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8 de julio de 2021

"LOS OJOS BIZCOS DEL SOL", DE EMILIO BUESO

 Este es el prólogo que he escrito para la edición en un solo volumen de la trilogía de Emilio Bueso "Los ojos bizcos del sol", publicada por Gigamesh en 2021 y compuesta por las novelas "Transcrepuscular", "Antisolar" y "Subsolar". 


Esta trilogía nos cuenta un viaje largo y difícil. Como el de la Odisea. Ya saben ustedes que los griegos lo inventaron todo en literatura y, después, no hemos hecho más que repetirlo. Y, claro, no solo viajarán los protagonistas. También los lectores. De ahí que pueda venirles bien que este prólogo les haga las veces de mapa, o de brújula.

Unos y otros van a hacer un recorrido por territorios que no conocen, en busca de un objeto robado. Un grupo de aventureros se enfrentará a grandes peligros, derivados de una naturaleza poco hospitalaria y de otros seres vivos que, con frecuencia, los querrán mal. Es un argumento de tradición clásica. Y la trama, única y lineal, camina del presente hacia el futuro.

Quien empiece a leer la trilogía va a inmersionar en un ámbito prodigioso, espectacular. Bellísimo y terrible. Enorme. Aquí no se construye una casa, sino una catedral. Más aún, un planeta entero. Imagino horas y horas de cavilaciones por parte del autor. No sé si noches en vela, pero sí llevarse la historia a la cama y, a la mañana siguiente, a la ducha. Jornadas de planificación, de escritura y corrección. Y documentarse mucho, muy necesario para lo maravilloso y para la ciencia ficción, por aquello de la coherencia interna y la verosimilitud.

Todos los dioses sufren en las cosmogonías: la creación de un mundo es como un parto. Hasta el dios judeocristiano tuvo que descansar el séptimo día. De modo que, si Bueso ha jugado a ser dios, ha pagado el precio. Se nota que se lo ha currado. Todo: desde los grandes espacios hasta los más pequeños detalles. Cada elemento tenía que encajar con los otros. Y los ha manejado con precisión de orfebre.

Ahora tengo que advertir a los lectores que van a caminar, cabalgar, volar y navegar por tierras raras, a meterse en sus entrañas: no es una lectura ligera. Por el contrario, exige un esfuerzo. Sé que no son tiempos propicios para tales tareas. Tenemos demasiado que leer, pilas de libros pendientes. No es fácil elegir el próximo o darle prioridad a uno concreto. Y más si te dicen que cuesta. Pero hay momentos para comer hamburguesa o pizza con cocacola, huevos con patatas fritas y cerveza (comidas que no menosprecio), y hay momentos para la alta cocina y el buen vino. Este último tipo de bocado requiere horas de preparación y paladares dispuestos a saborearlo con paciencia y parsimonia. También se puede acabar con el plato de una tacada, por supuesto. Sepan que aquí degustarán cocina experimental de lujo.

Ya he contado que van a encontrarse un planeta muy peculiar. A causa del acoplamiento de marea, presenta siempre la misma cara a su sol (igual que la Luna respecto de la Tierra). Como consecuencia, uno de los polos, el Agujero del Mundo, permanece en la penumbra o en las tinieblas, con temperaturas frías extremas, y otro, el Desierto del Mediodía, está abrasado por un sol permanente. Solo resulta posible una vida algo amable en la franja ecuatorial del planeta, el Círculo Crepuscular, donde se inicia la historia del primer volumen, Transcrepuscular. Conoceremos las otras dos vastas zonas en los siguientes volúmenes: la congelada y oscura, en Antisolar; la ardiente, en Subsolar.

Bueso crea y describe la vegetación, impactante, hiperbólica; las montañas, los valles, los ríos, los volcanes, los pantanos, las arenas ardientes, los hielos y sus luces, los eclipses, las profundidades oceánicas y sus monstruos abisales; las ciudades del planeta, las costumbres, ritos, atuendos, idiomas, vehículos, comidas. Y sus habitantes. Estos merecen mención aparte. No todos los pobladores de ese mundo son humanos. Decir que hay animales no resulta una buena definición. Más bien se trata de criaturas portentosas, desde nuestro punto de vista. Desmesuradas, dignas de causar estupor, maravilla. Realmente, los humanoides de allí devienen, al lado de ellas, tristes y vulgares primates.

En la trilogía, la ciencia ficción escora hacia lo maravilloso. Eso sí, no esperen encontrar una Alicia en el país de las maravillas, o acaso sería un reverso muy oscuro. Claro que todo lo que sea convertir a esa niña en un grupo de facinerosos me encanta. Tampoco hay un Gulliver, protagonista de una obra magistral y nada infantil, por cierto. La obra de Bueso deriva hacia lo maravilloso, sí, pero, a la vez, es ciencia ficción potente, muy elaborada.

A lo largo de las tres novelas encontramos el viaje del héroe (en este caso, de un grupo de antihéroes), space opera y aventuras, épica, espada y brujería, road movie o historia de carretera, wéstern, travesías submarinas... y más.


La épica de Los ojos bizcos del sol no tiene mucho que ver con la de El Señor de los Anillos. Se nota desde el título: un sol bizco carece de la solemnidad propia de Tolkien. Estaríamos más bien ante una antiepopeya. Sin embargo, poco a poco, la aventura acaba por elevar a sus protagonistas, al menos por encima del común de los mortales que se quedan en casa. No esperen tampoco encontrar aquí a los miembros de la Compañía del Anillo. Para nada.

Bueso no es el George R.|R.|Martin español ni va a ganar tanta pasta. Pero la trilogía lleva la impronta de su autor y está muy bien que sea así. A lo mejor les gusta a ustedes, los engancha de inmediato, desde la página primera, como me ha pasado a mí. A lo mejor no entienden nada y lo dejan. A lo mejor no lo soportan, les irrita, les encabrona. Y no es una disyuntiva. Pueden ocurrir las dos cosas al mismo tiempo. Yo he caído fascinada, me he leído cada volumen dos veces y en ningún momento he querido dejar la historia, pero, en ocasiones, me daban ganas de tener en las manos la edición ómnibus para tirársela al autor a la cabeza.

Si hubiera que poner advertencias de sensibilidad en la trilogía, y yo no soy partidaria de ellas, ocuparían un buen párrafo.

Sé que Bueso es un provocador. Me di cuenta en Cenital, la primera novela suya que leí, una distopía social más o menos ecologista. No me gustó mucho, la verdad. Luego, continué con Esta noche arderá el cielo, que me interesó por la escritura y por los paisajes desolados, las carreteras que no llevaban a ninguna parte, las auroras boreales, el frío. Entendí, asimismo, que el elemento macarra era característico del autor. Y que manejaba la inverosimilitud de tal modo que la aceptabas, con cierto asombro al principio, pero tragándote después un pacto de ficción que no hubieras consentido si no encajara de alguna manera más profunda y consistente. Con Diástole me hice fan de ese estilo.

En esta trilogía me ha costado un poco más deglutir ciertas decisiones de Bueso, apostaría que claramente meditadas y no exentas de riesgo.

Me gustó que el autor me llevara a ese mundo con un sol bizco y una luna verde, un clima despiadado y una colección memorable de bichos. Moluscos, arácnidos, crustáceos, insectos: invertebrados que viven en simbiosis con los otros pobladores antropomorfos. Pero encontrarme con que, en un planeta tan flipante y distinto al nuestro, exista la prostitución tal como aquí en la Tierra, me desconcertó e irritó. Mucho. No por puritanismo, sino por política. Porque me gustaría un esfuerzo para imaginar otra situación. Cosas mías feministas, pero es que el prólogo me lo han pedido a mí y no puedo callarme. Jodido patriarcado, ¿no hay manera de librarse de él en ningún lugar de la galaxia, de esta o de otras?

Otra cuestión es la del lenguaje coloquial. Al ser un registro cotidiano, además de cultural y diacrónicamente localizado, puede ocurrir que saque de la narración cuando esta es histórica o de ciencia ficción. Bueso ha caminado por el filo de la navaja.

Tuve que habituarme a los personajes, aun dándome cuenta de que eran antihéroes, hasta ahí llego sola, y que, por tanto, no había razón para entusiasmarse con ellos, y menos para tomarles cariño. El Trapo, que ya sabrán quién es si leen la trilogía, se me atravesó. (Asqueroso machista no humano. Lamento hablar de más.) Pero al final he llegado a tenerle cierta simpatía. Y al resto también. Con el Alguacil me identifiqué enseguida, porque he trabajado justo de lo mismo, alguacila, en los juzgados de Madrid.

Resulta comprensible que los viajeros de esta misión, voluntarios o forzados, no sean muy normales. Lo aprendí en el espléndido relato de Ursula K.|Le Guin “Más vasto que los imperios y más lento”: para marcharse en una nave espacial rumbo a las estrellas, sabiendo que, si regresas, habrán pasado muchos años, hay que estar pirado. Los que se embarcan o se ven metidos en la travesía de Los ojos bizcos del sol son antisociales, lumpen, escoria de la sociedad. Lo son o se vuelven así más pronto que tarde, cuando llevan camino suficiente para caer en la condición de proscritos. Y ojo con las mujeres del grupo, poderosas, rotundas y que no se dejan arredrar. Me gustan. El equipo inicial se hace y se deshace, sus integrantes se pelean, se reconcilian, habrá traidores y amantes y amigos y rivales.

Se dan, en el grupo y en la larga travesía, momentos para la lucha, para el avance, para la huida, el descanso, la esperanza, la melancolía, el descubrimiento, para follar, dormir, comer, discutir, odiarse y reconciliarse.

Suelo llegar tarde a las novedades literarias, dado que no siempre hay edición digital, que necesito por problemas visuales. Además, soy despistada y no me entero de las publicaciones más recientes, los cotilleos y las polémicas. Pero sí supe de las ediciones especiales de Transcrepuscular y Antisolar, de las ediciones oro y plata. En su momento no los pillé. Ahora pienso buscarlos y conseguirlos por medios lícitos o ilícitos. En cuestión de libros, todo vale. De cualquier manera, hay que ver la parte positiva de que los lea cuando ya no están en las mesas de novedades. Viene bien recordarlos al cabo de unos meses, o años. Ahí aparezco yo. Ha habido edición oro y plata; después, otra más sencilla y económica; hasta audiolibros de las dos primeras novelas. Y, finalmente, esta edición ómnibus.

¿La obra vale para cualquier tipo de lector o es una pura fricada? Me gustaría saber qué puede sentir un lector no acostumbrado a los géneros no realistas al enfrentarse a ella. ¿Se preguntará si el autor se ha tomado un tripi? ¿Le explotará la cabeza?

Lo mejor de la trilogía es, precisamente, su apuesta arriesgada en un mundillo literario donde se tiende a lo fácil y cómodo, a lo comercial. Pese a mis reticencias ideológicas y mis gruñidos de cabreo, me he metido tanto en esta historia que he tenido auténticos momentos de agobio, tan atrapada como los propios personajes. Y ha merecido la pena.

El estilo de Bueso me parece deslumbrante. De manera literal. Las imágenes, los claroscuros, las pinceladas, los colores. Y, también, las sensaciones táctiles, las atmósferas, los olores y ruidos. Esos paisajes desolados y duros, inhóspitos, gélidos o abrasados. En esos momentos, disfruto con arrebato. Me parece que el autor llega a alcanzar lo sublime, aunque lo mezcle con lo detestable y lo grotesco, algo muy propio, por cierto, de los románticos. De los románticos del siglo xix, rebeldes, iconoclastas, defensores de lo irracional, irreverentes. Los que preferían las tormentas a las playas tropicales de arenas doradas y mares esmeraldas. Nada de palmeras, mejor rocas, un mundo mineral, inorgánico. La extraña naturaleza de ese planeta inventado por Bueso, sus pobladores, sobre todo los no humanos, se convierten en un placer salvaje. Me ha dado mucha envidia la invención de los putos caracoles, las hermosas libélulas voladoras y hasta las babosas, que ya quisiera tener una. Porque no son como las que conocemos, no. Solo puedo añadir que son hiperbólicas.

Si lo que pretendía el autor, además de crear un mundo y que alucináramos con él, era incomodar, dar una patada en las tripas a quien leyera, sacarlo de su zona de confort, irritarlo y cabrearlo, lo ha conseguido. Y no, no estoy hablando de lo políticamente incorrecto, sino de lo desagradable, lo duro, lo grotesco, lo que molesta por su crudeza. Para que todo ello compense, hay que escribir bien. Provocar lo puede pretender cualquier gañán. Bueso es inteligente, conoce el oficio y trabaja mucho. Y creo que puede hacerlo mejor todavía.

Fascinación y rechazo, pues. Poesía y macarrismo. Imágenes que, con frecuencia, recuerdan a los cómics (hay uno sobre Transcrepuscular). Y resonancias con Calvino, por las ciudades que aparecen; con Pilar Pedraza; con Anna Kavan, cuya obra de culto, Hielo, tiene mucho en común con los paisajes de Antisolar.

Y solo les menciono que el final sorpresa es de olé y olé.

Por cierto, ¿es la simbiosis (uno de los grandes temas de la trilogía) una colonización o una espléndida posibilidad evolutiva? ¿Nos vuelve dependientes o mejora nuestras capacidades? ¿Hay que combatirla o intentar adaptarse?

Ya me contarán.