Ayn
Rand
El manantial
Barcelona,
Planeta, 2019.
864
páginas.
Termino
de leer/escuchar la novela El manantial,
de Ayn Rand. He tardado bastante, no solo por su larga extensión (advierto que
es un tocho de más de 800 páginas, que, convertidas en audiolibro, dan treinta
y dos horas de escucha), sino por otras circunstancias que no vienen al caso y que
han hecho más lenta mi lectura. En estos tiempos apresurados donde hay tanta
oferta de libros y tantos títulos pendientes en nuestra lista personal, soy
partidaria, sin embargo, de no dejarse asustar por los gruesos volúmenes, tan
queridos en otras épocas, sobre todo si, como en este caso, literariamente
merecen la pena.
De Rand ya había leído/escuchado una novela breve, Himno, que en la edición que pude encontrar en ese momento se titulaba Vivir o ¡Vivir! (Barcelona, Luis de Caralt, 1954). Himno se publicó por primera vez en 1938, en inglés y en Estados Unidos, con el título Anthem. Personalmente, esta novela me parece mejor escrita y hasta más dinámica y legible que la muy conocida Nosotros (1920) de su compatriota Yevgueni Zamiatin. Ambas son distopías sobre el totalitarismo y tienen muchos elementos en común. Aunque la ventaja de la ciencia ficción está en que sus propuestas narrativas pueden aplicarse no solo a las realidades que conocemos, sino a cualquier otra posible y similar, no cabe duda de que las novelas de Zamiatin y Rand son una profunda crítica del totalitarismo soviético, además de servir como documentos históricos de una época, la de los totalitarismos en Europa, precisamente: ahí tenemos también, por supuesto, 1984, de George Orwell, o Fahrenheit 451, de Ray Bradbury.
Petersburgo en 1905. Su familia era judía, aunque no practicante (y ella, atea). Estudió filosofía e historia en la universidad de su ciudad natal y siempre se sintió atraída por los Estados Unidos y el mundo del cine, de tal modo que consiguió emigrar allí, huyendo del régimen soviético, a principios de 1926. Después de pasar unos meses en Chicago, con unos familiares, marchó a Hollywood en un intento de trabajar como guionista. El director y productor cinematográfico Cecil B. DeMille le dio una oportunidad como extra. Conoció entonces a Frank O´Connor, con quien se casó en 1929. Poco después obtuvo la nacionalidad estadounidense. En Estados Unidos, un país que admiraba con fervor, residiría hasta su muerte en 1982.
En
1936 se publica su obra Los que vivimos,
que contiene elementos autobiográficos. En 1938, Himno. En 1957, La rebelión
del Atlas, donde expone de nuevo su pensamiento filosófico objetivista e
individualista. También destaca su ensayo La
virtud del egoísmo (1964), otro manifiesto de su ideología ultraliberal.
El manantial (The Fountainhead, 1943) es una novela ideológica, de tesis, que la
autora utiliza para plasmar su filosofía de vida a través de los personajes. Se
filmó una película con el mismo título, en 1949, dirigida por King Vidor e
interpretada por Gary Cooper y Patricia Neil.
Poco
tengo que ver con Rand en cuanto a ideas sobre el mundo y la sociedad. No
obstante, hay algunos puntos de su pensamiento que me han resultado valiosos y que
comentaré. Sobre todo, Rand me gusta como novelista, en las dos obras suyas que
he leído. Y pienso seguir con otras. Me gusta su estilo y la creación de tramas
y personajes, bastante complejos estos últimos, pese a los estereotipos de la época.
Además, trabajaba durante años sus obras.
El manantial está protagonizada por Howard Roark, un joven arquitecto que encarna el modelo de vida y el modo de pensar de la escritora-filósofa. Es el héroe de la historia, al contrario que su colega Peter Keating o el periodista Ellsworth Toohey. Keating es un hombre sin talento, sin aptitudes para una verdadera creatividad, además de manipulable y muy pendiente de la opinión ajena. En cuanto al periodista Toohey, representa la defensa del altruismo que tanto incomodaba a Rand y muestra cierta hipocresía en su conducta.
Mención
aparte merecen los personajes de Dominique Francon y Gail Wynand. El segundo,
empresario de medios de comunicación, es también, como Howard Roark, un hombre hecho
a sí mismo, aunque carece del espíritu rebelde y la fortaleza que Roark lleva a
su máxima expresión. Wynand será amigo de Roark y esposo de Dominique Francon. Ella
es una figura que, desde el primer momento, me ha parecido muy destacable y
bastante original. Digna compañera de Roark, se casará, no obstante, primero
con Peter Keating y, después, con Gail Wynand, iniciando, en este último caso, un
curioso trío de amistad y amor muy poco habitual. Como mujer, no parece que
pueda ganarse la vida (al nivel social que pretende y dentro de la clase a la
que pertenece) por sí sola, de modo que su única posibilidad es un buen
matrimonio. Lo sabe y no cae en ningún tipo de romanticismo, tampoco en ambición.
Se trata, simplemente, de una evidencia, una situación insoslayable. Dominique
Franco no es la heroína del libro y Rand no era, para nada, feminista. Solo imaginó
un personaje femenino con la suficiente fuerza para enamorar a Roark, con quien
vive una pasión bastante intensa, aunque de cumplimiento aplazado y con una
relativa libertad, sin celos. Nos encontramos, ya digo, ante una mujer potente,
poco convencional pese a todo, muy distinta de Katherine, la sobrina de Toohey,
primera novia fiel y abnegada de Peter Keating, quien la abandona sin ni
siquiera caer en la cuenta de que lo hace (se olvida de ello, incluso, esto es
literal). Rand era una de esas mujeres de ideología muy conservadora en muchos
aspectos, pero que no se amilanaban ni dejaban someter, aunque apoyaran (o no
les importase mucho o nada, creo que este es el caso) la opresión de muchas
otras.
La
escritora ruso-estadounidense maneja bastantes más personajes y lo hace muy
bien. Escribió en la época de las novelas psicológicas, con una profundización
y una morosidad que ahora apenas serían aceptables.
Sé
que se recela de Rand por su ideología ultra liberal. Sin embargo, merece la
pena conocerla y leerla como a una novelista clásica y también de ciencia
ficción, y como a una pensadora que ha influido de manera notable en la
sociedad de los Estados Unidos.
Dije
antes que había algunos aspectos del modo de pensar de Rand que me parecían
válidos. Por ejemplo, el no amoldarse a las opiniones y valoraciones ajenas, y
actuar según nuestros propios principios. Claro que en su pensamiento resulta
básico la antítesis entre lo individual y lo social o colectivo, entre
altruismo y un egoísmo “racional”. Resulta fácil sentir cierta simpatía por
Roark y antipatía por Keating y Toohey. Por supuesto, la autora carga mucho las
tintas en su valoración negativa de todo y todos aquellos que se oponen a sus
ideas. Su visión de lo colectivo y común está muy sesgada, aunque refleja muy
bien los movimientos de la gente como masa. Creo que Rand se hubiera
horrorizado en este tiempo de las redes sociales. Pero el individualismo y la
libertad radical que Rand pretende son muy difíciles de llevarse a cabo de
manera general y extensa, puesto que una sociedad se compone de muchas personas
y no todas podríamos ejercer por igual esa libertad: por incapacidad personal, por
falta auténtica de posibilidades para ello y porque chocaría con los derechos
de otras. En ese sentido, se trata de una propuesta claramente elitista a nivel
social. Otra cosa es que pueda servirnos en el plano personal.
Anticomunista
y antisoviética acérrima, Rank se oponía a la intervención del Estado, salvo de
modo muy excepcional y mínimo. Se la ha convertido en un icono de cierta
derecha procapitalismo y neoliberalismo, además, supongo, de inspirar a
libertarios de derecha, que haberlos, haylos. Claro que convertir en biblia sus
obras resulta totalmente contradictorio con sus propuestas de que una persona
debe pensar por sí misma sin someterse a consignas y credos ajenos.
salvación de la filosofía en tiempos de oscuridad, 1933-1943, de Wolfram Eilenberger (ed. Taurus, 2021). En él trata sobre Ayn Rand, Simone de Beauvoir, Hannah Arendt y Simone Weil, filósofas del siglo XX no suficientemente reconocidas aún, en comparación con pensadores varones. Las cuatro vivieron y empezaron a escribir en tiempos muy difíciles, sobre todo alrededor de la Segunda guerra Mundial. Poco tiempo que ver con Rank con Weil, que es justo todo lo contrario de ella, el altruismo o la entrega a los demás llevadas a su extremo, o con Hannah Arendt, salvo por ser judías. Como Emma Goldman, recuerdo, otra mujer nacida en el Imperio Ruso y emigrada a Estados Unidos, años antes que Rand, con una ideología tan opuesta a la escritora de San Petersburgo como podía serlo la de Simone Weil. ¿Hay que leer y analizar, hay que dar visibilidad a pensadoras como Rand? Por supuesto que sí, en especial si escriben ciencia ficción, con la visión crítica que ella preconizaba.