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8 de octubre de 2008

SEIS TÍTULOS EN BUSCA DE UN AUTOR

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Este es un ejercicio literario que realicé en un taller de escritura del que formé parte; cinco autores de ese taller (utilizamos un seudónimo colectivo, La quinta del naipe, y seudónimos individuales), basándonos en la idea de que también es posible inventar títulos sin más, sin escribir bajo ellos un texto, nos pusimos a la tarea de imaginar esos nombres que nos gustaban y ofrecerlos para quien quisiera utilizarlos.

Preámbulo:

Al igual que muchos escritores guardan en sus carpetas páginas escritas de lo que tal vez nunca llegue a madurar como obra -apuntes, notas, borradores incompletos-, ocurre que a veces imaginan títulos para textos que por diversas razones nunca escribirán. Por ejemplo un autor puede inventar un título que le gusta mucho, pero no consigue idear el argumento con el cual desarrollarlo, o esboza también la historia, mas de un modo tan impreciso que ésta nunca llega a tomar cuerpo, o esa trama no le seduce en absoluto. Y en esos casos ¿por qué no plantearse la posibilidad de ofrecer esos títulos sobre los que no se quiere o no se puede escribir, a otros autores que quizá sí puedan o quieran? Un auténtico aficionado a la literatura sabe que el préstamo y la influencia son mecanismos, recursos fundamentales en la creación, y que ésta ha sido siempre en realidad un producto más colectivo que individual. Pero ¡cuidado! vivimos en tiempos donde la ignorancia es tan osada y temible que hablar de influencia, intertextualidad (el texto como mosaico de citas, en palabras de Julia Kristeva, o tejido, red donde están presentes otras obras, anteriores y coetáneas), incluso atreverse a jugar con la idea del robo literario (apropiarse de frases de otros autores para reelaborarlas en la escritura propia) puede derivar en que nos acusen de meros plagiarios; al parecer hay gentes con tiempo para dedicarse a buscar entre las líneas de la obra de algún autor frases supuestamente fusiladas de otro, y publicar dicho delito rasgándose las vestiduras, para público también escándalo y escarnio del que se dice que copia. Y no nos estamos refiriendo a los casos donde se denuncia a esos famosos televisivos que ni siquiera escriben por sí mismos, o a ciertos intelectuales que por estar obligados a publicar como sea o por desgana o cara dura asaltan libro ajeno en beneficio propio; lo que decimos es que partiendo de ahí se ha llegado a creer que cualquier cita es un plagio, incluso a acusar a ciertos escritores de ¡plagiarse a sí mismos! porque han repetido fragmentos de una a otra obra suya. Manteniéndose en este delirio casi paranoico, deberíamos renegar de tal número de autores clásicos que usaban la imitación como un recurso totalmente aceptado, que los manuales de literatura disminuirían de grosor hasta convertirse en folletos. ¿Qué diríamos de -por poner un solo y sublime ejemplo-, Garcilaso de la Vega? ¿Que copiaba a Petrarca?

Todas estas reflexiones han hecho nacer nuestro texto Seis títulos en busca de un autor (nos parecería un menosprecio hacia nuestros lectores decir en qué otro nombre de obra famosa se basa éste), compuesto por nuestro colectivo La quinta del naipe. Como se verá, cada propuesta de título viene acompañada de un comentario, más o menos extenso, de su inventor o inventora (elegimos mantener nuestras individualidades en el anonimato porque nos divertía mucho hacerlo así: decidir un seudónimo es también una forma de creación), en el que se sugiere un esquema de argumento, se nos explican las razones de no haber escrito la obra, etc.


1. “Asesinato con piolet”. (Inventado por La Condesa Viuda de Montecristo)

“El piolet es un pico que usan los alpinistas para la escalada en nieve y hielo. Su otra utilidad como arma homicida ya la demostró Ramón Mercader al cargarse a Trotski, pero eso lo recordé después de que se me ocurriese la idea de escribir una novela policíaca con este título. Idea que tuve durante una horrible marcha por Pirineos. A mí, la verdad, me gustaría que la acción transcurriera en el mundo de la montaña, aunque advierto que los montañeros suelen ser gente pacífica, lo que se debe tener en cuenta a la hora de adjudicar el papel del asesino.”


2. “Cuentos del cofre perverso”. (Por Edgar Allan Poe Jr.)

“Seré parco en palabras. El título es suficientemente revelador. Imagino un libro de relatos a cual más intenso en su atmósfera ominosa, más capaz de envolver al lector en una telaraña de sinrazón y angustia...”


3. “Viento solar”. (Por Una Superviviente del Titanic)

“Este título me parece muy adecuado para un relato o novela de ciencia ficción. Anímense, tampoco hace falta que sean unos expertos en Astronomía, con unas simples nociones, extraídas de un libro de divulgación o de Internet, basta. Eso sí, en este caso procuren no entusiasmarse con honduras científicas. Siempre hay lectores que no tienen nada mejor que hacer que buscar meteduras de pata.


4. “Curry y rubíes”. (Por El Amante del Cuarzo)

“Creo que bajo este título se podría escribir un novelón cuya acción transcurra, por ejemplo, en la India, y que podría convertirse en todo un éxito de ventas. ¿Y por qué no echarse en brazos de la tentación del best-seller? Aconsejo para la novela muchas descripciones, mucho colorido, amores contrariados, el mayor número posible de referencias históricas, y por supuesto sólo cabe presentar tanto la riqueza como la miseria (precisamente el título aludiría a ese contraste que en pocos países se muestra tan vívido). Desde luego el libro exigiría un trabajo de documentación al que yo no estoy dispuesto, por eso no lo escribo. A mí en realidad me gustaría escribir una novela con un título que me parece muy hermoso, y estrechamente relacionado con el seudónimo de he elegido: La luz del cristal de roca. Pero no tengo la menor idea, no se me ocurre nada en absoluto a partir de ese nombre; quizás no ha llegado el momento y un día la historia aparecerá; quizás lo he creado para alguien que lo está también buscando.


6. “Dos de espadas”. (Por Lady Quercus)

“En homenaje a nuestro seudónimo colectivo, La quinta del naipe, se me ocurrió este título, que ¿para qué puede servir? Pues yo diría que para un libro con historias de parejas. Irónicamente no hay nombre más adecuado para una relación que con lamentable frecuencia se convierte en un duelo. Al resto de mis compañeros del grupo les pareció en efecto muy apropiado, y me sugirieron otros títulos posibles para otras obras basándose en las cartas de la baraja: las copas podrían utilizarse cuando los protagonistas son borrachos; los oros para argumentos en que el dinero es un tema primordial; los bastos para historias de violencia...

Un añadido más al primer título que yo he planteado: una amiga que no forma parte de nuestro taller de escritura me ha ofrecido, para ese libro de historias que yo imagino como "Dos de espadas", el título (para uno de esos relatos por ejemplo) “El último vínculo”, explicándome que versaría sobre ese último lazo que puede quedar entre dos personas que se amaron: y cómo al fin se rompe. Le doy las gracias desde aquí por su colaboración. Cualquiera otra será bien recibida.

Y como posdata, mi estimada colega La Condesa Viuda de Montecristo, que además de correr por sus montañas es muy aficionada a literaturas para nosotros exóticas, aporta unos cuantos títulos (auténticos) de obras chinas: El sueño en el pabellón rojo, que se considera obra maestra, de un tal Cao Sive-Kin, y dos nombres cuya autoría desconoce pues los encontró rebuscando en enciclopedias, pero tanto le gustaron que desea añadirlos aun de este modo precario: son La flor del ciruelo en el jarrón de oro, y Memorias del pincel escritas en la sala de la observación minuciosa. Piensa mi colega que estos títulos tan delicados, originales, bellísimos, pueden ser fuente de inspiración para otros semejantes, que serían insólitos sin duda en nuestra literatura, pero los amantes de ésta hemos de dar la bienvenida a cualquier afortunada innovación. (Caso de que algún erudito sinólogo lea estas líneas y conozca a los autores de tales textos, le agradeceríamos también, cómo no, que nos saque de nuestra ignorancia.)

Lola Robles, 2004.

(Podéis leer también el artículo De los nombres de los libros)