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28 de octubre de 2008

LA PEQUEÑA PASIÓN, DE PILAR PEDRAZA

La pequeña pasión (Tusquets, 1990)

¿Por qué la "pequeña" pasión? Si Imperatrice era un personaje con indudable capacidad de seducción literaria, Leonisa, la narradora de esta novela, es en mi opinión la protagonista más verosímil y mejor construida psicológicamente entre todas las de Pedraza.

La historia transcurre en la época actual. Leonisa -que se ve a sí misma como "leona"- está escribiendo un ensayo sobre un papa del Renacimiento, una obra erudita, mientras a su alrededor todo empieza a desmoronarse, se corrompe, le defrauda, muere: Partenio, amigo admirado, cae enfermo y llega a la agonía en un proceso muy duro de observar para quienes rodean al moribundo. Otro amigo, el escultor, se suicida cortándose las venas en la bañera de su casa, pero la muerte le rechaza y vuelve a encontrarse en el mundo de los vivos. Incluso el escarabajo disecado Ctonocelis coeus, "oscura joya de la naturaleza" y fetiche para su dueña, acaba disolviéndose. Pero sobre todo su amor por y con Gabriel, que tiene nombre de arcángel y ha correspondido hasta ahora a ese amor: pero he aquí que comienza a recibir llamadas de otra mujer y a ausentarse más de lo frecuente de casa. En principio se trata de una simple historia de infidelidad, en la que el hombre elige no la amante joven e incomparable que Leonisa imagina en soledad, sino a una criatura anodina e insignificante; elección que degrada a Gabriel, quien demuestra no estar a la altura del amor de Leonisa ni de las circunstancias oscuras que ella está viviendo. Pero esa historia tan común se nos cuenta con gran sutileza y elegancia, y a la vez se logra transmitir perfectamente el sufrimiento de la protagonista. Ésta es una mujer fuerte, intelectual, muy lúcida, con una gran capacidad no sólo de diseccionar a los otros sino también de autocrítica. Puede sorprender un poco lo contenido de sus sentimientos, que no le exprese al marido díscolo la ira o los celos, aunque esa actitud es muy propia de una mujer semejante. Provoca cierto morbo ser espectador, en la lectura, de los avatares y deterioro del amor entre ambos, proceso muy bien descrito.

Envuelta en esa telaraña de muertes, tormentos y derrumbes, Leonisa tiene ciertas visiones, sueños y fantasías, y se ve a solas con su amigo el escultor (quien por cierto ha estado siempre obsesionado al sentirse incapaz de crear la obra perfecta). Incluso llegan a mantener una extraña relación sexual (¿cómo no va a ser extraña si él está muerto?). También realizan juntos una visita gótica al reino subterráneo de los difuntos.

El final es puramente fantástico: el hallazgo del cadáver en descomposición del escultor suicida deja la duda sobre si lo que ella ha visto y vivido a su lado era realidad o imaginación.

Hay luego un epílogo optimista, en el que Leonisa reanuda la vida en soledad, pero libre y feliz. No es quizás lo más importante. Yo definiría la novela como una buena historia psicológica con elementos fantásticos, aquí más internos a los personajes que exteriores.

Lola Robles, 2006

(Podéis encontrar más información sobre la autora en: Sobre Pilar Pedraza)