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Reloj sin manecillas es la última novela escrita por Carson
McCullers (Columbus, Georgia, Estados Unidos, 1917-Nyack, Nueva York, 1967),
publicada en 1961. McCullers tardó años en escribirla a causa de su mala salud.
Desde adolescente tuvo una dolencia, reumatismo articular agudo, que no le fue
diagnosticado hasta mucho tiempo más tarde. Sobre todo a partir de 1947 la
enfermedad se agravó y la llevó a un fuerte grado de incapacidad, ya que tras
un ataque cerebral la parte izquierda de su cuerpo quedó paralizada.
¿Cómo puede escribir alguien a
quien precisamente su cuerpo se lo impide de alguna manera? Sin embargo, para
McCullers la escritura era indispensable, una pasión a la que no podía
sustraerse y una tabla de salvación para seguir viviendo.
En Reloj sin manecillas encontramos esos temas, la enfermedad, la
muerte, la vejez, la incapacidad. Un hombre, farmacéutico por demás, sentenciado
por los médicos y al que solo quedan unos meses de vida, de lo cual se nos
informa al comienzo de la novela. Un anciano juez del Sur, que ya chochea,
conservador y racista, pero cuya compleja humanidad capta la escritora a la
perfección, con su acostumbrada capacidad de empatía hacia sus personajes y sin
ningún maniqueísmo. El nieto del juez, un muchacho blanco que se sabe
homosexual en un mundo que reprime duramente esa condición. Un joven negro con
los ojos azules cuyo origen misterioso se desvelará al final del libro, y con
una arrogancia que no le dejará ser consciente del peligro que corre al
enfrentarse a los blancos, ese colectivo donde hasta los más pobres se sienten
al menos orgullosos del color de su piel. El tema del racismo y la existencia
cotidiana en una localidad del Sur estadounidense son cuestiones recurrentes en
la literatura de McCullers, y aquí los plantea con esa objetividad que deja las
conclusiones para quienes leemos.
Ella, Carson, nunca dejó de
escribir. Yo no dejaré de releerla y de recomendar sus obras.