LAS PRIMERAS LECTURAS: LOS LIBROS DE BRUGUERA
La editorial Bruguera tuvo una colección
ilustrada, Historias Selección, donde junto al texto escrito se incluía una
versión resumida en forma de viñetas de tebeo. Historias Selección se
diferenciaba en varias series: Julio Verne, Emilio Salgari, Karl May, Clásicos
juveniles, Leyendas y cuentos, Grandes aventuras, Historia y biografía, Pueblos
y países, Sissi e incluso una serie de ciencia ficción, género al que entonces
yo no era aficionada, con la excepción de Verne, precursor del mismo.
Los libros de Bruguera se editaban
siempre igual: tapa dura, de color marrón claro, casi amarillento, y una
sobrecubierta de papel satinado con una ilustración en color muy llamativa,
magníficamente dibujada, pues era un reclamo para la lectura. El título en
letras muy grandes. En el canto del volumen aparecían pintados los rostros de
los protagonistas con sus nombres debajo. Fueron los primeros libros que leí.
Una amiga de mi tía, que visitaba a menudo a ésta y a mi abuela, me regaló
varios. Habían sido de su hijo, mayor que yo. Todavía recuerdo mi sobresalto de
alegría cuando los vi y me dijeron que iban a ser míos. En el lote venían vidas
de santos como Fray Escoba,
canonizado como San Martín de Porres, Santa
Rosa de Lima y San Juan de Dios.
Además, Ricardo Corazón de León y una
Historia de la India, escrita por un
tal Erik Whitman, que conservo aún en mi biblioteca, con las hojas amarillentas
y olor a viejo, además de la profusión de ácaros que me hace estornudar si abro
el volumen. El tal Whitman me parece, aún hoy, un escritor de una delicadeza y
capacidad narrativa envidiables. Al hojear la obra, me doy cuenta de que él
mismo se encargaba de la traducción, así que me pregunto si, en realidad, no se
trataba de un autor español que usó un seudónimo inglés por decisión editorial.
También veo que, al comienzo del libro, se menciona que éste se publica con
licencia eclesiástica: era el año 1968. Tras mi última mudanza, no me ha
quedado más remedio que tirar, por lo deteriorado que estaba, Corazón, de Edmundo de Amicis, en
Bruguera asimismo, un clásico de la literatura juvenil, quizás en exceso
lacrimógeno. Lo tenía también desde mis tiempos del colegio. Poseer aquellos
libros fue para mí como lograr el archideseado tesoro de la isla.