Marge Piercy
Mujer al borde del tiempo
Bilbao,
consonni, 2020
(Woman on the Edge of Time, 1976)
Traducción
de Helen Torres, corrección de Arrate Hidalgo y Miguel Alpuente, asesoramiento
colectivo de Hedda Katarina Olsson y Arrate Hidalgo.
512
páginas.
Mujer al borde del tiempo está protagonizada por Connie (Consuelo) Camacho Ramos, mujer chicana nacida en Texas y residente en los Estados Unidos, en la zona de Nueva York. A sus treinta y cinco años, Connie va a terminar ingresada en una institución psiquiátrica (donde no es la primera vez que la recluyen) por golpear a la pareja de su sobrina Dolly (Dolores), que es también su proxeneta, aparte de un maltratador. Connie solo ha tratado de defender a Dolly de una agresión. Pero, ya antes, ella misma perdió la custodia de su hija, Angelina, una niña pequeña, por haberla maltratado físicamente, lo que la llevó al ingreso psiquiátrico. Connie se arrepiente de haber pegado a la niña: fueron sus circunstancias de precariedad económica y malestar psicológico las que la empujaron a ese acto. A partir del nuevo encierro, va a recorrer varios sanatorios y se verá envuelta en una espiral de violencia institucional de la que tratará de huir. Sin embargo, acabará convirtiéndose en paciente obligada de un experimento: el implante de electrodos en su cerebro para controlar su agresividad. El panorama que la autora nos presenta sobre los tratamientos psiquiátricos que se aplicaban en la época y el trato degradante que se daba a los pacientes en los centros, que son prácticamente de reclusión, es aterrador. Los experimentos no consentidos, los electrochoques, las extirpaciones de parte del cerebro y las medicaciones abusivas dejan a las personas casi sin voluntad. En ese sentido, la novela puede considerarse de un realismo feroz y en absoluto sensacionalista, tanto que se acerca al peor terror que hay, el que se da en nuestro mundo y no tiene nada de sobrenatural, sino de cotidiano y aceptado por casi todos.
A pesar de su encierro, de su impotencia y de las circunstancias que la han acompañado durante toda su vida (precariedad laboral, racismo, desapego familiar por parte de su hermano y abandono por alguna de sus parejas, aunque con otras ha tenido una relación más positiva), Connie encuentra una esperanza y un camino a la salvación por completo inesperados: se convierte en una viajera del tiempo, tras contactar con una persona del futuro, Luciente, que la visita durante su estancia en el psiquiátrico. En momentos en que está a solas o por la noche, la mujer chicana se ve trasladada, gracias a la ayuda de Luciente, a una sociedad futura muy distinta a la que conoce: se trata de Mattapoisett. Mattapoisett es una utopía feminista, ecologista e igualitaria, sin clases sociales ni racismo. No conoceremos un mundo perfecto, sino en construcción. Sus habitantes viven en contacto con la naturaleza, trabajan mucho y llevan una existencia bastante austera. Se preocupan por establecer vínculos personales sin maltrato ni violencia, a pesar de que tengan conflictos. No hay autoridad ni poder, ni parece existir Estado. Se organizan en enclaves autónomos. La crianza de niñas y niños se hace en común y no está dictada por vínculos genéticos. De hecho, se puede ser madre sin ese vínculo con la criatura. Gestación y nacimiento se realizan mediante ectogénesis. La monogamia no es la norma común. Luciente y sus camaradas del enclave enseñarán a Connie cómo funciona su mundo y tratarán de ayudarla a escapar de su reclusión.
Estamos
ante una novela de ciencia ficción especulativa y futurista, y ante una utopía
igual a otras que se han inventado desde el feminismo. Mujer al borde del tiempo se inscribe en una tradición que viene de
muy lejos, desde La ciudad de las damas
(1405) de Christine de Pizan hasta Herland
(1915) de Charlotte Perkins Gilman y, más próximas a la primera edición del
libro de Piercy, El hombre hembra
(1975) de Joanna Russ y Houston, Houston,
¿me recibe? (1976) de James Tiptree, Jr.-Alice B. Sheldon. En el caso de la
obra de Piercy, no nos encontramos ante una sociedad formada únicamente por
mujeres, pero sí ante una utopía en que nuestra situación y liberación tienen
una importancia fundamental: elementos que se suelen echar de menos en bastantes
utopías clásicas. Por supuesto, hay que mencionar también Los desposeídos (1974) de Ursula K. Le Guin, aunque las diferencias
entre esta novela y la de Piercy son muy notables. A mí, Mujer al borde del tiempo me recuerda mucho más, por su crudeza y
su rabia, a Joanna Russ y también a Octavia Butler en Parentesco (Kindred,
1979). La novela de Butler es posterior a la de Piercy, pero el espíritu de su
tiempo y las condiciones de vida para las mujeres de la época son muy similares
en ambas. Aprovecho para recordar que Octavia Butler también ensaya la distopía
versus utopía en su trilogía Xenogénesis (1987─1989), recientemente
reeditada en España con el título La
estirpe de Lilith.
No
voy a desvelar el final de la historia, pero tengo que decir que fue todo un
acierto por parte de la autora. Resultaba difícil esperar otra cosa, por mucho
que quisiéramos. Y ese final convierte la obra en una propuesta no demasiado
original, pero que nos deja sin saber en qué género literario situarla. Para
quienes dicen que hablar de géneros no tiene sentido porque son simples
etiquetas, le recomiendo que lea este libro y reflexione sobre las distintas formas
de mirar el mundo que nos ofrece la literatura realista, lo fantástico o la ciencia
ficción.
Una
buena apuesta de la editorial Consonni que interesará tanto a las personas
amantes de la ciencia ficción feminista, especulativa y social como a las que
prefieren el realismo más descarnado, además de a quienes buscan propuestas de
utopías igualitarias.