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16 de octubre de 2018

"UN MOMENTO DE PURA ESENCIA: LA CIENCIA FICCIÓN DE ALICE SHELDON-JAMES TIPTREE JR.


Este artículo fue publicado en la revista Alfa Eridiani nº 26, en septiembre de 2015.

Como ya no puede descargarse, si no solo leerse online, la he traído a mi blog. No obstante, podéis encontrarla online en este enlace: http://alfaeridiani.blogspot.com.es/2015/09/alfa-eridiani-se-complace-en-sacar-un.html

Trata sobre la obra de una de las/los/les/lxs más grandes escritores de ciencia ficción en lengua inglesa, una de las/los/les/lxs mejores. ¿Pero qué pronombres utilizar para hablar de ella/él? No es fácil, pero sí todo un reto y un placer.

 ¿Quién fue Tiptree?

En la primavera de 1967, un hombre una persona llamadoa James Tiptree Jr. envió varias historias de ciencia ficción a distintas revistas estadounidenses, y algunas fueron aceptadas y publicadas.
Poco a poco, Tiptree fue haciéndose un lugar en el ámbito de la ciencia ficción anglosajona. Gustaba a editores y lectores. Estos últimos empezaron a mandarle cartas a las editoriales y revistas donde sus obras, sobre todo relatos, aparecían. Los propios editores y otros autores se comunicaban con él también por carta. Tenía un apartado postal y una cuenta corriente en Virginia. Piensen ustedes que eran años tan asombrosamente prehistóricos como para que se escribiese con máquinas de ídem, armatostes que hoy son objetos de decoración o de museo, y las computadoras y móviles eran tema del género al que se dedicaba el señor Tiptree Jr. Nada de Internet ni de redes sociales.
Aun así, y como el cotilleo ha existido siempre, pronto se empezó a elucubrar sobre la verdadera personalidad del nuevo y afamado escritor. Se decía que «James Tiptree» era un seudónimo. Desde luego en la ciencia ficción han sido muy frecuentes los seudónimos, por diversas razones. Por ejemplo, tal vez el autor no quería dar a conocer su verdadero nombre porque se dedicaba a un oficio serio y no deseaba que se supiera de esa otra afición tan extravagante. Quizás ya entonces, decantarse por escribir o leer CF era asunto de frikis avant la lettre. Bien. Se sospechaba incluso que Tiptree había trabajado en algún momento de su vida en la CIA. En todo caso, estaba claro que era un tipo misterioso que no se dejaba ver en Congresos o acudía de incógnito, no hacía apariciones públicas, ni siquiera sus editores le conocían personalmente. Mal le hubiera ido en esta época.
Y además de misterioso, este Tiptree resultaba peculiar. Amable, educado, maduro, puede que soltero… o incluso homosexual, se llegó a sugerir, (aunque filtreaba con sus colegas mujeres)… De ideas progresistas, y hasta feministas, comentaban por ahí, y afirmaba él mismo. Pero no, una de las escritoras con las que mantenía correspondencia epistolar asidua, Joanna Russ, declarada y radicalmente feminista (como muestra su novela El hombre hembra (1975)), le contestaba siempre eso que las feministas de ciertas generaciones hemos dicho tantas veces a los varones cuando presumen de serlo: « ¡Pero cómo vas a ser tú feminista, Tiptree, si eres un hombre!».
Por decir, hasta hubo quien propuso que detrás de aquel seudónimo se ocultaba una señora. Pero el gran Robert Silverberg lo descartó por completo en su prólogo a la antología de Tiptree Mundos cálidos y otros, de 1975: «se ha sugerido que es una mujer, teoría que encuentro absurda porque hay para mí algo ineluctablemente masculino en sus narraciones».
Ese prólogo da interesantes datos sobre los comienzos de James Tiptree Jr. Escribía cuentos sobre todo (algo normal en aquella época; era raro iniciar la andadura literaria como ahora, abordando trilogías sin más). El tiempo demostraría que Tiptree tenía un interés y un talento especial por y para el género corto, y que solo abordaría la novela por presión de sus editores.
Y desde luego, sus narraciones destacaban. En 1973 se publicó la colección A diez mil años luz de casa, y en 1975 la ya citada Mundos cálidos y otros. Algunos de sus cuentos fueron premiados: en 1974 obtuvo el Hugo por «La muchacha que estaba conectada», y en 1977 por «Houston, Houston, ¿me recibe?», novela corta que también ganó el premio Júpiter de ese año y el Nebula de 1976; en 1973 le dieron  por el relato corto «Amar es el plan, el plan es la muerte». Esto en el período que va de 1968 a 1977.

Entre 1974 y 1977 una escritora llamada Raccoona Sheldon publicó una serie de cuentos que en algunos casos se podían considerar rabiosamente feministas: «Angel Fix» (1974), «¡Vuestros rostros, hermanas mías! ¡Vuestros rostros llenos de luz!», y «El eslabón más débil», ganador este último del Premio Nebula.
El 24 de agosto de 1915, en Chicago, nació Alice, hija única de Mary Hasting Bradley, famosa autora de novelas de éxito y libros de viaje y exploradora de África, y de Herbert Bradley, abogado y explorador también. Una pareja bien situada económicamente, encantadora, emprendedora, casi ideal: ricos y famosos. El peso del glamour materno y paterno se convirtió en muchas ocasiones a lo largo de su vida en una carga para Alice. La relación con su madre fue ambivalente y difícil (¿cuál no lo es, entre hija y madre?). Con Herbert, quizás, el vínculo resultó más simple.
El matrimonio llevó a su hija a África siendo Alice una niña. Una experiencia que, como puede suponerse, la marcó profundamente. (Visitaron, entre otros lugares, el lago Tanganica, las cataratas Victoria, Congo, Ruanda, Uganda, Kenia…). Hubo tres viajes: cuando Alice contaba seis, nueve y quince años.
Alice se casó dos veces: con Bill Davey, en una relación bastante tormentosa y hasta violenta; bebían mucho y el matrimonio acabó mal y duró poco. Su segundo esposo fue Huntington (Ting) Sheldon, militar, doce años mayor que ella. Nunca tuvieron unas relaciones sexuales satisfactorias para Alice, pero fueron compañeros de vida.
Alice Sheldon se llevaba mejor con los hombres que con las mujeres, estas le aburrían, pero se enamoraba de ellas, aunque no se atrevió a ir más allá del deseo. Su caso no es infrecuente: se entendía más con los varones que con las mujeres porque la mayoría de éstas eran pasivas y muy limitadas en su papel femenino; Alice prefería la libertad. También tuvo sentimientos encontrados respecto de su propio género: creía que como varón hubiese sido más feliz, y al tiempo se declaraba feminista.
Se dedicó a la pintura durante un tiempo, fue crítica de arte para un periódico, y en 1942 se enroló en el WAAC (Women´s Army Auxiliary Corps, Cuerpo Auxiliar Femenino del Ejército).
En diciembre de 1943 fue trasladada al servicio de fotoespionaje de la Fuerza Aérea. Alcanzó el grado de
mayor antes de licenciarse en 1946. Realmente Alice nunca participó en la II Guerra Mundial más que desde su trabajo de espionaje técnico, no estuvo en el frente y viajó a Europa cuando la guerra había acabado. Del mismo modo, su trabajo junto a Ting Sheldon en la CIA (después de un período de 4 años en que ambos intentaron llevar un criadero de pollos en New Jersey (de 1952 a 1955), fue fundamentalmente burocrático, de oficina, para nada al estilo Misión imposible. Ting sí estuvo más años en la CIA y en un puesto superior.
En 1955 Alice dejó la CIA y empezó a estudiar en la Universidad, y se doctoró en Psicología Experimental en 1967. Tenía 51 años.
La doctora Alice Sheldon no siguió trabajando en el terreno de la psicología. Tampoco publicó nunca con su nombre las obras que proyectaba dentro de esa disciplina. Porque entonces decidió intentar la aventura de escribir literatura, y eligió la ciencia ficción, género al que había sido muy aficionada como lectora. Y se convirtió en James Tiptree Jr., y más tarde, en Raccoona Sheldon.
Solo diez años después de empezar esta historia de doble personalidad que devendría en triple, se reveló la verdad, al morir la madre de Alice, y comentar Tiptree este fallecimiento como suceso propio. El entorno del supuesto escritor empezó a investigar y ató cabos. Y Tiptree fue descubierto.
El apellido Tiptree lo había elegido inspirándose en una marca de mermeladas; lo de «Jr.» fue una idea de su esposo, Ting.
El caso de Alice Sheldon podría haber sido uno más en la lista de aquellas mujeres que eligieron publicar con seudónimo masculino, por muy diversas razones, aunque casi todas se resumen en que usar un nombre masculino en vez de femenino hacía mucho más fácil y prestigiosa esa publicación, e incluso era menos arriesgado para su verdadera identidad. La peculiaridad de la historia de Tiptree está en que Alice Sheldon no sólo se inventó un nombre falso, sino toda una personalidad masculina, que mantuvo durante casi diez años.
Uno de los cuentos incluidos en el libro Mundos cálidos y otros, prologado como ya he dicho por Robert Silverberg, se titula «Las mujeres que los hombres no ven» (¿un título intencionado?). Sin embargo no es menos cierto que Silverberg no fue el único engañado. Autoras como Ursula K. Le Guin y Joanna Russ mantuvieron una correspondencia estable con el presunto Tiptree, y para ambas fue una sorpresa descubrir la auténtica personalidad que se ocultaba tras el seudónimo. Tiptree se carteaba como hombre con ellas, con otros escritores, editores, lectores, contestaba las entrevistas por correo, y eludía, claro, toda posibilidad de un encuentro personal.
Pero lo que empezó siendo una ocurrencia, algo divertido a la par que práctico, un secreto gustoso de guardar («Por fin tengo lo que todo niño desea; una verdadera vida secreta», escribió, palabras que nos ha hecho llegar su biógrafa, Julie Phillips) se convirtió en algo diferente: poco a poco Alice se vio envuelta en su propio juego, sin saber cómo salir de él, atrapada, pero al mismo tiempo satisfecha con la existencia de su alter ego.
Lo que hizo Alice Sheldon fue llevar mucho más allá de lo corriente el uso de un seudónimo masculino. Estamos ante un ejemplo de auténtica transexualidad literaria.
Tanto es así que a partir de un determinado momento Alice sintió la necesidad de tener una voz femenina, para decir cosas que no era capaz de expresar como hombre, como Tiptree. Y por eso inventó otro seudónimo, Raccoona Sheldon.
«Una de las ironías de la carrera de Alli [Alice] como Tiptree es que ella insistía en la naturaleza biológica, esencial, del género, en el momento mismo en que parecía demostrar que todo era una actuación, que después de todo, el género era lo que uno decía que era», explica Julie Phillips.
Descubierta la verdad, Alice se consideró incapaz de escribir con su nombre real. Un bloqueo literario y personal que le duró algún tiempo, hasta que volvió a publicar como James Tiptree Jr. y como Raccoona Sheldon. El público lector, sus colegas y los editores tuvieron bastante menos problemas que ella misma; continuaron leyéndola/lo con gusto. Pero Alice sufría. No solo a causa de haber sido desenmascarada.
Ya en 1975 había caído en una profunda depresión, y no se trataba de la primera. Su vida fue en mucho una pelea solitaria contra la depresión. Se le diagnosticó una ciclotimia, un trastorno bipolar, en el que pasaba de intervalos de ansiedad a depresivos. Se medicaba sin control y fue adicta a las anfetaminas, que usaba entre otras cosas para escribir.
En 1977, Ting empieza a quedarse ciego, y Alice le propone un pacto de suicidio. Él dice que tal vez lo aceptaría pasados unos años.
Leyendo sus relatos siempre he tenido la impresión de que fue una mujer atormentada, a veces tenebrosa, y en su literatura, a la vez que planteó temas sexuales como pocos autores, hay una obsesión por la muerte muy poco habitual en la ciencia ficción (más allá de los cadáveres acribillados a tiros), muerte como fin, desaparición de un ser humano, una raza o especie, o incluso un mundo. Es una visión existencial; el dolor está presente en toda su obra, de un modo profundo, extraño, oscuro. Obsesionada por la muerte y tentada demasiadas veces por el suicidio, y de verdad, no como pose para sí misma, los hechos acabaron por demostrarlo.
La pérdida de su secreto, su identidad como Tiptree, fue ya lo he comentado, dolorosa para ella. Se creyó a partir de entonces menospreciada, sin la autoridad de un nombre masculino. Igualmente se sentía mal por su edad: «una anciana es la forma más baja de vida humana».
Pensaba que habría sido mejor para ella ser realmente un hombre. «Y Tiptree era la masculinidad “mágica”, su pluma era mi polla. A través de él tuve todo el poder y prestigio de la masculinidad, fui –pese a ser una intelectual que envejece–, uno de los que son dueños del mundo. ¡Cómo detesto ser mujer! (…) Quiero poder, quiero ser escuchada (…) Y nunca lo tendré. Estoy acorralada en este cuerpo perverso de segunda categoría.» (Phillips, 2006: 461).
«No cabe duda, mi interior no está a juego con mi exterior. Vivo en mi cuerpo y en mi presencia social como si se tratase de un artefacto extraño» (Phillips, 2006: 462).
«Mi desdichada sexualidad, mi género confundido y mi anhelo de un pene…, de convertirme en un hombre» (Phillips, 2006: 462).
El 19 de mayo de 1987, Alice Sheldon, de 71 años, mata de un tiro en la cabeza a su esposo Ting, de 84, y luego se dispara a sí misma. De la biografía elaborada por Phillips se deduce que no consultó al esposo si estaba de acuerdo con esa decisión última, por mucho que lo hubieran hablado antes.
¿Era Alice Sheldon una lesbiana reprimida? Parece muy probable. ¿Era una transgénero que no pudo manifestarse? Tal vez. Lo uno no implica lo otro, algo muy a tener en cuenta, pues identidad de género y opción sexual son cosas diferentes. Ni siquiera la apariencia física de Alice (tan rubia, tan anglosajona, tan poco masculina exteriormente) significan nada. Es difícil saber lo que ocurría en su interior. En la espléndida biografía de Julie Phillips, que recomiendo a todas y todos los fans de Tiptree, apunta posibilidades. La verdad ¿la sabía acaso ella misma? ¿Estuvo Alice Sheldon atrapada por el recinto del tiempo y el lugar en que le tocaron vivir, en las convenciones, en su propio miedo? Posiblemente, igual que en otros muchos casos de mujeres y hombres. En su misma época sin embargo otras personas se atrevieron a desvelarse como lesbianas, homosexuales o trans. Quizás ella no pudo y lo hizo a través de la literatura, de sus relatos y novelas, y del escritor que se inventó para conseguir otra vida. La libertad de los sueños.
Los feminismos más clásicos hablarían de que Sheldon no deseaba realmente ser un varón, sino conseguir el poder, la valoración, el respeto, los privilegios y ventajas vinculados a la masculinidad. Dirían que ella no fue capaz de valorarse a sí misma como mujer y atreverse a vivir su lesbianismo.
El feminismo queer plantearía que, de haber podido devenir libre, quién sabe qué, quién hubiera sido Alice, Raccoona, James Sheldon-Tiptree. Hubiese sido, simplemente, lo que deseara ser, lesbiana, bisexual, transexual, transgénero, queer, mujer masculina, mujer femenina. Pero nació antes de tiempo. Por eso escribía ciencia ficción, para adelantarse al futuro.
En general muchas mujeres, feministas o no, pueden comprender muy bien la angustia, la desdicha que envolvía a Sheldon. Más allá de un problema de autoestima, es una cuestión social. El mundo en que le tocó vivir, como a tantas otras durante siglos, era demasiado pequeño para su sensibilidad, sus capacidades, sus anhelos. No resulta extraño, repito, que a través de la ciencia ficción Sheldon quiera huir hacia planetas lejanos.
Desde la perspectiva queer, Sheldon/Tiptree es un personaje extraordinario, y cuestiona todas nuestras creencias acerca de la escritura y el género, como bien señala Julie Phillips.
En 1991, las escritoras Pat Murphy y Karen Joy Fowler idean crear un premio para obras de ciencia ficción que exploren y sirvan al entendimiento entre los géneros. Desde entonces, ese premio lleva el nombre James Tiptree Jr. Award.


Vida y obra de Alice (Raccoona) Sheldon-James Tiptree Jr.

¿Hasta qué punto es importante conocer los detalles de la vida de una escritora como Tiptree o cualquier colega suyo para comprender mejor su obra? ¿Influye la biografía personal en la creación? La respuesta no es fácil, no se puede responder «Sí» o «No» sin más. Este asunto lo he debatido en diversas ocasiones en mi Taller de lectura Fantástikas. Mi parecer es que hay autores cuya vida puede obviarse tranquilamente a la hora de interpretar su obra literaria, y otros en que conocer los avatares de su existencia ayuda a comprender mejor lo que han escrito, aunque esos datos no sean imprescindibles. Este último es el caso de Sheldon-Tiptree.
Quiero ahora hablar de sus relatos y de alguna de sus muy pocas novelas largas. De antemano vuelvo a incidir en su preferencia personal por el género breve; solo escribió novela obligada por los editores, supongo que por intereses comerciales. Un objetivo puramente económico, que desde el punto de vista literario resulta absurdo: hay miles de novelistas a lo largo de la Historia de la Literatura, de muy diferente calidad sin duda, pero no existen demasiados creadores de relatos verdaderamente buenos, porque el cuento es un modo de escritura de enorme exigencia, y Tiptree fue una magnífica autora de narraciones breves o novelas cortas. Las novelas largas que publicó también demuestran una calidad más que suficiente, no obstante.
En la literatura de Sheldon-Tiptree hay una serie de temas que reaparecen, o que están en el trasfondo de diversas obras; este hilo temático es la urdimbre de su creación, en lugar de esos universos ficcionales como marco de historias que encontramos en muchos otros autores de ciencia ficción o fantasía.
Estos temas característicos de la autora estadounidense son por ejemplo el de la muerte (corpórea, espiritual o mental, individual, de toda una especie o de un mundo entero, que en cierto modo se puede unir también a la idea de un determinismo inexorable, y a un sentimiento muy repetido de dolor y sufrimiento muy profundos; hay un gran pesimismo, una densa gravedad, una oscuridad y tristeza que impregnan las historias. Abundan los personajes fracasados, los perdedores. Sin embargo también aparece una inteligente ironía y relatos llenos de humor.

Asimismo trata la sexualidad como pulsión y deseo, el encuentro y conflicto entre los dos géneros sexuales humanos normativos, todo ello desde una perspectiva con frecuencia claramente feminista pero no obstante también desde la visión masculina, que, con intención paródica o no, Sheldon imitaba muy bien.
La exploración espacial, el contacto entre humanos y alienígenas, las diversas y extrañas posibilidades que pueden mostrar estos seres extraterrestres. Son cuestiones recurrentes además de características del género.
Y hay un tema que a mí me parece muy importante: la diferencia, la marginación, el sentimiento de superioridad o de inferioridad, la conciencia de no valer tanto como otro, sea varón o alienígena o más inteligente o de mayor alcurnia o prestigio: en resumen, la condición subalterna mal digerida y que no conlleva una rebelión auténtica sino un sometimiento, la moral del esclavo que acepta serlo con resignación y rencor.
James Tiptree escribió una ciencia ficción muy clásica aunque renovadora en su estilo (nada sencillo a diferencia de la CF más popular que había sido mayoritaria hasta entonces). Se la puede calificar incluso de «hard» o «dura», no tanto por la presencia predominante de la ciencia o la tecnología sino por su realismo y la fuerte intención especulativa, además de su dificultad para los lectores no iniciados en el género sobre todo a causa de las pocas concesiones explicativas. Quienes la leen por primera vez sin ser aficionados suelen (digo «suelen») sentir rechazo, pues no la entienden bien, algo que a mí me ocurrió asimismo.
El estilo, donde aparecen destellos de imágenes de una belleza extraordinaria (atención sobre todo a los colores que la escritora nos pinta, impresiones sensoriales muy intensas, puede resultar en ocasiones abstruso por una sintaxis un tanto abrupta, demasiado lacónica, yo diría incluso tan atormentada como la personalidad de su autora.
Es fácil pensar en un problema de traducción. Los primeros libros de Tiptree publicados en español aparecen en editoriales especializadas en ciencia ficción (en concreto Edhasa, de Barcelona) que no tenían demasiados medios económicos para pagar traducciones muy despaciosas. Seguramente el trabajo de los traductores era bastante precario. Pero no se trataba en absoluto de malos profesionales. Arturo Casals se encargó en 1980 del libro de cuentos Cantos estelares de un viejo primate (1978), Carlos Gardini en 1979 de la novela En la cima del mundo (1978), Carlos Peralta en 1985 de Mundos cálidos y otros (1975), también colección de relatos, y en 2003 Domingo Santos publicó y tradujo el color de los ojos del Neanderthal, la novela original apareció póstumamente en 1990. En 2009 la editorial granadina AJEC edita el primer libro de narraciones de la autora, A diez mil años luz (1973), con traducciones de María Pilar San Román y Fernando March. Puede comprobarse que algunos de estos traductores eran habituales en el género, y también escritores. Entre ellos hay argentinos, lo que seguramente se percibiría en su trabajo, al igual que en el caso de los españoles (por mucho que haya gente que piense erróneamente que aquí hablamos el español «verdadero» y «neutro»; otra cosa serían los errores y las licencias que pudieron tomarse los traductores por los motivos que fueran; no obstante hay que valorar que al menos se facilitó el acceso a autores que editoriales de literatura general no hubiesen publicado ni traducido nunca.
En ocasiones es necesario hacer dos o tres lecturas de los textos de James Tiptree, algo a lo que cada vez estamos menos acostumbrados en estos tiempos vertiginosos. Pero una vez se le pilla el truco, te enamoras de su extraordinaria capacidad para la concisión. Es una de los autores que mejor saben condensar en un texto corto toda una historia; abundan las elipsis, no se nos explica antecedentes, consecuencias ni entidades extrañas, pero toda la historia está ahí, y los lectores debemos colaborar para desentrañarla, es decir, meternos en sus entrañas. El placer será mucho.
Voy a mencionar y comentar algunos de los relatos y novelas cortas o largas que he leído, me gustan especialmente, me resultan significativos por su tema o estilo y me parece pueden servir como sugerencias de lectura para quienes no conozcan a esta autora. Por otro lado, sin duda los lectores podrán hallar en los textos de Tiptree aspectos muy interesantes que yo no he comentado, y tener distintas preferencias a las mías, como es lógico: me gustaría, si es posible, conocer esas opiniones.

Los libros de relatos y las novelas cortas

Mundos cálidos y otros
En el libro Mundos cálidos y otros, publicado en 1975 y donde se incluyen cuentos también de fechas anteriores, hay relatos de enorme interés y que muestran muy claramente las características principales de la literatura de Tiptree. Para aquellos que la abordan por primera vez aconsejo no leer las narraciones según el orden en que aparecen, sino empezar por ejemplo con «Los saurios que florecen de noche» («The Night-blooming Saurian»,1970), una divertidísima historia sobre viajes en el tiempo, en la que un grupo de científicos se ve obligado, para mantener la subvención a su proyecto, a ofrecer a un político poderoso y su sobrino escéptico un aventura de caza muy singular. El humor aflora como los dinosaurios, pero por debajo hay una corriente de ironía que merece la pena no perderse. Una delicia. Y atención al título: Tiptree fue capaz de inventar o recrear nombres muy imaginativos para sus cuentos, y no tuvo ningún miedo de que fueran extraños o inusualmente largos. El título de una obra es importante: que los lectores lo recuerden bien ayudará mucho, si el texto es bueno por supuesto, a su difusión y perduración.
Pueden los lectores continuar por el famoso «Las mujeres que los hombres no ven» («The Women Men Don´t See», 1973), ese título (en el que no reparó el pobre Robert Silverberg al hacer aquella afirmación ya mencionada sobre el género y la escritura de Sheldon), a pesar de ser suficientemente significativo. Sí, hay mujeres que los varones no miran, invisibles para ellos por no entrar dentro de los estereotipos físicos y de edad que se mantienen para la atracción erótica. Aquí, se nos presenta por un lado a un piloto centroamericano, indio o mestizo, y un anglosajón (cuyo machismo cotidiano es retratado por Tiptree con una ironía magnífica, y desde cuya mirada un tanto petulante pero al final más bien patética, vemos los acontecimientos), y por otro a dos mujeres, madre e hija. Los cuatro sufren un accidente y náufragos en la selva, intentarán resistir hasta el rescate. El protagonista tratará de «salvar» a las chicas, las cuales en principio no le hubieran suscitado el menor interés.
Atención a este cuento, porque esconde mucho: Tiptree se ríe de esa masculinidad vanidosa y excluyente, y presenta mujeres autónomas no solo desde el punto de vista sexual sino también reproductivo. Aunque sin embargo son bien conscientes del poder al que se hallan sometidas. Ellas sueñan un mundo por delante de su lastre (un verso de la poeta de CF Sonya Dorman). El final es prodigioso, pero el texto nos da una buena idea de la época (los años 70) en que escribió Alice Sheldon y de las limitaciones de su sociedad y su vida. Los feminismos han evolucionado mucho desde entonces, es muy importante tenerlo en cuenta a la hora de abordar las obras de escritoras de ciencia ficción del siglo XX, para no juzgarlas desde nuestra mirada sino comprender su momento (habría que empezar a hacer estudios generacionales). Los cuentos de Tiptree no han perdido vigencia, sin embargo muestran que la presión a que ella se sentía sometida como mujer era demasiado fuerte para vencerla, al menos en este planeta.
Sugiero seguir con «La muchacha que estaba conectada» («The Girl Who Was Plugged In», 1973), cuya protagonista es una mujer con una gran deformidad física que es contratada para manejar a distancia el cuerpo artificial de una joven bellísima, en un mundo donde la publicidad está prohibida y hay que buscar otros métodos para vender productos. Amor y muerte, dos grandes temas de Tiptree, están ya aquí. También el monstruo, en este caso monstrua, y nosotras lo somos siempre más debido a los cánones de belleza patriarcales. Es un relato triste, desalentador, una versión pesimista de la Bella y la Bestia. Muy interesante el nóvum, esos avatares dirigidos a distancia. Un buen ejemplo de cómo la especulación que parte del desarrollo tecnológico puede alcanzar una gran profundidad humana.
Y ahora ya sí podemos adentrarnos en algunos de los primeros cuentos del libro, por ejemplo el genial «A través de una chica, oscuramente» («Through a Lass Darkly», 1972). En esta breve narración se nos presenta a un tipo que trabaja de consultora sentimental (sí, consultora, como Elena Francis), y que recibe por azar en su oficina la visita de una muchacha venida de otra dimensión. El texto hará comprender que no sería fácil comunicarse con personas provenientes de realidades alternas, pues su lenguaje y sus valores culturales y morales pueden ser muy distintos a los nuestros. Tan difícil, ay, como tratar de entenderse con los adolescentes cuando ya somos maduritos, y no digamos si hemos devenido madres y padres de los mismos.
«El último vuelo del Doctor Ain»» (The Last Flight of Doctor Ain», 1974) es una narración asombrosa, que esconde un enigma, y la sorpresa final característica de los mejores relatos, de la esencia misma del género corto. Y cuando entendamos el misterio sabremos que se nos estaba contando la verdad desde el principio, a través de diversos motivos literarios, de nuevo como en los mejores cuentos. Es esta una historia «ecologista» en el sentido de que nos habla de nuestro planeta, del daño que los humanos le hacemos. El doctor Ain es un científico al que numerosos testigos aseguran haber visto volando alrededor del globo, obsesionado con una desconocida mujer. Estén atentos para descubrir quién es ella y qué pretende en realidad Ain con esa vuelta en torno al mundo. La ironía de Tiptree aquí es mordaz, atroz, envidiable para cualquier otro escritor o escritora.
Es quizás «La leche de Paraíso» («The milk of Paradise», 1972) una de las narraciones que mejor muestran esa capacidad de condensación tan característica en Sheldon. Con muchos escamoteos, se nos relata la vida de un joven terrestre, Timor, que se ha criado entre alienígenas de otro mundo tras la muerte de su padre. Timor es como uno de aquellos niños blancos que en el Far West crecían entre indios. Al regresar entre los suyos, Timor no consigue adaptarse, añora a aquellos con quienes vivió y se niega a aceptar que sean inferiores a los terrícolas, en un universo donde las categorías especie superior/inferior son constantemente utilizadas desde la arrogancia terrestre. Atormentado y nostálgico, profundamente infeliz, Timor ha idealizado su mundo y su pueblo de adopción, pero un amante, masculino por cierto, le llevará de nuevo a ese planeta remoto, Paraíso, para mostrarle su error; Paraíso no es lo que Timor cree.
Con un final terrible por una parte pero esperanzador por otra, «La leche de Paraíso» nos habla de muchas cosas en su sorprendente brevedad: su protagonista es un personaje aquejado por la aflicción, y encontramos el tema de la presunta superioridad/inferioridad de unos seres sobre otros, ya sea especies, razas o géneros sexuales diferentes. Pero aparece también la imposibilidad de negar lo que somos, nuestro origen, nuestra identidad y condición, pues tarde o temprano nos encontraremos ante esa realidad, y tal vez nuestra única posible plenitud consista en aceptarla. Interesante asimismo la aparición de una relación homosexual.
En «Y he llegado a este lugar por caminos errados» («And I Have Come Upon This Place by Lost Ways», 1972) nos encontramos de nuevo con un joven (en este caso que forma parte de un equipo científico de una nave espacial que explora diversos planetas), aquejado de un claro complejo de inferioridad en relación con sus compañeros: demasiado inexperto, con una gran inseguridad y temor a que los otros le consideren más un «técnico» que un verdadero científico. Podría entenderse que este personaje es una proyección de la propia Alice Sheldon, una mujer que ocupó puestos profesionales en su época hasta entonces monopolio de los varones, y es probable que tuviera que sufrir por ello el desdén con que muchos de esos hombres trataban a aquellas que se atrevían a asaltar sus espacios y privilegios. Sin embargo, esta explicación tampoco es necesaria. Lo que le ocurre a Evan, el protagonista, tiene un valor universal, representa cualquier condición subordinada, lo humillante que ésta resulta sobre todo cuando se acata como en este caso. Y no obstante Evan cree haber descubierto algo en el monte Clivorn, del planeta que visitan, un descubrimiento que puede ser trascendental, ya que la nave busca pruebas de existencias extraterrestres inteligentes. El joven científico lleva hasta sus últimas consecuencias su empeño, como podrá leerse.
Otra vez Tiptree muestra su pesimismo más profundo y nos enfrenta al fracaso, a la terrible ironía de un logro jamás realizado por la Humanidad pero del que no sabrá nadie.
Los dos últimos cuentos del libro (hay otros a los que no voy a hacer mención porque me parecen de menor interés) son los siguientes:
«Amar es el plan, el plan es la muerte» («Love is the Plan, the Plan is Death, 1973), uno de los mejores y más afamados relatos de Tiptree, nos muestra una ciencia ficción tan original como auténtica. Estamos en un mundo habitado por alienígenas presentados sin demasiadas explicaciones, pues ellos mismos hablan en primera persona. Para nosotros los terrestres serían monstruos. Sin embargo poco a poco vamos comprendiendo el ciclo de vida de esas criaturas, su forma de sentir y amar, su destino fatal a causa de un determinismo biológico. Hay que olvidarse de lo conocido, y pensar en posibilidades de vida muy diferentes a la humana, que es precisamente lo que mejor puede ofrecernos la ciencia ficción. Pero cuando ya hemos conocido a estos extraterrestres que se aman y a la vez no pueden evitar tener que devorarse, ¿cómo no compararlo con nuestras propias relaciones de pasión y destrucción? Un ejemplo más del estilo literario complejo de la autora estadounidense, quien escamotea tanta información que debemos hacer un esfuerzo para reconstruirla. También es notable su imaginación a la hora de crear extraterrestres monstruosos, aunque en esta ocasión acaben por resultar entrañables.
Con «En la última tarde» («On the Last Afternoon», 1972) concluye la colección Mundos cálidos y otros. La acción se sitúa en un planeta al cual ha ido a parar un grupo de humanos huyendo de la Tierra en busca de la supervivencia. Pero ocurre que en ese mundo donde los colonos habían creído encontrar un refugio habitan unos seres tan monstruosos como los del relato anterior, pero en esta ocasión poco o nada amigables. No obstante, los alienígenas, cuyo grado de inteligencia y conciencia no resulta en principio, según los presenta la autora, muy superior al animal, en realidad solo ocupan su territorio, y no parece que sepan el daño que hacen a los humanos con su sola presencia gigantesca. El protagonista, un hombre con una enfermedad terminal, intenta proteger y defender a los suyos, y al mismo tiempo que se plantea su muerte personal medita sobre el fin, la aniquilación de su grupo y de su especie. Se comunica y pide ayuda a otra criatura alienígena, el noion, ser o «cosa» más extraña aún que los otros monstruos. Es una historia crepuscular y melancólica, con reflexiones existenciales sobre la muerte, el más allá, la espiritualidad, la capacidad de sacrificio (o no) de los humanos.

Cantos estelares de un viejo primate
Pasemos ahora al libro Cantos estelares de un viejo primate (Star Songs of an Old Primate, 1978), prologado por cierto por la escritora Ursula K. le Guin, en un prefacio que dice casi todo lo que hay que decir sobre literatura y género sexual, y lo absurdo de creer en la existencia de un estilo y una literatura «femenina» frente a una «masculina», de modo que animo al público lector a que comience por él.
Los relatos se inician con la narración larga «Vuestro corazón haploide» («Your Haploid Heart», 1969), cuya acción sucede en Esthaa, un planeta al que llega una nave científica para otorgar el «certificado de humanidad» a sus habitantes. Pero he aquí que este mundo se encuentra poblado por dos tipos de individuos, los esthaanos y los flenni, que viven separados entre sí, pues los primeros rechazan, marginan y hasta ocultan con vergüenza a los segundos. Los dos científicos estelares iniciarán una difícil, delicada y también peligrosa investigación sobre los motivos de ese conflicto. Es el misterio de lo desconocido, de una realidad y cultura incomprensibles para los forasteros, de ahí el riesgo inevitable de verse implicados en los problemas del planeta. Es esta una situación muy común en las historias de ciencia ficción, de modo que los viajeros estelares suelen ser tanto exploradores como detectives, y tanto ellos como nosotros lectores nos vemos enfrentados a una extrañeza que solo podemos entender si somos capaces de abrir nuestra mente.
En «Vuestro corazón haploide» nos hallamos ante un curioso sistema de reproducción sexual alterna en los nativos: unos son diploides y otros haploides. Algo que los antropólogos deben analizar con todo cuidado pues ese «certificado de humanidad» no se da solo por la apariencia exterior de los individuos sino precisamente por su modo de reproducirse. La sexualidad y la sensualidad tienen una presencia notable, que se agradece mucho, sobre todo teniendo en cuenta que la CF suele ser bastante pacata. El relato reflexiona, especula y nos pregunta en qué consiste el hecho de ser humano o no; nos habla sobre la identidad, la discriminación y la marginación, los tabúes, de ese afán de creernos más, mejores y superiores a los otros porque en realidad nos sentimos acomplejados; de cómo aquello que más nos repugna en realidad es nuestro espejo, y del rechazo más imposible, cuando negamos lo que somos verdaderamente.
Quiero mencionar otros tres relatos del mismo libro, «Su humo se elevó para siempre» («Her Smoke Rose Up Forever», 1974), «El psicólogo que no quería maltratar a las ratas» («The Psychologist Who Wouldn’t Do Awful Things to Rats», 1976) y «Ella espera a todos los nacidos» («She Waits for All Men Born», 1976). Creo que los tres tienen algo en común, aunque aparentemente su tema es muy distinto: la historia de un cazador solitario en medio de una vasta y helada naturaleza; un psicólogo que como el propio título del cuento indica, siente compasión por los animales de laboratorio (a los amantes de los reyes de ratas les recomiendo este relato porque aparece uno espectacular), y por último en la tercera historia se nos habla de la violencia y la crueldad humanas, además de referirse de nuevo a la muerte. El problema es que en los tres casos hay una serie de visiones más o menos alucinatorias que no acaban de entenderse bien, ya sea por problema de traducción o por el texto original mismo. Esta dificultad nos la encontraremos con frecuencia en Tiptree, lo que aviso para que aquellos lectores a quienes les suceda no se desanimen. Si una vez hecha un par de lecturas a un cuento continúa siendo un enigma, es mejor dejarlo y pasar a otro. No obstante, estos tres que he nombrado siguen mereciendo la pena por su calidad literaria y sus propuestas imaginativas.
Si he elegido como título de este artículo el de la novela corta (incluida en Cantos….) titulada Un momento de pura esencia», aunque también se ha traducido como «Un momentáneo sabor de existencia» («A Momentary Taste of Being», 1975) es por sus connotaciones poéticas y especulativas, y porque se trata de una de las creaciones de Sheldon de mayor calidad y profundidad. La extensión permite desarrollar con más detalle la acción y con más hondura la psicología de los personajes. La historia se nos narra desde la perspectiva del doctor Aaron Kaye, médico en una enorme nave estelar, la Centauro, que ha viajado durante años en busca de un planeta apto para la vida humana, pues en La Tierra hay un excedente de población que debe marcharse para que todos puedan sobrevivir. Conoceremos poco a poco a los tripulantes de ese mundo limitado, casi claustrofóbico, empujado por la angustia de los que quedan atrás.
Pero ahora asistimos sin prolegómenos a un momento trascendental. Una nave de exploración ha regresado a la Centauro, con una tripulante, Lory Kaye, la hermana de Aaron, que asegura han encontrado un planeta no solo habitable sino paradisíaco, donde han quedado sus compañeros exploradores; un mundo que se encuentra a dos años de viaje. Se puede enviar la luz verde a la Tierra, para anunciarles la buena nueva y la salvación. Un equipo especializado interroga a Lory, pues hay algunas incongruencias en su relato, y porque ella además no viene sola, sino con una desconocida criatura alienígena que habitaba en ese planeta y ahora está encerrada en una cámara de la nave exploradora, la Flor de China. Aaron, una vez terminado el interrogatorio, sospecha sin embargo que algo no va bien, pues duda del testimonio de su inestable hermana, con quien por cierto mantuvo una relación incestuosa voluntaria en su juventud, asunto que Tiptree plantea sin el menor pudor. Al mismo tiempo empiezan a producirse extraños fenómenos. El doctor Kaye intenta encontrar la verdad, mientras crece una intriga muy bien tensada. Finalmente deciden liberar a la «cosa» alienígena, que despide una luz insoportablemente seductora, de un bellísimo rosa encendido. Pero esa criatura guarda un terrible secreto, y busca algo muy concreto de los seres humanos.
Amor y muerte de nuevo, dolor y fracaso, imágenes luminosas y poéticas, difíciles relaciones personales y sexuales, alienígenas de asombrosa singularidad y la a imposibilidad de salvación, el destino fatal que coexisten sin embargo con la necesidad de reproducirse, sobrevivir, perdurar en todas las criaturas del Universo. Una narración imprescindible para conocer bien la obra de Tiptree. Ciencia ficción realista, muy especulativa, sin concesiones a la evasión o la fantasía: no estamos ante La guerra de las galaxias, sino frente una CF prospectiva, amarga y tan dura como el casco de la Centauro.
Hay otra «novelita» en este libro, la muy famosa «Houston, Houston, ¿me recibe?» («Houston, Houston, Do You Read?», 1976), justamente conocida y premiada aunque personalmente prefiero otras de la autora. El argumento es el siguiente: Una nave espacial explora nuestro Sistema Solar tripulada por tres varones, pero sufre un extraño accidente a causa de una descarga solar y viaja en el tiempo hacia el futuro, sin que los navegantes lo sepan. Se enterarán cuando contacten con otra nave, aunque al principio solo escuchan voces, voces que les resultan extrañas pues son de mujeres. El año de publicación de la historia, 1976, explica los estereotipos que los protagonistas varones siguen manejando acerca de lo femenino (no es que esos estereotipos hayan desaparecido hoy por completo y en todos los lugares, pero sí ha habido una notable transformación en los países donde las mujeres hemos accedido a puestos profesionales antes exclusivos de ellos y ya no tenemos que dedicarnos únicamente a las labores domésticas y reproductivas). En un determinado momento los tripulantes varones van a parar a la otra nave, que en efecto manejan solo mujeres. Ellas les explican que ha habido una epidemia en la tierra que provocó esterilidad y la extinción de los machos. Las mujeres ahora se reproducen de forma autónoma, y existen muchas «familias» de individuas clónicas.
Ya les habrá quedado a ustedes claro el interés de Tiptree por los temas en torno a la reproducción sexual; pido disculpas por no ser capaz de explicar mejor los detalles, y me remito a sus textos, donde encontrarán todos los datos.
Las navegantes describen brevemente la sociedad en que viven, sin jerarquías y sin violencia, y al parecer más amable y hospitalaria que la mixta que hubo antes. Es algo que los visitantes, con excepción de Lorimer, personaje a través del cual se nos cuenta todo, no pueden admitir, de manera que se despierta en ellos una violencia sexual y física incontenible, y llegan a intentar violar y agredir a las mujeres.
Son muchas las interrogantes que plantea esta novela. En el momento en que escribe Tiptree, otras autoras como Joanna Russ en El hombre hembra (1975) también presentaron la posibilidad de un mundo habitado exclusivamente por mujeres, aunque como dimensión alterna a otras posibilidades diferentes que aparecen en la misma historia, incluida alguna dimensión donde hay una guerra sin cuartel entre los dos géneros.
¿Pero cómo sería verdaderamente una sociedad solo femenina? ¿Mejor y más pacífica que la mixta? ¿Es el feminismo de Tiptree esencialista (por tener la convicción de que hay algo esencialmente distinto en mujeres y varones, algo biológico; es un feminismo de la diferencia (muy unido al anterior, considera que las mujeres no deben buscar la igualdad con los hombres sino tratar de que los valores más frecuentes al parecer entre nosotras, como la no violencia, los afectos o los cuidados, sean los que predominen en el mundo); o podría considerarse su visión incluso como «hembrista» (aquella postura que pretende que las mujeres son mejores y superiores a los varones, y por tanto deben dominar el mundo, teoría por cierto que yo no he visto nunca sostener a ninguna feminista, sino más bien ser usada por sus detractores)?. Pues bien, pienso que las ideas de Tiptree fueron un producto de su época y de sus propias circunstancias personales. Su visión de los varones como individuos incapaces de dominar una violencia sexual, física y hasta asesina parece responderá su creencia en un determinismo biológico, tan curiosamente cuestionado por su propia vida, por el hecho de haber engañado a todo el mundo haciéndose pasar por hombre y escribiendo como tal: como explica muy bien su biógrafa Julie Phillips, Sheldon demuestra que el género sexual es más bien una construcción cultural e ideológica, más que una realidad natural, esencial e incontrolable. Sheldon-Tiptree fue queer antes de que se inventara este término, y pese a lo que ella/él misma/o escribía. Tal vez esta gran ironía le hubiese hecho reír mucho. Pero la polémica sigue abierta, pues se trata de un relato suficientemente ambiguo como para dar lugar a buenos debates. Yo misma consideré esta obra como una «utopía feminista», sin embargo ¿hasta qué punto lo es? me interrogo hoy.
Creo también importante incidir en el hecho de que Sheldon creó algunos personajes masculinos muy positivos, hombres cabales, justos y pacíficos, como Lorimer o Aaron Kaye.
Los relatos de Raccoona Sheldon 
Voy ahora a comentar dos relatos publicados por Alice Sheldon bajo el seudónimo Raccoona Sheldon, que como ya he explicado utilizó durante algún tiempo de modo paralelo al de james Tiptree, para expresarse de una manera más abiertamente feminista. Y está claro que esos cuentos lo son. Lamento no haber podido leer todos los que editó como Raccoona, y espero conseguirlo en el futuro. Pero valgan como buenos ejemplos estos dos:
«El eslabón más débil» (The Screwfly Solution, 1977), ganador del Premio Nebula, donde plantea, a caballo entre la ciencia ficción y el terror, el tema del feminicidio, el asesinato masivo de mujeres por parte de los hombres. No se trata solo de varones que matan a sus parejas o exparejas, sino de un exterminio paulatino, indiscriminado y que se da en diversos lugares del planeta. Podría compararse con los feminicidios de ciudad Juárez, Guatemala o de otros lugares de Latinoamérica, por mencionar algunos de los más conocidos. Parece tratarse de una especie de epidemia, algo impulsa a los varones a realizar estos crímenes sin que puedan evitarlo. De hecho, el matrimonio protagonista se ve también inmerso en esa situación, sin que él, que por otra parte se muestra como una persona pacífica y amante de su mujer hija, logre controlarse. Aunque se sugieren algunas hipótesis explicativas bastante endebles, lo cierto es que todo parece apuntar a ese determinismo biológico, ese instinto para la violencia que existe en los machos humanos, y que Tiptree ha descrito en otros textos narrativos. De cualquier modo las interpretaciones deben hacerlas las lectoras y lectores, por supuesto basándose en lo escrito. En cuanto al sorprendente final, esa última frase inesperada, puede parecer una broma poco acorde con el resto del relato, desde luego espeluznante, pero una vez conocidas y vividas por el público lector una burbuja inmobiliaria y una crisis económica, es posible que encontremos alguna explicación a esa frase, que ilumina tal vez no las causas, sino las posibilidades que ciertos sectores de la Humanidad encuentran siempre para sacar provecho de la desgracia ajena. 
En cuanto a «Carne de probada moralidad» («Morality Meat»), incluido en la formidable antología Desde las fronteras de la mente femenina (Despatches from the Frontiers of the Female Mind (1985)). Es el cuento más estremecedor y contundente sobre el tema del aborto que yo he leído jamás, creo que este comentario basta.
Últimas ediciones de obras de Tiptree en España
El problema de los libros de Tiptree es que se trata de ediciones antiguas muy difíciles de localizar, como no sea en algunas librerías especializadas o de viejo, comprándolos a través de Internet, o bajándose la versión electrónica. Es una lástima que no se reediten, aunque no sé si se venderían mucho, pues no es literatura fácil y solo interesaría a los lectores más aficionados.
No obstante, la editorial granadina AJEC, lamentablemente desaparecida, sí publicó en 2009 la colección de primeros cuentos de Tiptree A diez mil años luz (Ten Thousand Light Years From Home, 1973), que yo no he podido leer todavía pero creo que será más fácilmente localizable que otras obras de la escritora estadounidense.
Por su parte la editorial Robel, dirigida por Domingo Santos, escritor, editor y una
de las figuras más importantes de la ciencia ficción de nuestro país, publicó en 2003 El color de los ojos del Neandertal (The color of the Neanderthal Eyes, 1988), obra editada originalmente tras el fallecimiento de Tiptree, y que es más bien una novela corta. En ella, un explorador terrestre llega a un hermoso planeta habitado por una especie de sirenas, e inicia una relación sexual y amorosa con una de ellas, con la que tiene descendencia. Pero los habitantes alienígenas acuáticos están amenazados por otros pobladores del mundo, homínidos muy agresivos. La única solución que parece existir es la defensa violenta, frente a un posible pacifismo. La cuestión está en que ya el planteamiento de la historia hace considerar con única salida ese final: los enemigos no tienen una individualidad consciente y «humana» con la que poder comunicarse, solo cabe la guerra, y esa es la premisa que se establece en todos los conflictos bélicos al crear la idea de «el enemigo». Siempre me ha sorprendido que a pesar de su feminismo Tiptree no pudiera librarse de las creencias militaristas tan arraigadas en su país, justificando la guerra como una «defensa» frente a una agresión, y no por intereses bastante más espurios. Por otra parte, al leer esta novela, por lo demás muy agradable y entretenida, me sorprendió profundamente que el protagonista varón y terrestre abandonara el planeta tras ayudar a sus amigos pero perder a su amada, sin acordarse no obstante de que había sido padre. ¿Hasta ese punto fue capaz de imitar Tiptree la masculinidad más tradicional, la del viajero que procrea pero no se hace cargo de sus hijos sino que marcha a continuar con su vida?
La novela En la cima del mundo
Y por último voy a hablar de la novela En la cima del mundo (Up the Walls of the World, 1978), que tampoco es fácil de encontrar ya, pero caso de tener la oportunidad aconsejaría comprarla sin la menor duda. He encontrado alguna crítica muy negativa sobre el libro, que no comparto. Si se lee la novela demasiado deprisa, me parece normal que no se comprenda bien. A veces una lectura lenta merece la pena, lo mismo que escalar una montaña alta y abrupta, resulta fatigoso, pero luego tendremos el placer de contemplar un paisaje sorprendente. Este es el caso.
Hay tres acciones simultáneas: por un lado, una gigantesca criatura interestelar navega por el espacio destruyendo mundos, aunque no quedan muy claro sus motivos, por qué ella misma se considera «malvada». Por otro, en la Tierra, un grupo de personas con capacidades especiales como la telepatía y la telequinesia son reunidos y conducidos a un complejo al mando de militares, para realizar un experimento sobre telepatía. Son personas un tanto marginales, incluso desdichadas, por lo menos esa es la visión que tiene el doctor Daniel Dann, otro de los personajes masculinos de Tiptree muy alejados de los estereotipos, puesto que es un antihéroe, pero generoso y con indudable bondad, y capaz de amar (está enamorado de una mujer negra, otro planteamiento subversivo de Tiptree) y de ser solidario. Y en tercer lugar, la autora nos presenta el planeta Tyree, donde viven unas enormes criaturas voladoras, con toda su cultura y forma de vida, muy distinta a la nuestra. La especie alienígena está muy bien descrita y resulta en verdad seductora, posiblemente es una de las más memorables invenciones de extraterrestres de la ciencia ficción.
Tiptree no abandona aquí su feminismo, al incluir el tema de la mutilación genital femenina, y porque nos muestra cómo en este planeta son los padres, los machos, los que se dedican a la crianza de los hijos, mientras las hembras tienen otros trabajos como ser exploradoras. El sistema de allí es tan rígido como el nuestro, aunque haya algunas hembras que pretendan algo tan «inconcebible» para todos como cuidar ellas también a las crías. En fin, la ironía elegante de Alice Sheldon se manifiesta una vez más. Solo por descubrir a estas hermosas y entrañables ─como dijo Miquel Barceló─ criaturas voladoras, merece la pena leer el libro, donde además la escritora nos ofrece un buen estilo, con imágenes asimismo muy bellas. Y estos tres tipos de seres se verán obligados a interactuar, a cambiarse sus cuerpos y sus mentes, y a intentar comprenderse en sus enormes diferencias y sobrevivir… Toda una odisea.


La biografía de Julie Phillips

Para conocer bien a Sheldon, me parece indispensable leer la biografía escrita por Julie Phillips, Alice B. Sheldon: la doble vida de Alice B. Sheldon, James Tiptree, Jr. (el título original es diferente, James Tiptree Jr., the Double Life of Alice B. Sheldon, 2006) editada por Circe en 2007. En todo caso Miquel Codony hizo una muy buena reseña del libro de Phillips, ganador en Estados Unidos del Premio Nacional de la Crítica, como biografía, y del premio Hugo 2007 en la categoría de No ficción.
Hay muy poco escrito en español sobre Alice Sheldon-James Tiptree Jr.

Reflexiones finales

Soy una enamorada, creo que es evidente, de la literatura de Alice Sheldon-James Tiptree Jr., y me interesa también como feminista, por su tratamiento de las relaciones entre mujeres y varones. Desde luego creo que tiene otros muchos valores literarios, y espero haber dado una visión suficientemente amplia y atrayente de su obra. En todo caso aconsejo que la lean en directo para sacar sus propias interpretaciones y conclusiones, que me gustaría conocer. Pido disculpas también por mis posibles errores. Agradeceré enormemente que se me señalen, y también conocer todas las opiniones que se me quieran aportar sobre su ciencia ficción.
Y quiero terminar este artículo con una pregunta a las y los posibles lectores: ¿Podría una escritora actual hacerse pasar durante largo tiempo por escritor varón, mediante el uso de un seudónimo, o viceversa, un autor por escritora? ¿Podría crearse un perfil falso en las redes sociales, mantenerse de incógnito sin asistir a presentaciones de libros suyos o ajenos, ni a Encuentros y Congresos, y sin dar entrevistas salvo por correo electrónico? No se trata solo de utilizar un nombre, sino de inventar y mantener una personalidad del otro sexo y género, y que el público lector la crea. ¿Sería posible?

Bibliografía de Alice-Raccoona Sheldon-James Tiptree Jr. (USA, Chicago, 1915-1987)

Libros traducidos al español:
·       A diez mil años luz (Ten Thousand Light Years From Home, 1973), Granada, AJEC, 2009, 254 p.
·       Cantos estelares de un viejo primate (Star Songs of an Old Primate, 1978), Barcelona, Edhasa, 1980, 272 p., (Nebulae, 42). (Relatos contenidos en este libro: «Tu corazón haploide»; «Y así sucesivamente»; «Su humo se elevó para siempre»; «Un momentáneo sabor de existencia»; «Houston, Houston, ¿me recibe?»; «El psicólogo que no quería maltratar a las ratas»; «Ella espera a todos los nacidos»).
·       En la cima del mundo (Up the walls of the World, 1978), Barcelona, Edhasa, 1979, (Nebulae, 37).
·       El color de los ojos del Neandertal (The color of the Neanderthal Eyes, 1988). Madrid, Robel, 2003, p. 13─134, (El doble de ciencia ficción, 1), (publicado en el mismo volumen junto con “La plaga de Midas”, de Frederik Pohl).
·       Mundos cálidos y otros (Warm Worlds and Otherwise, 1975). Barcelona, Edhasa, 1985, 242 p., (Nebulae, 67).
(Relatos contenidos en este libro: «Todas las clases de sí»; «La leche de Paraíso»; «Y he llegado a este lugar por caminos errados»; «El último vuelo del doctor Ain»; «Amberjack»; «A través de una chica, oscuramente»; «La muchacha que estaba conectada»; «Los saurios que florecen de noche»; «Las mujeres que los hombres no ven»; «Desliz»; «Amor es el plan el plan es la muerte»; «En la última tarde»).
RELATOS
·       Amar es el plan, el plan es morir», en Ciencia ficción 5, Barcelona, Luis de Caralt, 1976, p. 197─217.
·       «Carne de probada moralidad», en Desde las fronteras de la mente femenina, Barcelona, Ultramar, 1986, p. 269─300 (como Raccoona Sheldon).
·       «El eslabón más débil», en Nueva Dimensión nº 116 (oct. 1979), p. 9─30 (como Raccoona Sheldon).
·       «Houston, Houston, ¿me recibe?», en Nueva Dimensión nº 97 (enero─febrero1978), p. 51─96.
·       «Houston, Houston, ¿me recibe?», en Los Premios Hugo 19761977, Barcelona, Martínez Roca, 1989.
·       «El humo de su cuerpo se elevó para siempre», en Última etapa: antología de la ciencia ficción definitiva, Barcelona, Bruguera, 1976, p. 301─331.
·       «Lirios: (un relato de Quintana Roo)», en Asimov Magazine, nº 6 (1986), p. 31─61.
·       «Los que robamos el sueño», en Nueva Dimensión nº 130 (en. 1981), p. 101─127.
·       «Madre en el cielo con diamantes», en Antología de novelas de anticipación: decimonovena selección, Barcelona, Acervo, 1973.
·       «Un momento de pura esencia», en Ciencia ficción 8, Barcelona, Luis de Caralt, 1977, p. 105─221.
·       «La muchacha que estaba conectada», en Los Premios Hugo 19731975, Barcelona, Martínez Roca, 1988, p. 161─194.
·       «Las mujeres que los hombres no ven», en Ciencia ficción 24, Barcelona, Luis de Caralt, 1978, p. 171─201.
·       «Las mujeres que los hombres no ven», en Ciencia ficción. 39ª selección, Barcelona, Bruguera, 1980, p. 97─148.
·       «El oro y el moro», en Asimov Magazine, nº 13 (1987), p. 141─173.
·       «Sabio en dolor», en Ciencia ficción 23, Barcelona, Luis de Caralt, 1978, p. 197─219.
·       «Vuestro corazón haploide», en Antología de novelas de anticipación, Decimosexta selección, Barcelona, Acervo, 1972.
·       «Y desperté y me encontré aquí en la fría ladera», en Minotauro (2ª época) (nov. 1983), p. 81─88.
·       «Y desperté y me hallé aquí en el lado frío de la colina», en Sexo alienígena, Barcelona, Destino, 1992, p. 283─293.

Obras sobre Alice Sheldon-James Tiptree

·       Codony, Miquel. «Reflexiones en torno a James Tiptree Jr., the Double Life of Alice B. Sheldon de Julie Phillips», en El Fantascopio, http://elfantascopio.com/?p=507#more-507, [última fecha de consulta, 6 de junio de 2015].
·       PHILLIS, Julie. Alice B. Sheldon: la doble vida de Alice B. Sheldon, James Tiptree, Jr. (James Tiptree Jr., the Double Life of Alice B. Sheldon, 2006), Barcelona, Circe, 2007.

Bibliografía básica en inglés de sus obras individuales

(Aparecen obras no traducidas al español).
Novelas
·       Up the Walls of the World (1978)
·       Brightness Falls from the Air (1985)
·       The Starry Rift (1986)
Colecciones de relatos
·       Ten Thousand Light Years from Home (1973)
·       Warm Worlds and Otherwise (1975)
·       Star Songs of an Old Primate (1978)
·       Out of Everywhere: And Other Extraordinary Visions (1981)
·       Her Smoke Rose up Forever (1985)
·       Byte Beautiful (1985)
·       Tales of the Quintana Roo (1986)
·       Crown of Stars (1988)
·       Neat Sheets: The Poetry of James Tiptree, Jr. (poems) (1998)
·       Meet Me at Infinity (2000)
Música
Hay un álbum del compositor, guitarrista y pianista británico James Blackshaw donde versiona algunos relatos de Tiptree:
Love is the Plan, the Plan is Death (2012). Muy curioso. Para lectores fanáticos como yo.
Contiene estos títulos:
Love Is The Plan, The Plan Is Death.
Her Smoke Rose Up Forever.
And I Have Come Upon This Place By Lost Ways.
A Momentary Taste Of Being.
We Who Stole The Dream.
The Snows Are Melted, The Snows Are Gone.
© Lola Robles