Conversé con Blanca Martínez (que usa también el seudónimo Blanca Mart) en Barcelona, donde fui a conocerla con motivo del día de Sant Jordi, 23 de abril. Blanca Martínez reside desde hace más de veinte años en México, pero suele pasar temporadas en Cataluña, donde nació. Quería pedirle que me permitiera publicar en la Biblioteca de Relatos su cuento “La crisálida”, por el cual la conocí. Aceptó, y tuve la suerte de pasar horas muy agradables charlando con ella sobre su trayectoria literaria, sobre el trabajo de difusión de la ciencia ficción que ha realizado y sobre el género mismo.
Licenciada en Historia (Antropología) en Barcelona, Blanca Martínez ha publicado dos novelas de ciencia ficción, La era de los clones y La soledad de la meiga; dos libros de relatos, Cuentos del Archivo Hurus y Archivo Hurus II, de los que hablaremos más abajo; y también una novela negra, Lluvia sobre el barman, ambientada en Barcelona, en el Barrio Gótico, con un exmarino, ahora dueño de un café, como protagonista; y otra novela, realista, La nimiedad, en la que un hombre que ha vivido la Guerra Civil española recuerda ésta para sus hijos, aunque sus recuerdos comienzan ya a desaparecer, a cortocircuitarse. La memoria histórica y personal, las relaciones familiares, la vejez, la muerte, son temas tratados por la autora en este libro. Estos dos últimos títulos aparecen publicados con el seudónimo Blanca Mart.
La autora ha escrito también relatos, incluidos en diversas antologías y revistas; ha escrito poesía, biografías, algunas de ellas, como la de Sor Juana Inés de la Cruz, para un público lector infantil; y adaptaciones de obras literarias asimismo para niños.
Merece la pena destacar igualmente su trabajo crítico sobre ciencia ficción: ha publicado artículos, reseñas de libros, ha impartido conferencias, y da un curso de Ficción Prospectiva en el Instituto Internacional de prospectiva de la ciudad de México, y con el mismo título que ese curso, ha reunido varios artículos (sobre los orígenes de la ciencia ficción, su diversidad, sus seres, temas y paisajes, sobre la mujer en el género…) en el libro Ficción Prospectiva. También ha creado una pequeña editorial independiente, Ediciones El Taller, donde ha publicado dos antologías de cuentos, Diferentes y Flores nocturnas de mujeres y vampiros. Y ha sido fundadora y es socia honoraria de la Asociación de Escritores Tirant Lo Blanc de Cataluña, del Orfeó Català de México.
Es muy importante dar todo el valor que merece a este trabajo suyo de unión entre culturas y países, de apoyo a otros escritores, y de difusión del género fantástico, y por qué no, de su propia obra. Es una labor tan valiosa como esforzada, en estos tiempos en que la literatura es una industria que trata los libros como un producto mercantil más, y fuera de ese mercado todo parece quedarse en los márgenes, aunque éstos por fortuna cada vez son más amplios.
Y centrándonos ya en las dos colecciones de relatos que hemos leído:
Licenciada en Historia (Antropología) en Barcelona, Blanca Martínez ha publicado dos novelas de ciencia ficción, La era de los clones y La soledad de la meiga; dos libros de relatos, Cuentos del Archivo Hurus y Archivo Hurus II, de los que hablaremos más abajo; y también una novela negra, Lluvia sobre el barman, ambientada en Barcelona, en el Barrio Gótico, con un exmarino, ahora dueño de un café, como protagonista; y otra novela, realista, La nimiedad, en la que un hombre que ha vivido la Guerra Civil española recuerda ésta para sus hijos, aunque sus recuerdos comienzan ya a desaparecer, a cortocircuitarse. La memoria histórica y personal, las relaciones familiares, la vejez, la muerte, son temas tratados por la autora en este libro. Estos dos últimos títulos aparecen publicados con el seudónimo Blanca Mart.
La autora ha escrito también relatos, incluidos en diversas antologías y revistas; ha escrito poesía, biografías, algunas de ellas, como la de Sor Juana Inés de la Cruz, para un público lector infantil; y adaptaciones de obras literarias asimismo para niños.
Merece la pena destacar igualmente su trabajo crítico sobre ciencia ficción: ha publicado artículos, reseñas de libros, ha impartido conferencias, y da un curso de Ficción Prospectiva en el Instituto Internacional de prospectiva de la ciudad de México, y con el mismo título que ese curso, ha reunido varios artículos (sobre los orígenes de la ciencia ficción, su diversidad, sus seres, temas y paisajes, sobre la mujer en el género…) en el libro Ficción Prospectiva. También ha creado una pequeña editorial independiente, Ediciones El Taller, donde ha publicado dos antologías de cuentos, Diferentes y Flores nocturnas de mujeres y vampiros. Y ha sido fundadora y es socia honoraria de la Asociación de Escritores Tirant Lo Blanc de Cataluña, del Orfeó Català de México.
Es muy importante dar todo el valor que merece a este trabajo suyo de unión entre culturas y países, de apoyo a otros escritores, y de difusión del género fantástico, y por qué no, de su propia obra. Es una labor tan valiosa como esforzada, en estos tiempos en que la literatura es una industria que trata los libros como un producto mercantil más, y fuera de ese mercado todo parece quedarse en los márgenes, aunque éstos por fortuna cada vez son más amplios.
Y centrándonos ya en las dos colecciones de relatos que hemos leído:
Cuentos del Archivo Hurus incluye como primer texto “La crisálida”, ya publicado en España en 1981, en la revista Nueva Dimensión (nº 140). Los personajes de la historia (el protagonista, piloto espacial Al Braker, y su amiga Whissita, maestra de lucha antigua) reaparecen en otros textos del libro, como “La libélula” y “Fin de semana en Agar II”, y también en “Cúmulos”, del libro Archivo Hurus II): una pareja aventurera y con toques de comedia. De Cuentos del Archivo Hurus me ha gustado especialmente: “El escritor de Manhattan”, una historia de vampiros, pero también sobre la literatura, sobre el éxito, el talento, el arribismo, la decadencia; “Droga roja”, que se acerca a la narrativa negra y al ciberpunk, y “Zona mutante”, la aventura de unos guerreros bárbaros (dos varones, Khkenia y Sharjo, y una mujer, Darnja de Orlán) para salvar a un príncipe raptado por un dragón en una zona de vegetación y fauna mutantes.
En este primer conjunto de cuentos aparecen ya motivos, temas, personajes, que encontraremos de nuevo en Archivo Hurus II. Constantes que en el segundo libro se renuevan o amplían: esos guerreros bárbaros, que curiosamente resultan mucho menos violentos que los militares, quizás por su independencia, por su libertad respecto de jerarquías y obediencias debidas, porque sólo parecen pelear si es necesario. Aquí las mujeres son tan activas como los varones, y unos y otras se tratan de igual a igual. El protagonismo femenino en los textos de Blanca Martínez es evidente, y no resulta impostado. Además de esas guerreras bárbaras y de otras más modernas, por ejemplo Whissita (a la que hemos vuelto a encontrar en un relato de intriga muy interesante, “Cúmulos”), hay mujeres navegantes espaciales, androides, jefas de tribu, científicas, brujas. Un poco de todo, y casi siempre con ese espíritu de aventura del cual la ciencia ficción masculina nos excluyó tanto tiempo (aunque hace ya tiempo también de eso, y la presencia de autoras en el género ha puesto las cosas en su sitio).
Un tema que cobra mucha importancia es la confrontación tecnología-naturaleza, sobre el que sin duda la ciencia ficción ha especulado siempre y mucho.
Por una parte, en relatos como “Tiempo de cambio”, la autora nos presenta a dos grupos humanos en muy diferente estado de desarrollo tecnológico (tanto que los integrantes de la tribu más primitiva creen que las naves espaciales de los investigadores que los visitan son dragones); en otros textos, como “La peste”, son los bárbaros quienes anuncian a los habitantes de la ciudad mucho más desarrollados en técnica, el desastre que se avecina a causa precisamente de sus propias acciones, pero los ciudadanos no quieren escucharlos; los guerreros bárbaros se refugian, para salvarse, en la naturaleza.
Ahora bien, este tema, tan prototípico del género, sobre el que tanto se ha escrito y especulado, ya lo hemos dicho, no es visto por la autora desde una posición inamovible o maniquea, igual que tantas veces ocurre, dentro y fuera de la ciencia ficción. Un ejemplo claro y muy divertido es el breve e intenso relato “Herejía”, situado en un mundo de tribus, bosques y monasterios cuasi medievales, donde la tecnología está prácticamente prohibida o muy restringida en su uso, pero… también hay herejes. Esa mirada de la autora que parece no tomar partido nos hace ver, precisamente por ello, toda la complejidad del tema que trata, muy difícil de resolver sólo desde uno de los lados, pro o anti tecnología. Se agradece por supuesto también su sentido del humor, en esta y otras historias.
Otro relato que no quiero dejar de destacar es “¿Clonalidad?”, donde se cuestiona ese tópico que se ha ido difundiendo –cómo no, si hay algo que se difunde bien son los tópicos– sobre la clonación como una técnica que creará seres idénticos pero a la vez sin identidad propia. En la historia de Blanca Martínez, los clones trabajan en condiciones muy duras en los Confines de la galaxia, y son considerados inferiores por los terrestres normales, que los tratan brutalmente desde su supuesta superioridad, aunque de hecho los clones son mucho más normales y humanos, en su forma de actuar, que los terrestres no clonados. El texto presenta cuestiones actuales con una mirada muy necesaria: planteando qué es realmente la normalidad y la diferencia, y presentando la confrontación de grupos humanos que, por creerse uno de ellos superior al otro, acaba en violencia: puede leerse, esta narración, como un símbolo de muchas situaciones presentes y pasadas entre humanos nacidos sin ese supuesto determinismo biológico de los clones.
Por último mencionar otro tema también muy característico de la narrativa de Martínez, y es el de las mujeres brujas, lejos del estereotipo tradicional y oscuro: aquí tienen poderes capaces de controlar ciertas fuerzas de la naturaleza, pero sobre todo están en armonía con ésta y conocen formas de curación y sanación. La superstición las margina, es cierto, aunque los poderes que manejan son más benéficos que perversos. Historias –que también son de amor– como “El pueblo”, “La hija del hombre del faro” o “La nómada”, tienen a brujas como protagonistas.
Una vez acabada la lectura de los dos libros de relatos de Blanca Martínez, no ha podido dejar de asombrarme cómo sus personajes –guerreros, exploradores, pilotos espaciales, brujas–, sus temas, su ideología y visión del mundo, han influido en mi propia obra. Sin duda la ciencia ficción bebe en las fuentes de sí misma, como literatura fantástica que es, tanto como en la realidad.
En cuanto a “La crisálida”, lo leí hace muchos años y lo he releído ahora, y no ha perdido para mí ninguno de sus méritos: el protagonista malo (realmente lo es en esta historia, aunque en otras posteriores se convierta en un granuja simpático), las imágenes, sobre todo visuales, con una fuerza poética que siempre me ha recordado al mejor Bradbury, el de Crónicas marcianas; la originalidad de esa cristalización tan bella y a la vez tan terrible; y desde luego, el trasfondo ético de la narración, la denuncia de la discriminación racial, que nunca estará de más repetir.
Lola Robles, abril 2007
Leer el relato "La crisálida".
En este primer conjunto de cuentos aparecen ya motivos, temas, personajes, que encontraremos de nuevo en Archivo Hurus II. Constantes que en el segundo libro se renuevan o amplían: esos guerreros bárbaros, que curiosamente resultan mucho menos violentos que los militares, quizás por su independencia, por su libertad respecto de jerarquías y obediencias debidas, porque sólo parecen pelear si es necesario. Aquí las mujeres son tan activas como los varones, y unos y otras se tratan de igual a igual. El protagonismo femenino en los textos de Blanca Martínez es evidente, y no resulta impostado. Además de esas guerreras bárbaras y de otras más modernas, por ejemplo Whissita (a la que hemos vuelto a encontrar en un relato de intriga muy interesante, “Cúmulos”), hay mujeres navegantes espaciales, androides, jefas de tribu, científicas, brujas. Un poco de todo, y casi siempre con ese espíritu de aventura del cual la ciencia ficción masculina nos excluyó tanto tiempo (aunque hace ya tiempo también de eso, y la presencia de autoras en el género ha puesto las cosas en su sitio).
Un tema que cobra mucha importancia es la confrontación tecnología-naturaleza, sobre el que sin duda la ciencia ficción ha especulado siempre y mucho.
Por una parte, en relatos como “Tiempo de cambio”, la autora nos presenta a dos grupos humanos en muy diferente estado de desarrollo tecnológico (tanto que los integrantes de la tribu más primitiva creen que las naves espaciales de los investigadores que los visitan son dragones); en otros textos, como “La peste”, son los bárbaros quienes anuncian a los habitantes de la ciudad mucho más desarrollados en técnica, el desastre que se avecina a causa precisamente de sus propias acciones, pero los ciudadanos no quieren escucharlos; los guerreros bárbaros se refugian, para salvarse, en la naturaleza.
Ahora bien, este tema, tan prototípico del género, sobre el que tanto se ha escrito y especulado, ya lo hemos dicho, no es visto por la autora desde una posición inamovible o maniquea, igual que tantas veces ocurre, dentro y fuera de la ciencia ficción. Un ejemplo claro y muy divertido es el breve e intenso relato “Herejía”, situado en un mundo de tribus, bosques y monasterios cuasi medievales, donde la tecnología está prácticamente prohibida o muy restringida en su uso, pero… también hay herejes. Esa mirada de la autora que parece no tomar partido nos hace ver, precisamente por ello, toda la complejidad del tema que trata, muy difícil de resolver sólo desde uno de los lados, pro o anti tecnología. Se agradece por supuesto también su sentido del humor, en esta y otras historias.
Otro relato que no quiero dejar de destacar es “¿Clonalidad?”, donde se cuestiona ese tópico que se ha ido difundiendo –cómo no, si hay algo que se difunde bien son los tópicos– sobre la clonación como una técnica que creará seres idénticos pero a la vez sin identidad propia. En la historia de Blanca Martínez, los clones trabajan en condiciones muy duras en los Confines de la galaxia, y son considerados inferiores por los terrestres normales, que los tratan brutalmente desde su supuesta superioridad, aunque de hecho los clones son mucho más normales y humanos, en su forma de actuar, que los terrestres no clonados. El texto presenta cuestiones actuales con una mirada muy necesaria: planteando qué es realmente la normalidad y la diferencia, y presentando la confrontación de grupos humanos que, por creerse uno de ellos superior al otro, acaba en violencia: puede leerse, esta narración, como un símbolo de muchas situaciones presentes y pasadas entre humanos nacidos sin ese supuesto determinismo biológico de los clones.
Por último mencionar otro tema también muy característico de la narrativa de Martínez, y es el de las mujeres brujas, lejos del estereotipo tradicional y oscuro: aquí tienen poderes capaces de controlar ciertas fuerzas de la naturaleza, pero sobre todo están en armonía con ésta y conocen formas de curación y sanación. La superstición las margina, es cierto, aunque los poderes que manejan son más benéficos que perversos. Historias –que también son de amor– como “El pueblo”, “La hija del hombre del faro” o “La nómada”, tienen a brujas como protagonistas.
Una vez acabada la lectura de los dos libros de relatos de Blanca Martínez, no ha podido dejar de asombrarme cómo sus personajes –guerreros, exploradores, pilotos espaciales, brujas–, sus temas, su ideología y visión del mundo, han influido en mi propia obra. Sin duda la ciencia ficción bebe en las fuentes de sí misma, como literatura fantástica que es, tanto como en la realidad.
En cuanto a “La crisálida”, lo leí hace muchos años y lo he releído ahora, y no ha perdido para mí ninguno de sus méritos: el protagonista malo (realmente lo es en esta historia, aunque en otras posteriores se convierta en un granuja simpático), las imágenes, sobre todo visuales, con una fuerza poética que siempre me ha recordado al mejor Bradbury, el de Crónicas marcianas; la originalidad de esa cristalización tan bella y a la vez tan terrible; y desde luego, el trasfondo ético de la narración, la denuncia de la discriminación racial, que nunca estará de más repetir.
Lola Robles, abril 2007
Leer el relato "La crisálida".
Ver la Bibliografía de Blanca Martínez.