por Lola Robles
Junio 2015
Llevo bastantes años
interesada en la búsqueda, recuperación, lectura y estudio de la ciencia
ficción escrita por autoras en nuestro país, autoras que durante mucho tiempo
han sido muy poco conocidas. Por fortuna, eso ha cambiado notablemente en los
últimos tiempos. Fortuna para todo el mundo, empezando por mí, ya que leer
ciencia ficción de escritoras puede ser tan interesante o aburrido como
especializarse en literatura no realista húngara. Pero hay hallazgos que te
recompensan de otros momentos tediosos. Y este es el caso. Encontrarme con Lectores aéreos de Gabriella Campbell ha
sido una de las mejores experiencias del año.
De ante mano diré que
en este libro de relatos no sólo hay textos de ciencia ficción sino también
fantásticos, casi todos entretejidos con el terror. Un terror sutil, que puede
ser un toque o una dosis más intensa, pero nunca aparece dibujado con trazos
gruesos de sangre, aunque esta no falte.
La autora
Desde hace mucho también
le seguía yo la pista a Gabriella Campbell. Doy algunos datos biográficos y
profesionales extraídos de diversas webs y de las notas de cubierta de sus libros.
Nacida en Londres, en 1981, de madre gallega y padre irlandés, se trasladó a
vivir a España de muy niña. En la Universidad de Granada se licenció en Teoría
de la Literatura y Literatura Comparada. Escritora, correctora, lectora
profesional, cofundó y dirigió la editorial Parnaso durante siete años. Ha
colaborado como redactora y articulista en radio, revistas y webs. Como poeta
publicó dentro de este género El árbol
del dolor (con Víctor Miguel Gallardo, en Ediciones Efímeras), y Happy Pills en la Editorial Alea Blanca.
Resulta curioso que bastantes escritoras de ciencia ficción se hayan dedicado o
se dediquen a un tiempo a la poesía. Creo que es un dato significativo que
habría que estudiar mejor. Desde luego, beneficia bastante su estilo.
Campbell fue secretaria
de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror durante varios
años. Ganó el Premio Ignotus de Poesía en 2006 y 2008.
En 2014 ha publicado la
novela no realista El fin de los sueños,
escrita en colaboración con José Antonio Cotrina.
Artículos suyos con
consejos teóricos y prácticos sobre escritura aparecen asiduamente (Campbell
tiene una gran capacidad de trabajo, no cabe duda) en su web Gabriella Literaria (http://www.gabriellaliteraria.com/).
Los cuentos
Lectores
aéreos contiene quince cuentos. Comienza con «Ir a morir»,
historia de ciencia ficción ubicada en una nave espacial llamada Circo y que es eso precisamente, un
circo que navega entre las estrellas, llevando criaturas muy especiales. Como
en toda ciencia ficción, hay una transgresión de nuestra realidad
espacio─temporal (presente y pasado histórico) y un nóvum, una novedad inexistente en esa realidad nuestra que se transgrede,
pero que se presenta como posible en la dimensión creada en la obra (futuro,
otros planetas, o en este caso, un vehículo de navegación espacial). Aquí el nóvum son esas criaturas que transporta
la nave: mantícoras, unicornios, pegasos, grifos, hadas… seres que pertenecen
al ámbito ficticio de lo maravilloso, pero en este texto se presentan como
procedentes de otros mundos galácticos (hay incluso un cachorro de «kraken»,
guiño a la obra del británico China Miéville, con quien espero que Campbell se
deleite tanto como yo). Es decir, lo maravilloso se racionaliza y pasa de ese
modo al campo de la ciencia ficción.
Nos encontramos ya en este
primer cuento con uno de los mecanismos literarios que más va a repetirse en
esta colección de Campbell: la autora toma una entidad de ficción proveniente
de las narraciones fantásticas o maravillosas y la convierte en un punto de
partida tan realista como una hipoteca, especulando sobre el «Qué sucedería
si…» esas entidades existieran de verdad. Este mecanismo ha sido utilizado por
autores como Ted Chiang (cuya obra admira Campbell, según ella misma me dijo
cuando le pregunté), por ejemplo en su extraordinario relato «El infierno es la
ausencia de Dios» (2002), en la que Chiang nos sitúa en una realidad donde
tanto Dios como los ángeles y demonios existen con toda evidencia.
En «Ir a morir» los
protagonistas humanos son los guardianes de esas extrañas criaturas que sirven
de espectáculo circense. Pero hay más sorpresas: las mantícoras (que tienen
cuerpo de león, cola de escorpión, alas, garras y mandíbulas capaces de
destrozar a un humano) guardan un secreto. Vemos la acción desde el punto de
vista de Cora. Como otros personajes de estos cuentos, Cora es una mujer joven,
atractiva, que trata de buscarse la vida en una realidad donde abundan los
trabajos precarios, dentro o fuera de la Tierra. A pesar de su fuerza hay en
ella una cierta tristeza, la íntima desolación del fracaso. Frente a las naves
metálicas y luminosas que nos ha presentado cierta ciencia ficción, aquí la
cotidianeidad del vehículo espacial resulta cutre y grisácea. El final es
bueno, inesperado como se espera (valga el juego de palabras) en un relato bien
acabado. Atención a las maternidades extrañas y a las hibridaciones
monstruosas. Y debe recordarse también que para ciertas damas (al igual que les
ocurrió con las sirenas a los caballeros marinos) siempre es peligroso
encontrarse en una nave sideral con un Alien, tan depredador como determinado
por su impulso de reproducción y supervivencia.
El siguiente relato,
«Musa», parte del mismo mecanismo de naturalización, ahora de lo fantástico, ya
que la acción trascurre en nuestra realidad espacio-temporal, y en ella aparece
un elemento considerado imposible o sobrenatural precisamente desde nuestras
ideas comúnmente aceptadas de lo que es real o no. Ese elemento es la
existencia de una «musa», una mujer (no conozco muchos «musos») que consigue
inspirar con su presencia la capacidad creativa de otras personas. Más en
concreto lo que hace Campbell aquí es convertir la metáfora en literalidad.
Fácilmente comprendemos que ser una musa no es nada cómodo ni atractivo para
quien sustenta esa condición, y además su compañía no sólo puede despertar
capacidades artísticas brillantes y positivas sino también las más oscuras.
David Roas, en su libro
de ensayo Tras los límites de lo real:
una definición de lo fantástico (2011), explica que en lo fantástico
posmoderno puede darse una «naturalización» de lo imposible, de tal modo que
los personajes de las historias no parecen sufrir el «efecto fantástico».
Ocurre este efecto cuando tanto personajes como lectores se conmocionan por los
sucesos de la narración, que les hacen sentir inquietud, angustia, terror o
incluso espanto. Los personajes temen por su vida o su integridad física o
psíquica; los lectores se extrañan al darse
cuenta de que sus ideas sobre la realidad se ven perturbadas, cuestionadas o
hasta desmoronadas por completo ante esa presencia de los sobrenatural en la
vida cotidiana, y como consecuencia ante la imposibilidad de conciliar lo
irreal con lo real, lo irracional con lo racional. Pero es que en el fantástico
más posmoderno, y ahí se puede incluir Lectores
aéreos, los personajes asumen con normalidad acontecimientos increíbles.
Sin embargo, como también explica Roas, los lectores no dejamos de conmocionarnos
por lo que se nos cuenta, tratando de encajarlo en nuestros esquemas mentales. Por
eso sigue existiendo el «efecto fantástico». Esa es la reacción que provocan
los cuentos de Campbell, algunos de los cuales se acercan asimismo al realismo
mágico.
Otro aspecto que quiero
destacar en el libro es que nos presenta a mujeres en papeles protagonistas y
desempeñando todo tipo de oficios, y relaciones lésbicas, homosexuales y
bisexuales tanto como heterosexuales, sin que eso sea destacado de ningún modo.
En «El día en que
desaparecimos», pequeñas anomalías en el entramado espacio-temporal de la pareja
protagonista (de amigos que no de novios) los van separando. Se trata de
detalles, un nombre, la situación de una casa o de un baño, distintos recuerdos
e interpretaciones sobre un hecho, que poco a poco divergen en realidades
paralelas. Como la vida misma.
«Polvo» describe una
hermosa y triste historia de amor entre una chica que trabaja en un restaurante
donde, en un cuarto detrás de una puerta roja, descubre a una extraña criatura,
un hombre rubio y fantástico, que habita en un tiempo más lento que el suyo. Ese
es uno de los problemas del amor, que es muy difícil acomodar los ritmos.
«Paredes como
gargantas» aborda el tema de las casas con encanto, aunque ese encanto sea
peligroso. No sé si este tema es viejo como
el mundo porque ignoro si los trogloditas tenían cuevas que considerasen
encantadas, pero se ha dado en literatura desde que existen los recintos
artificiales que albergan a los humanos, ya que estos acaban de impregnarse de
nuestras almas tanto como al revés. Lo simpático de este cuento, donde el
terror es perfectamente compatible con la ironía, es la presencia de una agente
inmobiliaria que desea la casa, en una vuelta de tuerca al motivo clásico. Para
saber quién gana en esta lucha de depredadores enfrentados, el capitalismo
salvaje con sus fauces feroces contra los antiguos poderes fantásticos hay que
leer la narración hasta el final.
Las dos narraciones que siguen a la anterior son «La curiosidad de
Tim», que explora la posibilidad de leer los pensamientos ajenos. Ya, ya
sabíamos que no era nada bueno lograr
eso, que mejor no saber lo que piensan los
demás y que los demás desconozcan lo que opinamos de ello. Lo malo es que ahora
lo ponemos en Twitter sin cortarnos un pelo. Me gusta la siguiente, «El
extraordinario caso de Emil von Trope y Jack el Destripador», divertida, donde se
mezclan los trucos de magia, una supuesta capacidad de adivinación, lo
esotérico, la estafa, la fantasía con sus dragones, el ansia de oro y el deseo
sexual. Ay, lo que se llega a hacer por amor cuando este es muy adictivo.
Sopresa tras sorpresa, habrá que saber si realmente descubrimos quienes fue
Jack.
«Black Magic Woman» es
un relato sobre maternidades monstruosas y amores violentos, que quizás se
queda un poco corto (en cuanto a extensión, me refiero, no por la intensidad). Hay
reminiscencias de los cuentos de hadas, por ejemplo de «La sirenita» de H. C.
Andersen, aunque se trata de un reverso oscuro o incluso siniestro de un cuento
ya de por sí tenebroso en lo estético y lo ideológico, igual que casi todos los
del danés, que a mí personalmente me dan bastante repelús.
«Nada en el mundo» nos
ofrece una historia de amor y de adicción, de una dependencia bastante insólita
pero perfectamente explicable como descubriremos al final del cuento.
Por otro lado, «Un
romance eléctrico» nos trae una divertida versión del tema de las mujeres
artificiales. La autómata es aquí algo steampunk.
Ideal para una antología sobre el tema de las ginoides.
En cuanto a «Historia
de un plagio», nos habla acerca de la literatura, el vampirismo literario, y el
amor en dúo y en trío. Es uno de los más interesantes relatos del libro aunque
no lleva componentes fantásticos. El tema de la literatura dentro de la
literatura suele dar mucho juego.
«Delirio» es un corto
texto donde se mezcla la ciencia ficción y lo maravilloso, con una serie de
vueltas de tuerca que nos conducen a un final muy bien planteado. La historia recuerda
a la serie televisiva El Ministerio del
Tiempo) pero también vuelve a inspirarse en los cuentos de hadas. Cuando se
lea «Delirio» hay que recordar igualmente ese mecanismo que usa Campbell con el
que convierte la metáfora en literalidad.
Se pasa luego a «Lo
inevitable» que narra amores, traiciones, de nuevo tríos, destinos fatales vaticinados
por adivinas y muertes ineludibles. La intriga está bien sostenida hasta el
final.
La obra acaba con una
narración, «Y diente por diente», para mí la mejor del libro. Bastante larga,
permite desarrollar bien el argumento y los personajes. Se ubica en una
realidad donde se ha demostrado que la reencarnación y el karma son reales, y
se exploran las consecuencias de ello. El relato es de auténtico horror, tanto por
los hechos que se nos describen como por lo que simbolizan. En el trasfondo
está el tema de la justicia, la venganza y sus límites, y esa tendencia tan
humana de poner en los demás la responsabilidad de nuestros actos, en especial de
todo lo malo que nos sucede. Es una narración ideal para mi taller Fantástikas,
y me encantará debatir sobre ella.
Un par de sugerencias
generales:
─Conviene que el libro
aunque sea digital lleve un índice de los relatos, pues facilita la lectura y
el estudio.
─En algunos cuentos hay
repeticiones de palabras y de vez en cuando cacofonías, rimas internas.
Cuestiones que se solucionan con la corrección─pulido. No obstante se nota con claridad que el libro está muy trabajado y corregido.
Y terminaré diciendo que
no puedo entender por qué este libro no ha aparecido también en papel, en
cualquier editorial especializada en géneros no realistas o simplemente de
literatura general, porque en todas tendría cabida, por su calidad.
Los tiempos en que
vivimos corren de manera demasiado vertiginosa, y parece que un libro es un
objeto con fecha de caducidad muy limitada, solo unos meses. Es algo con lo que
no estoy de acuerdo. Hay libros que pueden y deben perdurar y ser leídos con la
tranquilidad que merecen. Este es uno de ellos.