Las bostonianas
Traducción de Sergio Pitol
Barcelona, Seix Barral, 1986.
Publicada por primera vez en 1886, Las bostonianas, de Henry James (Nueva York, 1843-Londres, 1916, estadounidense nacionalizado británico), es una obra, si se me permite expresarlo así, muy decimonónica, con un narrador omnisciente que se presenta de modo abierto como tal. Espléndidamente escrita, ofrece un análisis profundo de sus tres personajes principales, dos mujeres y un hombre, a los que consigue hacer creíbles e incluso complejos pese a que encarnan estereotipos de género muy marcados. El autor de Otra vuelta de tuerca deja patente, una vez más, su calidad y sensibilidad literarias.
La novela supone, también, un documento valiosísimo para conocer los inicios del feminismo y sufragismo en los Estados Unidos, en especial en Boston y Nueva York, y la reacción antifeminista que provocaron.
La
historia, como ya he dicho, se centra en tres personajes. Por una parte, Olive
Chancellor, de la clase alta de Boston, feminista y sufragista, a la que se describe
como joven, aunque da la impresión de ser mayor (de hecho, en la película del
mismo título que adapta la novela, dirigida por James Ivory, es interpretada
por Vanessa Redgrave, que tenía, entonces, cuarenta y siete años, veintiuno más
que la otra protagonista, Verena Tarrant, encarnada por Madeleine Potter).
Olive queda fascinada por Verena, hija de un charlatán que mezcla pseudomedicina,
esoterismo y política. Verena posee un don excepcional para la oratoria.
Chancellor la acoge en su casa y la convierte en su discípula y protegida
(previo pago monetario a los señores Tarrant), ya que Verena se muestra muy
abierta a aceptar y difundir las ideas feministas de su anfitriona. Tarrant
hija es atractiva, sentimental y un tanto ingenua, pero vehemente y apasionada.
Se entrega por completo a la lucha de las sufragistas por conseguir el voto y
otros derechos para las mujeres.
Entre las dos protagonistas se entabla una intensa amistad, aunque hay una mayor autoridad por parte de Olive, contrarrestada por la dependencia que esta última siente hacia Verena. La sombra del lesbianismo no deja de estar presente, de modo muy soterrado.
Aparece
en escena el tercer personaje, Basil Ransom (interpretado en el filme de Ivory
por Christopher Reeve), un joven caballero de Mississippi, que luchó por el Sur
en la Guerra de la Secesión. Se trata de un hombre muy conservador, incluso
reaccionario en sus ideas sociales y políticas, y muy patriarcal. Considera que
la mujer le es inferior por naturaleza y que su sitio está en la casa, cuidando
del esposo y la familia. Al conocer a Verena, se enamora de ella y la persigue
convencido de que acabará por seducirla y por hacerle comprender que no es
feminista por iniciativa propia, sino por la influencia de otras personas, y
que, en realidad, lo que ella desea es entregarse al amor. Este planteamiento,
que Verena “está hecha para el amor”, dado su carácter dulce, sentimental y
complaciente, lo repetirá muchas veces a lo largo de la novela. Se muestra muy
cortés con la joven, a la que le promete una vida llena de afecto, pero, eso
sí, en los límites del hogar.
El juego de poder entre los tres protagonistas se describe de manera minuciosa, en toda su complejidad. Hay otras figuras secundarias importantes, como la hermana de Olive, la señora Luna, mujer convencional y egoísta, decidida a convertir a Ransom en su esposo, y la señorita Birdseye, el único personaje (y en especial la única feminista), que aparece presentada con ternura y respeto, incluso desde la perspectiva de Ransom. Incluso hay un personaje, el joven Burrage, pretendiente de Verena y que apoya la causa feminista, que podría entenderse como un representante de la “nueva masculinidad” de su época. No hay nada nuevo bajo el sol.
Resulta
muy difícil no calificar esta obra como antifeminista, dado que la voz
narrativa, creada por el autor, valora positiva o negativamente a los
personajes, sobre todo, pero no siempre, a través de Ransom.
A
Olive la presenta como una mujer fría, dura, estirada, reprimida y bastante
neurótica, además de fanática. Una señorita seca y reseca, que solo vive para
sus ideas feministas. El tópico de la solterona. Hacia Ransom tiene unos celos
intensos, que no demuestran ser infundados. Solo en los últimos capítulos,
cuando ella se da cuenta de que está perdiendo a Verena, ahonda más en sus
sentimientos.
En
cuanto a Verena, la retrata como una joven sumamente influenciable, que se deja
convencer por las ideas de Olive Chancellor y de las otras feministas. Es
ingenua, espontánea y emotiva, todo lo contrario de Olive. Aunque se resiste,
no tarda en sucumbir a la seducción de Basil, pese a conocer sus ideas. Se
diría que ha sido hipnotizada y lo sigue como una autómata. En ningún momento
parece creerse el feminismo que predica. Más aún, en la obra este se nos
presenta como un conjunto de ideas muy abstractas e imprecisas, podríamos decir
que buenistas, pura palabrería. Por el contrario, los planteamientos
conservadores de Ransom sí que están detallados.
No
es que Basil se muestre como un dechado de virtudes. Pero, desde luego, el
narrador no siente hacia él la animadversión que destila hacia Olive.
La
obra es un magnífico ejemplo del gran tópico del amor romántico como una
pulsión irresistible para las mujeres, al que parecen destinadas por
naturaleza. No obstante, la lucidez de James no le permite concluir la novela
sin una sombra de duda. No se engaña ni engaña a los lectores prometiendo un
futuro de dicha perfecta para el matrimonio, después de que Ransom
prácticamente rapta a Tarrant.
Invito
a leer esta novela como un buen testimonio de su época y a confrontar opiniones
con la mía.