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30 de septiembre de 2008

LENGUAJE Y SEXISMO

MÁS QUE RESPUESTAS, REFLEXIONES
Planteamientos básicos

Como feminista y filóloga considero que es muy importante reflexionar sobre el lenguaje en mi trabajo activista.

La lengua que hablamos, nuestra lengua materna, no es neutra: está influida por nuestro entorno personal, histórico, cultural y social, e influye a su vez sobre estos.

Analizo y cuestiono el lenguaje que hemos recibido porque ha sido un espejo de las estructuras patriarcales que, durante siglos, a las mujeres no nos han incluido, no nos han nombrado, o lo han hecho según sus intereses e intencionalidades.

Como feminista quiero un lenguaje no sexista♀noviolento♀incluyente♀plural♀creativo;
no pretendo lo políticamente correcto, sino un lenguaje innovador que no repita los prejuicios de siempre.

Creo que la Academia y los sectores sociales más conservadores y machistas siguen mostrando una virulencia y un menosprecio incomprensibles hacia las creaciones, análisis y planteamientos del feminismo. Su argumento mayor es la ridiculización y el insulto.

¿Quién hace las lenguas, l@s hablantes o la Academia y las gramáticas? ¿Quién inventa nuevas palabras? Cualquier hablante, tod@s l@s hablantes lo hacemos. Todas las lenguas cambian, evolucionan, se transforman debido a muchas razones, entre ellas, las nuevas realidades históricas y sociales. Cuando las mujeres empezamos a acceder a espacios antes prohibidos o restringidos a los varones ¿cómo no va a cambiar el lenguaje también, pese a resistencias iniciales o permanentes? ¿Por qué oponerse a las innovaciones lingüísticas, tipográficas, etc., para lograr un lenguaje inclusivo, si la innovación y experimentación han sido siempre acciones muy valoradas por la literatura y el arte?

Pretendo demostrar que, cuando determinadas profesiones, oficios, cargos, títulos, actividades, han sido ocupadas o desarrolladas tradicionalmente por mujeres, nunca ha habido problema para feminizar las palabras que las designan. Tampoco ha habido ninguna dificultad para que los oficios históricamente femeninos pasen a nombrarse en masculino cuando los varones los ocupan.

El problema y la resistencia surgen cuando se trata de nombrar en femenino profesiones, oficios, cargos, títulos y actividades ocupadas o desarrolladas tradicionalmente por varones, pues el género masculino parece conllevar más prestigio social.

Respecto del masculino genérico (el masculino usado, en plural o singular, para referirse a los dos géneros, varones + mujeres, masculino + femenino) pretendo demostrar que muchas veces realmente ha servido sólo para nombrar a los varones, sin incluir a las mujeres, y que las alternativas a esto, propuestas por el feminismo, son variadas y perfectamente viables.

No quiero forzar ni imponer a nadie mis criterios, sólo plantear un debate lo más racional y sereno posible, partiendo de ejemplos concretos, que creo pueden convencer más que muchos argumentos.

Eso sí, seguiré exigiendo a la Administración que promueva y sea la primera en usar un lenguaje no sexista, inclusivo para las mujeres.
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A nivel personal y cuando el debate se hace imposible porque las posturas se vuelven intransigentes, mi decisión es persistir en nombrar en femenino y en usar un lenguaje inclusivo. Creo que el tiempo, la constancia y la tenacidad pacífica nos darán la razón a quienes compartimos esa decisión.