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4 de abril de 2024

“DIOSA DE TIERRA Y METAL”, DE MARISA ALEMANY

          Marisa Alemany López

Diosa de tierra y metal

Málaga, El Transbordador, 2018.

240 páginas.

 Esta es una novela con un estilo brillante y un argumento condensado igual que en la poesía. Por eso necesita ser leída con atención. Personalmente, aunque puedo disfrutar también de un volumen extenso y detallado en su ambientación y personajes, admiro más los destilados, los elixires, las joyas pequeñas pero bien trabajadas. He encontrado aquí una pequeña alhaja cuya lectura me ha sido muy placentera. Se publicó en 2018; sin embargo, la mayoría de los libros no caducan y, por fortuna, este es el caso.

El libro ofrece, al principio, un glosario que facilita el conocimiento de personajes, razas, animales y lugares. Estamos ante una novela de ciencia ficción con un fuerte componente de fantasía o lo maravilloso.

La acción se desarrolla en un cúmulo estelar, el Cúmulo de las Tres Hermanas, en la Vía Láctea. Tres estrellas, El Fuego Blanco, una gigante azul, y dos de menor tamaño, marrones, Elucidé y La Otra, están en un extremo del cúmulo; en el otro, se encuentra Culmen, un sol amarillo. Alrededor de Culmen orbita el planeta Prakiti, con unas condiciones de vida muy acogedoras. La capital de Prakiti es Kil. El mundo tiene un satélite, Iris, donde hay minas para su explotación. En la zona de El Fuego Blanco y las dos estrellas marrones se encuentra el extraño planeta El Quiebro, con una orografía alucinante (olvidémonos del problema de los tres cuerpos, aquí no va a perturbar nada). Encélado es un asteroide errante y Dokas, un planeta terraformado. Este pequeño sistema de objetos celestes no debe examinarse desde el rigor científico, astronómico. Se trata, más bien, de un escenario cercano a la fantasía y con una fuerte carga estética. En ese sentido, recuerda los ámbitos creados por T. P. Mira de Echeverría en la novela corta Madrugada (Cerbero, 2019), o por Ana Tapia en el poemario de ciencia ficción Las ovejas radiactivas de Kolimá (Cazador de Ratas, 2019).

En este cúmulo viven tres razas, los ahimsa, provenientes de la Tierra; los solárides, con el mismo origen, pero que llegaron después y ocupan los planetas y satélites más inhóspitos, lo que les provoca graves problemas de salud, además de haber sufrido la radiación durante el viaje estelar; y los addeptes, mutantes que han conseguido una mayor adaptación al entorno que los solárides.

La joven Jyoti, proveniente del satélite Iris, llega a Kil, capital de Prakiti, en busca de noticias sobre su madre, una mujer misteriosa y ambivalente que ha desaparecido de súbito. Conocerá, entonces, la escuela de shaktis, de la que entrará a formar parte como alumna. Las shaktis son mujeres addeptes a las que se considera diosas, vinculadas con elementos de la naturaleza: la tierra, el aire, el agua, el fuego y el éter. Los pobladores de Prakiti también creen en divinidades elementales de lo natural y en que la estrella Culmen es un dios. Todo esto recuerda a la mitología pagana anterior al judaísmo, cristianismo e Islam. Por su parte, algunos solárides, sobre todo los más guerreros, prefieren a deidades como Marte, Júpiter o Saturno. Jyoti continuará su búsqueda con la ayuda de otras dos alumnas, Duna y Lilian, y el joven ahimsa Töllen. Este viaje les llevará primero a Kull, en el norte de Prakiti, un territorio muy frío; más tarde, hacia El Quiebro, en busca de la Reina de Vilos, la diosa addepte con más poder, venerada incluso por las shaktis; en el camino se toparán también con el oráculo de Encélado, extraña criatura a la que se consulta, precisamente, por su capacidad visionaria. Los protagonistas tendrán que enfrentarse a unos antagonistas decididos a acabar con ellos, el visir Mudráh, su lugarteniente Holún y el comandante jefe soláride Dokas.

Más allá del viaje de búsqueda que realiza Jyoti, una muchacha muy especial, como descubriremos, hay un conflicto que cada vez se hace mayor: el que se da entre los solárides y las shaktis. Los primeros pertenecen a una cultura básicamente masculina, guerrera y partidaria de la razón, la ciencia y la tecnología; consideran que sus conocimientos y herramientas deberían extenderse a todo el cúmulo, incluyendo Prakiti, pues así se evitarían desastres naturales como una reciente tormenta solar. Frente a ellos, las shaktis representan una espiritualidad más dada a la fe que a la racionalidad, la técnica o la ciencia; son veneradas por los habitantes de Prakiti como diosas femeninas de gran poder; practican una sexualidad con ritos muy marcados y creen en las energías del universo y en que pueden manejarlas gracias a su vínculo con las deidades que se encuentran detrás de estas energías o fuerzas naturales; remiten a figuras femeninas del hinduismo, las sakti o shakti. Por otra parte, en el cúmulo de las Tres Hermanas están los ahimsas, humanos sin mutaciones, partidarios de la no violencia, que tratan de mediar entre las dos fuerzas opuestas, la femenina y la masculina, la espiritual y la material, la mística y la racional, defendidas respectivamente por mujeres shaktis addeptes y varones solárides.

Hay que leer la novela como si fuese una fábula de lo maravilloso mezclada con ciencia ficción y donde prima la belleza y lo exquisito, aunque no esté exenta de violencia. Se disfrutará mucho así. Tiene elementos narrativos muy clásicos, como el viaje de la heroína en busca de otra persona, su madre en esta ocasión, pero que es también un viaje de autodescubrimiento. El grupo de protagonistas jóvenes puede gustar a lectores de esa edad. Genial, por cierto, la prueba del combate entre las alumnas de la escuela de shaktis y los garkos; el bestiario que encontramos en la novela es breve pero muy sugestivo.

Aunque el mundo ficcional está bien creado y la acción y la trama se desarrollan correctamente, sí que podría venir bien para los lectores un poco más de información sobre todo lo que sucede, pues a veces se necesita un sobreesfuerzo o releer varias veces.

Diosa de tierra y metal desarrolla una narración más breve, “Gran shakti de Kil”, incluida en la antología Antes de Akasa─Puspa (Sportula, 2015; hay otra antología de nombre similar, Akasa─Puspa, de Aguilera y Redal, 2012, publicada en la misma editorial). Ambas antologías reúnen cuentos de diversos autores españoles, ambientados en el universo de Akasa─Puspa, creado por Juan Miguel Aguilera y Javier Redal en las novelas Mundos en el abismo (Ultramar, 1988) e Hijos de la eternidad (Ultramar, 1990), y continuadas por los propios autores en varias secuelas. Akasa─Puspa es un cúmulo globular de la Vía Láctea, y estas novelas mezclan el space opera (aventuras en el espacio) con la ciencia ficción dura. Yo leí las dos primeras en un solo volumen publicado por el sello Equipo Sirius, y me gustaron mucho. Un clásico de la ciencia ficción española y una de las mejores sagas de nuestra narrativa no realista, muy trabajada e imaginativa. La ventaja que tiene un cúmulo de estrellas es que permitiría los viajes estelares entre planetas habitados, aunque supongan largos trayectos temporales, sin necesidad de recurrir a licencias narrativas como los agujeros de gusano, las múltiples dimensiones del espacio─tiempo y demás.

La novela de Marisa Alemany se inscribe, además, en una tradición de escritura de mujeres que abordan la ciencia ficción y la fantasía (o sus híbridos) para presentar los conflictos derivados de unas identidades de género femenina y masculina muy marcadas y opuestas. Así, el Cúmulo de las Tres Hermanas recuerda, en parte, al mundo dividido de La puerta al país de las mujeres (1988) de Sheri Tepper, en el que mujeres y varones viven separados y solo se unen para procrear. O a Los matrimonios entre las Zonas Tres, Cuatro y Cinco (1980), novela de Doris Lessing, perteneciente a la serie Canopus en Argos: Archivos, en el que asimismo existe un durísimo enfrentamiento entre los dos géneros, bastante estereotipados además, que se trata de solucionar mediante matrimonios; es una pena que esta obra de la premio Nobel no se reedite, por su imaginación y su ironía, aparte de su final, que tiene elementos en común con la novela de Alemany.

Resulta inevitable comparar, asimismo, Diosa de tierra y metal con Las nieblas de Avalon (1982) de Marion Zimmer Bradley, ya que ambas autoras inciden en la importancia de las divinidades femeninas, la espiritualidad, la sexualidad y el respeto a la naturaleza, aunque Bradley se basa en mitos artúricos y Alemany en los hinduistas. Y, por último, hay algo en el estilo de la autora valenciana que me recuerda las imágenes brillantes, espléndidas, de las narraciones de fantasía de la británica Tanith Lee. Estoy hablando de tradición y posibles influencias, de modelos y de pertenencia a una red de textos: lo que siempre se ha dado en literatura.

Palabras clave: Marisa Alemany, autoras españolas de ciencia ficción, escritoras españolas de ciencia ficción, ciencia ficción feminista, autoras españolas de fantasía, escritoras españolas de fantasía, Akasa─Puspa, feminismo de la diferencia en literatura, divinidades femeninas, sexualidad.