera, y, ay, en el amor ideal la clase también cuenta, y sobre todo amor carnal/amor platónico. Creo revelador el hecho de que sea precisamente tras la noche de bodas (momento en que el amor idealizado se transforma en realidad concreta, sexual) cuando Meaulnes huye. ¿No podría entenderse un rechazo inconsciente hacia la sexualidad, derivado de ese complejo de Peter Pan que encadena a protagonista y autor a su infancia? Así, aunque de un modo consecuentemente más infantil también, más pudoroso, Fournier expresa las ideas románticas que en Espronceda son ya de modo cristalino escapismo adulto y misoginia pura y dura. Si las mujeres sólo podemos ser ángeles o demonios, vírgenes o putas, si basta con que el hombre mantenga una relación sexual con la mujer amada para que ésta corrompa su pureza (“Mujeres vi de virginal limpieza (...) yo las toqué, y en humo su pureza trocarse vi, y en lodo y podredumbre”), si la realidad destruye siempre los sueños, entonces sólo la muerte puede liberar de esa vida frustrante (“sólo en la paz de los sepulcros creo”) o redimir a la mujer de su degradación (Hay otro ejemplo muy interesante de este motivo, presentado de modo tan poético como en el caso de Fournier: La dama del alba, de Alejandro Casona). Lo malo es que no somos nosotras las que elegimos esa salida, sino el imaginario masculino. Sáquense las consecuencias oportunas.

Pese a lo terrible, lo cruel que hay en el libro, sé que una y otra vez que lo lea no dejará de conmoverme, incluso de hacerme llorar: por ella, Yvonne de Galais, cuando leo su muerte: allí está sólo Seurel para cargar con su cuerpo escalera abajo de la casa familiar, porque –la realidad está ahí también– no se puede bajar el ataúd por un pasillo demasiado estrecho. “Pronto tengo los brazos rotos por la fatiga. A cada escalón con ese peso en el pecho, estoy un poco más sin aliento (...) sus cabellos rubios me entran en la boca, cabellos muertos que tienen un gusto de tierra. Ese gusto de tierra y de muerte, ese peso sobre el corazón, es todo lo que queda para mí de la gran aventura, y de ti, Yvonne de Galais, muchacha tan buscada, y tan amada...”; por Seurel, ese triste maestro en un triste, gris, perdido pueblo de provincias, narrador, espectador de un drama de otros (su propio drama, su amor secreto por Yvonne quedan delicada, discretamente relegados). Y sin duda también porque, al tratar de la materia de los sueños, la historia nos deja, terminada la lectura, la melancolía, la tristeza profunda de confirmar que hacerlos realidad es imposible.

Lola Robles, 2005
(Este artículo fue publicado en: INTERSUBJETIVO: revista de psicoterapia y salud, vol. 7, núm. 1 (jun. 2005), p. 107-115)

(Posteriormente a la publicación de este artículo localicé la edición de El gran Meaulnes en la colección Reno, de Ediciones G. P., con traducción de Gerardo Silva, cuya portada aparece como ilustración a este artículo)

Referencias bibliográficas:
Alain Fournier. El gran Meaulnes. Esplugas de Llobregat, Barcelona, Ediciones G. P., 1976 (Libros Reno, 551) de Gerardo Silva.
Alain Fournier. El gran Meaulnes. Barcelona, Bruguera, 1983 (Libro amigo). Prólogo de José María Valverde. Traducción de María Campuzano y José María Valverde.
Alain Fournier. El gran Meaulnes. Madrid, Cátedra, 2000 (Letras Universales, 292). Edición y traducción de Juan Bravo Castillo.

26 de septiembre de 2008

Sobre Florencia Grau y El último turista


Internet permite ciertas maravillas: por ejemplo, rescatar un texto que quizás sólo tú recuerdes y llevarlo al ciberespacio para que pueda ser leído.

Cuando yo era niña, pasaba muchos fines de semana y vacaciones en casa de mi tía y mi abuela. Mi tía era modista y tenía revistas del corazón para que se entretuvieran sus clientas. En una de aquellas revistas, un ejemplar de Lecturas, leí un relato que yo no sabía que era de ciencia ficción a la vez que romántico (no sé si era la intención de la autora abordar ese género del que las mujeres han estado tan alejadas durante gran parte del siglo XX) y que me gustó muchísimo. Lo leí muchas veces, sobre todo de noche, en el sillón junto a mi abuela, con la lámpara encendida, la luz amarilla sobre la hoja entonces blanca. Me acuerdo de la escena a la perfección, pero no puedo concretar el año con seguridad, calculo que yo tenía de diez a trece años. Finalmente, decidí recortar la hoja donde estaba el relato y llevármelo. Durante más de treinta años conservé esa hoja recortada en una carpeta, llevada de mudanza en mudanza; hace poco volví a reencontrar el papel ya amarillento, doblado muchas veces, y decidí que quería publicarlo para que pudiera ser leído por más gente.

Hoy, al preguntarme por qué guardé con tanto celo una historia sacada de una publicación semejante, y por qué me gustó tanto, me he dicho que fue debido a que se trata precisamente de un relato de ciencia ficción y, que sin yo saberlo, fue el que me hizo aficionarme al género, aunque esa afición estuvo larvada muchos años. Y además, sus personajes y su final eran por completo atípicos y todavía hoy me extraña que se publicaran como una historia romántica sin más.

Sobre Florencia Grau he descubierto –me atrevería a asegurar que quien escribió “El último turista” y aquella que aparece en Internet son la misma– que era traductora y editora literaria, hacía adaptaciones teatrales y estuvo especializada en literatura infantil. Es muy posible que la revista Lecturas le pidiera un relato romántico, pues solía incluir este tipo de narraciones en sus páginas. Lo casi excéntrico es que, en este caso, el relato rosa es además un cuento de ciencia ficción, género literario muy alejado de los contenidos normales en la prensa de cotilleo.

Una primera lectura de “El último turista” puede confirmarnos que se trata en efecto de una narración romántica, con bastantes de los tópicos de ese género. Pero una revisión más detallada tal vez nos haga descubrir que hay algo extraño, crepuscular, sombrío, en esta historia de amor. El final, por ejemplo, es atípico, sorprendente. En cuanto a los personajes, ¿no se puede decir de ellos que son unos inadaptados sociales, tanto la joven terrestre, Alba, realmente rarita (para un relato de este tipo, por supuesto) a causa de su amor a la soledad, como el extraterrestre, que además de ser de otro planeta y tener un físico inolvidable, tampoco desea volver a su mundo de origen?

Por otra parte, la inadaptación social de la protagonista (“Alba era muy rara, decían”, “tenía fama de orgullosa y arisca”, “soy una mujer solitaria, olvidada y aburrida en este pueblo”) se debe no sólo a su inteligencia y sensibilidad, a su carácter soñador e introvertido, sino a hallarse en un mundo que la oprime con su mediocridad y sus valores morales. Ya no tan joven, ni tan hermosa (aunque “ignoraba que lo era, todavía”), y sola, una soledad desesperanzada pero voluntaria y asumida, se convierte automáticamente en un bicho raro, máxime teniendo en cuenta la época en que se desarrolla la historia, al final de ese franquismo que ahora en nuestro país pretendemos haber superado sin secuelas. El personaje de Alba me recuerda a la protagonista de la hermosa novelita de Elia Barceló El secreto del orfebre (2003), atrapada asimismo en un entorno pequeño, pacato, mezquino, triste, y se inscribe también en toda una serie de personajes femeninos, entre cuyos más logrados exponentes estaría incluso Ana Ozores, La Regenta de mi admirado Clarín. En cuanto al tema, o motivo temático, relacionado con el anterior, de la mujer de nuestro planeta que decide pirarse en un ovni con un extraterrestre en vez de buscar marido y familia aquí, lo abordará poco después, magistralmente, la autora de ciencia ficción estadounidense James Tiptree Jr.-Alice Sheldon, en un relato imposible de olvidar ya desde el título (sobre el cual hay una famosa y divertida anécdota que contaremos en otra ocasión): "Las mujeres que los hombres no ven" (1975).

Podrían encontrarse otras dimensiones simbólicas en el cuento de Grau, pero lo dejaré para otra ocasión.

Lola Robles, marzo 2007.

Posdata: En marzo de 2013 y gracias a una visitante de mi blog, Rosa Borrás, que había leído una petición mía para completar información sobre Florencia Grau, pude ponerme en contacto con la hija de Florencia, Marta Angelat Grau, artista y directora teatral. Ella me facilitó algunos datos biográficos y la autorización para publicar el relato de su madre tanto en mi blog como en una posible antología histórica de escritoras de ciencia ficción en nuestro país. Quiero agradecer, tanto a Marta Angelat como a esa visitante de mi blog, toda la información que me han dado.

Los datos biográficos sobre Florencia Grau que me facilitó su hija Marta Angelat son los que siguen:

«Florencia Grau Tarrafeta nació en Vilobí del Penedès (Barcelona) en el año 1921. Estudió en el Liceo Francés. Desde muy joven y hasta bien entrados los años cincuenta, colaboró habitualmente como articulista en la revista LECTURAS, para la que escribió muchos relatos de variada temática. También trabajó como guionista en Radio Barcelona, donde escribió, en el año 1952, el primer “serial” radiofónico de todo el país, "El amuleto que dijo la verdad", que el mismo año salió publicado como novela. Para el espacio "Imágenes sonoras" escribió innumerables guiones originales. También, para Radio Barcelona, creó el serial, "Los Rigodón", pequeñas historias en clave de humor sobre el día a día de una típica familia de la época, lo que hoy conocemos por sitcom. Para la editorial Iberia prologó e hizo anotaciones de clásicos como La araucana, de Ercilla, La perfecta casada, de Fray Luis de León o Las tragedias de Eurípides. Posteriormente, para el espacio "Teatre", de Radio 4, adaptó muchas obras de teatro clásico y contemporáneo. Para la colección infantil "Taller de teatro", de la editorial La Galera, escribió La brujita sin escoba y realizó la adaptación de la fábula de La Fontaine Los hijos del pastor, así como diversas traducciones del francés. Escribió muchos cuentos infantiles, entre los que podríamos destacar "Los cuentos pasteleros", del año 1962. Fue la creadora del consultorio sentimental radiofónico "Elisa de Montagut" y, posteriormente, también del de Nuria Grau, ambos para Radio Nacional de España.
En 1951 se casó con el actor y doblador Josep Mª Angelat y fue madre de un hijo y una hija, Marta Angelat Grau, actriz, también de doblaje, y directora de escena. Murió en Barcelona en enero de 1992.»

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