Emilio Bueso
Diástole
Salto
de Página, 2011
De
Emilio Bueso he leído Cenital (Salto
de Página, 2012), Esta noche arderá el
cielo (Salto de Página, 2013) y, ahora, esta novela, la que más me ha
gustado de las tres.
El
argumento:
Jerôme
es un pintor venido a menos, que tuvo
sus momentos de fama, ahora politoxicómano. Malvive en el sur de Francia. Lo contrata Iván, un hombre que dice provenir de
la antigua Unión Soviética y quiere que Jerôme le pinte en un retrato, durante
cuatro noches sucesivas. El artista debe
trabajar en la casa que Iván tiene en los Pirineos. Como necesita dinero,
Jerôme acepta y se dirige en su derrengado
Talbot Horizon hacia las montañas. Al llegar, es recibido por Dumitru, el
ayudante rumano de Iván, que lo invita a entrar desde el umbral de la puerta. Dos
perros lobos pasean también por el lugar.
Velada
tras velada, el recién llegado conocerá la casa, oscura y siniestra, y la
historia de Iván, pues a este le parece imprescindible contarla para que Jerôme
lo retrate bien. Las noches, ya se sabe, son propicias para las narraciones
orales, y las casas siniestras, para los cuentos de terror.
Así
conoceremos el pasado de este ruso que
ama la pintura y el arte y, sin embargo, también ha colaborado en una red de proxenetismo, ha tenido que huir
como un forajido, se ha escondido igual que
un samosely en la zona de exclusión
afectada por el desastre nuclear de Chernóbil, ha resistido el asedio del
ejército nazi en Leningrado, durante la Segunda Guerra Mundial, y ha conocido
las hermosas noches blancas de esa ciudad cuando era San Petersburgo. Llega un
momento en que el pintor no cree sus relatos, pues entonces Iván sería viejo,
muy viejo. Poco a poco encontrará la verdad: recorriendo la mansión ruinosa, empezará a hacerse una idea,
y también cuando compruebe que lo siguen agentes rusos a fin de que colabore
con ellos para descubrir los secretos que oculta Iván. Secretos oscuros, terribles,
radiactivos. Suciamente radiactivos.
¿Puede
haber belleza y poesía en la radioactividad? ¿Es posible escribir un terror no
manido? ¿Se puede usar literariamente la figura del vampiro o está caduca, en
total decadencia?
A
la última pregunta, yo diría que sí, que siempre. El vampiro es uno de los
pocos depredadores de la especie humana, la cual solo parece que puede ser
depredada por sí misma (y por las epidemias). Hace poco reseñé el
libro de relatos Asunto NM de Conchi
Regueiro, que también revisa el mito del vampiro de una manera nada convencional.
Ahora bien, no es nada fácil retomar estas criaturas y no caer en el tópico. Regueiro
y Bueso lo consiguen.
Me
gusta el terror de Diástole, porque priman
lo inquietante y lo siniestro. Hay gótico en la novela de Bueso, pues al fin y
al cabo cuenta con los ingredientes favoritos de este género: las criaturas de
la noche, híbridas entre la no muerte y la no vida; las regiones apartadas,
montañosas; las casas que tienen personalidad propia, en ruina y decadencia; la
sangre.
Los
personajes de Diástole (y, en lo que
he leído, de otras obras de Bueso) están, con frecuencia, en los márgenes
sociales y en la distancia geográfica, en parajes poco hospitalarios. Aquí,
Jerôme se encuentra marcado por sus adicciones, la soledad y la tristeza, aunque
no es el único. Hay una historia de amor arrebatado, en un contexto de
prostitución y violencia que deja muy pocas esperanzas a los amantes. Sobre
todo, son monstruos. Los monstruos resultan imprescindibles en ficción, y no solo
en al terror, por su valor catártico.
Lo
que me gusta de la narrativa de Emilio Bueso, que ya encontré en Esta noche arderá el cielo, es su
capacidad de extraer belleza de lugares inhóspitos e incluso terribles. La belleza
está en el modo en que relata y describe, en las imágenes que plasma. No, no siempre
son espacios o paisajes chungos. Las noches blancas de San Petersburgo, por
ejemplo, no lo son. A diferencia de Chernóbil, el área de exclusión, las tierras
devastadas por la catástrofe nuclear, los samosely,
o esa casona en los Pirineos llena de podredumbre, literalmente. Todas esas imágenes
me subyugan. Igual que lo hizo la distopía ártica de Anna Kavan en Hielo. Me gusta ese tipo de paisajes, lo
subpolar y el permafrost, la hermosura del plutonio, de los bosques espesos y
las casas sombrías. Las tinieblas que lo poseen todo.
Hay
otros elementos narrativos de Bueso a tener en cuenta. Por ejemplo, los motivos
literarios que trabaja como en una labor de orfebrería. Y la presencia de lo
inverosímil, anacrónico, coincidencias o azares difíciles de creer pero que
aceptas, porque llevan a un juego de espejos y de circularidad que construyen
no realidad, sino literatura.