libros
Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.
Jorge Luis Borges. Límites
¿Desaparecerá el libro tal como lo conocemos -un conjunto de páginas de papel impresas y unidas entre sí formando un volumen- en este siglo XXI –cibersiglo- que comienza? Que haya voces de advertencia, incluso de alarma, no debería resultar extraño. Siempre las hubo. El pánico a las máquinas nos ha acompañado siempre (a los humanos, claro está). Siempre nos amenazan: la luz eléctrica a los fabricantes de velas, el tren a los conductores de diligencias, el automóvil al tren, el avión al automóvil, la televisión al cine, el cajero automático al empleado de banca; y el ordenador, a todos. Hasta la imprenta, en su momento, se consideró un peligro: con su llegada a Europa (los chinos ya habían inventado la impresión con letras talladas más de 1000 años antes de Jesucristo, y en el siglo XI d. J.C. la impresión con caracteres móviles, que hasta 1438 no introducirá Gutemberg en nuestro continente) se disponía del «primer medio de comunicación de masas y del primer sistema para almacenar y comunicar grandes cantidades de información... anteriormente, la transmisión de la información se limitaba a la capacidad de la voz humana o la habilidad de los copistas para transcribir códices escritos. Cada libro tenía que escribirse laboriosamente a mano y un amanuense podía tardar meses en terminar una copia... las bibliotecas europeas medievales eran escasas y generalmente pequeñas, rara vez disponían de más de 500 volúmenes... La imprenta cambió la situación en cuestión de décadas... el coste de los libros descendió vertiginosamente: las nuevas obras se podían publicar a bajo precio y encontraban un mercado bien dispuesto... los impresores también comprendieron que existía un sustancial mercado para libros editados en las lenguas vernáculas, que compraban los que sabían leer pero tenían pocos conocimientos de latín... pero las altas jerarquías eclesiásticas y estatales de Europa veían en la imprenta una amenaza potencial contra su autoridad. Los impresores publicaban obras que nunca se habían atrevido a copiar los amanuenses monásticos y las daban a conocer a un número de lectores sin precedentes». (Inventos que cambiaron el mundo. Madrid, Reader ´s Digest Selecciones, 1994)
El peligro de esa masificación aparece tratado ya en las primeras líneas de El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha: Don Quijote dedica sus ratos ociosos a los libros de caballerías, olvidándose de todo lo demás, y como consecuencia «...se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio; y así del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros... ». Lee, además, a solas y en silencio, lo que acentúa su desconexión con la realidad. «Don Quijote representa un miedo típico de la modernidad: que la exposición a enormes cantidades de material ficticio (suficiente para leer día y noche durante meses) en una actividad que aísla del resto de la gente, tendrá como resultado la sustitución del mundo real por su ilusión», dice Janet H: Murray en Hamlet en la holocubierta: el futuro de la narrativa en el ciberespacio (Barcelona, Paidós, 1999) (el título de la obra describe, por sí solo, creo, su contenido).
Los libros, pues, fueron considerados tan amenazantes (no sólo por la información que podían difundir, sino por su capacidad de aislar al individuo y hacer que sustituya realidad por fantasía) como posteriormente se temió la influencia del cine o sobre todo la televisión -mucho más perniciosa y manipuladora porque entra en nuestras casas-y a finales del siglo XX el ordenador: «El deseo ancestral de vivir una fantasía que surge con la ficción se ha intensificado debido a la aparición de un medio participativo de inmersión que promete satisfacer este deseo de un modo más completo de lo que ha sido posible hasta ahora», explica Janet H. Murray.
Internet, con su posibilidad comprobada de adicción, es el último eslabón de esa cadena de engendros mecánicos con sus presuntos resultados de patologías sociales. Y sin embargo, esa visión agorera de seres humanos encerrados en sus casas frente a la pantalla encendida y comunicándose con el resto del mundo -incluso para trabajar- sólo por la Red, ya ha sido destruida: al provocar ésta nuevas formas de contacto que llevan del foro o del chat a la kedada o al sexo no únicamente virtual. Del mismo modo que el correo electrónico permite una mejora en las comunicaciones personales, el ordenador facilita el trabajo más que la máquina de escribir, y el cine y el periódico perduran aunque exista la televisión.
La pervivencia del libro impreso no resulta pues tan ilusoria. Hasta tal punto sigue siendo importante que, como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia, uno de los primeros objetivos de destrucción en esta guerra de Irak que, dicen, ya ha terminado, ha sido la Biblioteca Nacional. El placer y la necesidad de quemar bibliotecas aparece como prioritario a lo largo de la historia bélica de la humanidad. Será por algo, o más bien por mucho.
...nada asume el mérito -ni la culpa- de las tendencias desbocadas de la actualidad ni de los intentos hechos para regularlas...[ya] no existen explicaciones fáciles, narraciones directas, relaciones de hechos simples ni libros equilibrados.
Sadie Plant. Ceros + Unos.
Pero las nuevas tecnologías cibernéticas sí pueden ofrecer nuevos recursos para transmitir la información, derivados de sus propias características, de la época en que se desarrollan y crecen -vertiginosamente- y distintos de las formas que han tomado en el libro impreso. ¿Es sólo una cuestión de formas? ¿O el modo de presentación modifica también el contenido? Hipertexto, holonovela, ciberliteratura ¿son meras extravagancias con un tiempo de vida efímero o términos que designan esas nuevas formas basadas en los recursos recién aparecidos, si no mejores que las de antes, si tan válidas no ya por su novedad, sino por abrirse a otras posibilidades?
hipertextos
En su obra Ceros + Unos: mujeres digitales + la nueva tecnocultura (Barcelona, Destino, 1998) la ciberfeminista estadounidense Sadie Plant analiza -y revisa- la relación de las mujeres y la técnica, ese dominio que se ha considerado tradicionalmente masculino. En realidad no ha sido así, nos demuestra. Plant también me descubrió a Ada Byron, «la señora que había programado el telar Jacquard para que tejiera álgebra pura», la definen con una hermosa metáfora William Gibson y Bruce Sterling. Ada Byron, matemática, hija del poeta lord Byron, fue capaz de concebir la cibernética en un momento histórico en que los medios materiales hacían imposible fabricar una computadora. «No creo que mi padre fuera o pudiera haber sido jamás tan gran Poeta como yo seré Analista», dijo Ada, consciente de su propia capacidad.
Un dato curioso: Ada Byron está ligada indirectamente, a través de su padre, con otra mujer también precursora, en este caso de la ciencia ficción: Mary Wollstonecraft Shelley, que, en 1818, publica una historia, Frankenstein, donde por primera vez los conocimientos científicos de una época sirven para hacer creíble lo fantástico. La novela fue concebida durante un verano en Suiza, en una casa a orillas del lago Leman, donde, una noche, reunidos Mary, su amante y también poeta Percy Shelley, Byron y el médico Polidori, Byron propuso a todos escribir una historia de terror. Aquella misma noche Mary Shelley tuvo una pesadilla: la consecuencia literaria fue Frankenstein, una de las obras más conocidas en historia de la literatura, y acaso la primera de ciencia ficción contemporánea, como ya he dicho. Ada Byron nació 1815, tres años antes de la publicación de Frankenstein, pero me gusta establecer ese vínculo entre ella y Mary.
Pero lo que ahora me interesa es la forma del discurso de Plant, la técnica –en este caso literaria- que usa y que abre nuevas posibilidades no sólo al ensayo, sino a la escritura narrativa.
Ceros + Unos es un hipertexto, una sucesión de fragmentos sin orden cronológico y entreverados de citas diversas; de lectura un tanto abstrusa pero muy sugerente.
En Internet, el hipertexto supone un modo no lineal de organizar la información: permite saltar o trasladarse desde un término a otro punto del mismo documento o a otra dirección, página o sitio, a través de un enlace o hipervínculo (con un click sobre las palabras marcadas). En el libro tradicional, ya existían las notas a pie de página o finales (en un apéndice), más o menos gratas para el lector, porque a veces es difícil abandonar el texto y luego recuperarlo; yo he sentido sobre todo cierta irritación y desgana, como miope, frente a las notas, porque acostumbran a reducir el tamaño de la letra, lo que no ocurre en Internet, mucho más fluido además a este respecto, aunque conlleve también casi siempre una mayor dispersión del ahora navegante.
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...existe una cualidad obsesiva y adictiva en el acto de hilar la hilaza, de tejer una tela; una tentación de seguir una fijación y trabarse en procesos que se arrastran a sí mismos.
Sadie Plant. Ceros + Unos.
«los tejidos son la base de los grandes lienzos del arte occidental e incluso de los materiales de escritura. Actualmente, el papel suele hacerse de maderas, pero en sus primeras épocas se tejía y era el resultado de un denso entrelazamiento de fibras naturales. Los chinos, que se supone que fueron quienes iniciaron la producción de papel hace unos dos mil años, se servían de bambú, paños viejos y viejas redes de pesca como materiales básicos; el papiro, del que se deriva la misma palabra papel, se utilizó en el Egipto antiguo y las posteriores culturas árabes se sirvieron del mismo lino que se usaba en la confección de la ropa. Progresivamente, la pasta de madera fue sustituyendo a los trapos que continuaron siendo usados en Europa hasta el siglo XIX, y en la actualidad casi todo el papel se produce a partir de las fibras que se reducen a pasta y son sometidas a lejiado, se lavan y se secan y luego se refinan en un tamiz continuo para finalmente pasar por una serie de filtros donde son comprimidas»
«...más tarde, cuando se pintaron imágenes o se escribieron con palabras en una página, los diseños se imponían a un fondo pasivo de lienzo o papel. Sin embargo, las imágenes textiles nunca se imponen sobre la superficie de la tela: sus diseños siempre emergen de una matriz activa, implícita en una red que las hace inmanentes a los procesos de los que emergen»
«... desde el momento en que la escritura y otras artes visuales se hacen portadoras privilegiadas de la memoria y de los mensajes, el tejer se retiró tras sus propias retículas. Tanto los lienzos como el papel simplifican las complejidades del arte de tejer a materias primas en las que las imágenes y los signos se imponen: las telas de las que en otro tiempo surgían los modelos tejidos se convierten entonces en telas de fondo, matrices pasivas sobre las que se imponen e interpretan como desde lo alto las imágenes. Las imágenes no se transmiten ya en la textura, sino que se imprimen en su superficie con las plumas y los pinceles...»
«... a pesar de que el papel ha perdido su relación con los tejidos que lo originaron, existen restos de tejer en toda escritura: los hilos de las historias siguen siendo hilados, los textos son tejidos abreviados.»
El acto de tejer está inherentemente unido, desde siempre, a lo mágico:
«Como las magdalenas de Proust, la tela trasmite recuerdos de tal intensidad que escapan totalmente al mundo textual. Las telas se tejían también para invocar lo mágico, buscar protección, asegurar la fertilidad y la riqueza, adivinar el futuro, quizás incluso para maldecir, y en este sentido, urdir hechizos es mucho más que un dispositivo metafórico»
¿Y quiénes urden hechizos? Ellas, las hilanderas.
tejedoras
Con astucia, sutilmente, se hacen invisibles, maravillosamente se hacen en extremo silenciosas -de esa forma pueden ser las parcas de sus enemigos.
Sun Tzu. The Art of War.
Ellas habían sido siempre un inconveniente necesario. Le había mortificado siempre pensar que las necesitaba, incluso considerando los insignificantes trabajos que él les permitía hacer. Tenía que confiarle sus secretos y sus códigos. Y, aunque parecían muy bien educadas, uno nunca sabía.
Sadie Plant. Ceros + Unos.
«el hilo de Ariadna y la famosa competición en la cual la divina Atenea hizo pedazos el tapiz de la mortal Aracne constituyen algunos de los muchos mitos que asocian mujeres y redes, hiladoras y arañas, hilar la trama e hilar historias. Para los griegos, las Parcas, las Moiras, eran tres hilanderas –Cloto, Laquesis y Atropos- que producían, distribuían e interrumpían la sutil contingencia del hilo de la vida.»
Husos y ruecas, hechizos y relatos, redes y conjuros, el arte de tejer y el arte de contar.
Más acá sin embargo de las prendas mágicas, «las mujeres siempre han hilado, cardado y tejido, aunque anónimamente. Sin nombre. Para siempre. En todas partes y en ninguna... allí es donde nuestra historia se enmaraña» (la cita es de Manon Regimbald, a través de Sadie Plant)
«incluso entre culturas con economías denominadas de subsistencia, las mujeres que cocinaban, limpiaban y cuidaban a los niños se entregaban totalmente en el momento de hilar y tejer la ropa, produciendo mucho más de lo que era necesario para vestir y para decorar la casa familiar ... parece que las tejedoras prehistóricas produjeron paños de extraordinaria complejidad, tejidos con diseños floridos más allá de lo que exigiría un simple vestido. Y donde quiera que aparecía esta tendencia a hacer lo complicado, alimentaba una exploración continua de nuevas técnicas de tinte, de combinación de colores, de peinado y de todas las complejidades del arte de tejer».
«además, el hecho de tejer diseños complejos exige mucho más que un par de manos, la producción tiende a ser un trabajo comunal y social que da muchas ocasiones para cotillear y charlar. Tejer era ya una producción multimedia: cantar, corear, contar historias, bailar y jugar mientras trabajan hiladoras, tejedoras y zurcidoras que eran literalmente trabajadoras de la red (networkers)».
Bertrand Russell
del telar al ordenador
Ya en el Neolítico se tejieron las primeras telas, utilizando un bastidor sencillo en el que un conjunto de hilos (la urdimbre) se enrollaba a dos maderos y se mantenía tenso. Con una varilla se levantaban hilos alternativos de la urdimbre para pasar otro hilo, perpendicular a los primeros: la trama. Este mecanismo se perfeccionó en Mesopotamia y Egipto, y en Europa durante la Edad Media. Los telares modernos aparecieron en el siglo XVIII: la lanzadora Kay era un dispositivo que permitía mecanizar el trabajo. A finales de siglo surge el telar de vapor, y en 1801 el telar Jacquard, en el que unas tarjetas perforadas guiaban unos ganchos que elevaban los hilos de la urdimbre (este telar se emplea todavía para fabricar tejidos de dibujos complicados, como brocado y damasco).
Este sistema que usó Jacquard fue aprovechado, dos siglos después, para programar los primeros ordenadores. En 1834 el inglés Charles Babbage diseñó los primeros esquemas de una computadora, una máquina analítica capaz de efectuar cualquier cálculo. La máquina estaba programada por una serie de tarjetas perforadas como el telar automático de Jacquard. Babbage contó con la ayuda de alguien que, como tantas veces ha ocurrido, ha tardado en ser justamente reconocida, aunque, pese a nacer mujer en un mundo donde no podía firmar un trabajo escrito por ella más que con sus iniciales, ni acceder a bibliotecas científicas si no era a través de su marido, se trataba de una dama ambiciosa cuyo mayor deseo era convertirse en una famosa científica: Ada Byron. Matemática. Hija única de Annabella, también matemática, a quien su esposo, lord Byron, llamaba su "princesa de los paralelogramos". El matrimonio duró poco. Annabella era demasiado puritana para soportar los desórdenes vitales del Poeta. Ada Lovelace. A los 20 años se casó con William King, conde de Lovelace. Tuvieron tres hijos, pero Ada nunca sintió mucho interés por la maternidad. Ya antes había conocido a Babbage, con quien colaboró en el desarrollo de la máquina analítica. Pero los sueños de ambos eran imposibles de realizar con la tecnología de su tiempo. La aportación de Ada fue sobre todo en cuanto a la programación de esa máquina antecedente de la computadora. De hecho «cien años antes de que se hubiese inventado el hardware, Ada había creado el primer ejemplo de lo que más tarde se conocería como programación de las computadoras» (sentencia Plant) .Augusta Ada Byron Lovelace, 1815-1852. Reina de los Ingenios, la Encantadora del Número (la admiran de nuevo William Gibson y Bruce Sterling en The Difference Engine). La señora capaz de concebir la cibernética avant la lettre era adicta al láudano y perdió grandes cantidades de dinero en las carreras de caballos, porque creía haber inventado un sistema infalible para ganar en ellas. Murió a los 36 años, de cáncer de útero. En su honor, en 1979 el ejército de Estados Unidos llamó ADA a un nuevo lenguaje de programación.
Hasta los años 70 del siglo XX no se utiliza el chip de silicio, un microprocesador capaz de albergar -hoy- millones de bits de información. (En 1945, la Eniac (Integradora Numeral y Calculadora Electrónica) fabricada por la Universidad de Pensilvania, pesaba 30 toneladas y ocupaba 140 metros cuadrados).
el ciberespacio apareció como una zona incorporal más salvaje que el más salvaje Oeste, más vigoroso que la carrera del espacio, más sexy que el sexo, y mucho mejor que caminar por la Luna. Era la última frontera de las fronteras, la más pura de las Islas vírgenes, el más nuevo de los territorios...
«de todos los medios de comunicación y máquinas que han aparecido a finales del siglo XX, la Red se ha considerado como el compendio de la nueva distribución no lineal del mundo. Sin límites en cuanto al número de nombres que se pueden utilizar, un individuo puede convertirse en una explosión demográfica en la Red: muchos sexos, muchas especies. Sobre el papel no existen límites a los juegos que se pueden jugar en el ciberespacio. Acceder a una terminal es también acceder a recursos que antes estaban limitados a aquellos que tenían el aspecto, el acento, la raza y el sexo adecuados, ahora no es preciso declararlos. Usar la Red se convirtió en una cuestión de navegación, en un modo de cambio de canal facilitado y exigido por una información que ya no se encontraba encuadernada en textos lineales o en clasificaciones de bibliotecas, sino que requiere ser atravesada lateralmente».
«las diferencias entre el cuerpo principal de un texto y todos los detalles periféricos -índices, encabezamientos, prefacios, dedicatorias, apéndices, ilustraciones, referencias, notas y diagramas- han sido durante mucho tiempo parte integrante de la idea ortodoxa de libro y artículo de ensayo», nos recuerda Plant; ciertamente se trata de una división jerárquica «entre centros y márgenes, autores y escribas».
«sólo cuando las redes digitales se organizaron en hebras y enlaces, las notas a pie de página empezaron a triunfar sobre lo que en otro tiempo habían sido cuerpos de texto organizados. Los programas de hipertexto y la Red son retículas de notas a pie de página sin puntos centrales, principios organizativos ni jerarquías. Tales redes carecen de precedentes en cuanto a su alcance, complejidad y posibilidades pragmáticas. E incluso son, y siempre han sido, inmanentes a todos y cada uno de los textos escritos. “Los márgenes de un libro, escribió Michel Foucault, no son jamás nítidos: más allá del título, las primeras líneas y el punto final, más allá de su configuración interna y la forma que le da su autonomía, está envuelto en un sistema de citas de otros libros, de otros textos, de otras frases, como un nudo en una red”».
«tal como los textos individualizados se han convertido en filamentos de tejidos extremadamente laberínticos, así las máquinas de finales del siglo XX urden nuevas redes allí donde antes sólo existían palabras aisladas, números, música, formas, olores, texturas táctiles, arquitecturas y numerosos canales aún anónimos... El hilo no es metafórico ni literal, sino simplemente material, un conjunto de fibras que la historia de la computación, la tecnología, las ciencias y las artes entreteje y trenza. Dentro y fuera de las cavidades de los telares automatizados, de un punto a otro por las épocas del hilar y del tejer, hacia atrás y hacia delante en la fabricación de telas, lanzaderas y telares, algodón y seda, lienzo y papel, pinceles y plumas, máquinas de escribir con sus carros, cables telefónicos, fibras sintéticas, filamentos eléctricos, hebras de silicio, cables de fibra óptica, pantallas pixeladas, líneas de telecomunicaciones, la World Wide Web, la Red y las matrices por venir»