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7 de octubre de 2008

LA PASIÓN DE LA NUEVA EVA, DE ANGELA CARTER


La Pasión de la nueva Eva, de Angela Carter. Traducción de Matilde Horne. Barcelona, Minotauro, 1982. 258 p.

La gran tradición subjetiva femenina.Apasionante –nunca mejor dicho– novela de Angela Carter, quien la publicó en inglés en 1977, y en España en 1982 (en la editorial Minotauro, la cual editó así mismo el resto de obras de la escritora británica, hoy prácticamente ilocalizables, salvo en bibliotecas o librerías de viejo, y con suerte).
Es esta una novela que puede incluirse en la “gran tradición subjetiva femenina” de escritura, de la que habló Lawrence Durrell (El autor del Cuarteto de Alejandría), refiriéndose a Virginia Wolf, Djuna Barnes, Anaïs Nin, y a la obra de Anna Kavan, Hielo, que se presenta, como una antiutopía de ciencia ficción y lo es, y mucho más que eso. (Ver en este mismo blog: Anna Kavan, la ciencia ficción extraña y alucinada). Yo añadiría a si mismo un libro inolvidable que bastó para dar fama a su autora, Elizabeth Smart: En Grand Central Station me senté y lloré.
Al decir “tradición subjetiva femenina” puede discutirse ese calificativo de “subjetiva”, pero también puede entenderse como una ruptura del discurso narrativo tradicional, perteneciente al orden lógico y presuntamente “objetivo” de lo patriarcal. Ruptura que desde luego no hemos hecho sólo las mujeres, del mismo modo que también nosotras hemos escrito dentro de ese discurso racional y ordenado.

La prosa de Carter.
Los cielos eran de colores raros, brillantes, artificiales –amarillo ácido, un naranja amargo que parecía tener un sabor metálico, un horrendo, acre y pálido verde mineral- tonalidades lancinantes que el ojo evitaba. De aquellos cielos espectrales caían lluvias de una sustancia gelatinosa que hedía a putrefacción.”
La pasión de la nueva Eva es otro ejemplo de la mejor prosa de Angela Carter: muy personal, muy elaborada, de imágenes fulgurantes (un fulgor tal vez un poco frío, como el de las joyas), densa y barroca. La lectura debe ser lenta, hay que detenerse en muchas frases y volver atrás para entender bien la idea, y para apreciar el estilo, igual que en la degustación de ciertas comidas exquisitas pero nada ligeras. Es una escritura compleja, porque no sólo narra sino simboliza. El carácter simbólico de la escritura de Carter es uno de sus mayores logros y a la vez dificultades, aunque quizás no hay que tratar de entenderlo todo desde la razón, sino aceptar las sensaciones que esas imágenes producen, como en la poesía.

Pasión y viaje.
La historia narrada en la novela es una pasión, y este es un término también polisémico y así se muestra en la obra: pasión como amor, pasión como sufrimiento, vía crucis, camino de aprendizaje. No es extraño que el argumento se base en un viaje: el que comienza un joven varón británico, Evelyn, de Londres a Nueva York. Pero esta no es “una ciudad limpia, dura, brillante, de torres que trepaban al cielo en un paradigma de aspiración tecnológica (…) donde los fantasmas que rondan por las ciudades de Europa no podrían refugiarse en recovecos de telarañas”. Acaso, como tantos europeos, Evelyn siente hacia esa Nueva York que todavía no conoce una suerte de terror y fascinación. Sin embargo lo que encuentra es “una oscuridad gótica y espectral”, una megápolis violenta, sórdida (y sin duda esdrújula), devastada por enfrentamientos civiles, ruinosa, corrupta, de pesadilla.
Hay guerrillas negras que construyen un muro alrededor de Harlem, bandas de mujeres que humillan y asesinan a varones, grupos de predicadores vagando por las calles, y ratas, muchas ratas. Evelyn conoce a Leylah, una muchacha negra que le seduce, a quien deja embarazada y obliga a abortar, y a la que abandona después para escapar al desierto.
Allí su coche sufre una avería y es hecho prisionero por una tribu de mujeres que habitan una ciudad subterránea, Beulah, dirigida por “Madre”, la cual convertirá a Evelyn, mediante una operación quirúrgica, en Eva. Pasará bastante tiempo hasta que Eva logre escapar de los subterráneos, a través del desierto, para ser apresada ahora por Zero, un hombre brutal de cuyo harén Eva entra a formar parte: un paso más en el aprendizaje de la feminidad. Pero Zero busca sin cesar a Tristessa de St. Ange, una antigua y mítica, kitsch y romántica actriz de Hollywood, de quien Evelyn estuvo enamorado en su adolescencia; de hecho, la novela empieza con Evelyn aún en Londres, revisionando una película de Tristessa. Al fin la encuentran encerrada en una casa de cristal, en el desierto; y descubren el gran secreto que Tristessa siempre ha querido ocultar. Finalmente Tristessa y Eva huirán juntos y luego Eva conocerá a una guerrilla de muchachos adolescentes, reencontrará al Leilah–Lilith, descubriendo que no es la víctima que Evelyn pensaba, y se dirigirá por fin a una caverna junto al Pacífico, donde Madre la espera. Eva, que está embarazada, se adentra en una barca en el océano.
No importa que este argumento parezca extraño y a veces incluso delirante. Puede decirse que lo es, y que el delirio tiene una función: romper el orden de lo racional. Tampoco es importante que no logremos averiguar que quiere decir la autora con cada uno de estos elementos. Es preferible ocuparse de lo que interpretamos cada una o uno de nosotras.

Una obra feministaEn La pasión de la nueva Eva se parodian y se llevan al límite los excesos del patriarcado, su violencia, su militarismo, su misoginia, su homofobia: pero la realidad de la que se parte no está tan lejos de esa parodia, la exageración es mínima.
De este modo fui capturada por Zero el poeta y conducida a su rancho en la ciudad fantasma, donde hicieron de mí una esclava (…) . Me violó sin ceremonia en la arena, frente al rancho (…). Yo no estaba preparada para el dolor; el cuerpo de él era un instrumento anónimo de tortura, el mío mi propio potro de tormento", explica la nueva Eva. Ella, que cuando era Evelyn se comportaba de un modo egoísta con las mujeres, va a conocer ahora la otra cara de la moneda, su cruz.
Hacía tres meses que yo era una de las esposas de Zero. Había sido la iniciación en la femineidad mas brutal que alguien pudo imaginar para mí, y Madre me había escogido arbitrariamente para que yo expiase los crímenes de mi sexo primero contra mi sexo segundo, por mediación de mi sexo mismo…”
Pero el indudable feminismo de Angela Carter (que aquí nos presenta uno de los recursos que las mujeres pueden imaginar, dentro de una sociedad patriarcal, para que un hombre machista las comprenda y deje de ser un agresor: vivir y conocer lo que ellas experimentan cada día) nunca es simple. La morbosidad, el sadismo, el masoquismo, la ambigüedad, cierta oscura fascinación por la violencia (a la vez que rechazo, tanto a la violencia personal como a la guerra), y atracción por lo perverso, son componentes que no hay que olvidar.

Un libro queer.Esta novela de Carter puede leerse perfectamente desde la perspectiva queer; en este sentido la escritora británica ha sido una de las pocas adelantadas a su época, y trasciende un feminismo que tiene que afirmar, por la necesidad de la situación, las diferencias entre sexos y géneros. Evelyn deviene Eva, aunque sea contra su voluntad; en cuanto a Tristessa….
La feminidad, la masculinidad, nos dice Carter de un modo por completo queer, es una mascarada, una construcción cultural e ideológica, una performance.
Habla Eva: “Si bien yo era ahora una mujer, trataba a la vez de parecer una mujer, aunque por lo demás muchas mujeres se pasan la vida entera en esas imitaciones”.
Como quiera que sea, el resultado de mi aprendizaje como mujer fue, por supuesto, que mis modales se hicieron un poco demasiado enfáticamente femeninos. Mi comportamiento despertó ciertas sospechas en Zero, y empezó observarme cautamente, buscando síntomas de tribadismo (…).El odio que sentía por la homosexualidad femenina era inflexible, y obsesivo. ¿La hermosa, desdichada e intangible Tristessa no era acaso la Reina de las mariconas?
Bajo la máscara masculina yo llevaba otra máscara, una máscara femenina, una máscara que ya nunca podría quitarme, por mas que me esforzara, aunque yo era un muchacho disfrazado de mujer y ahora disfrazado otra vez de muchacho…”
Lo masculino y lo femenino son correlativos que se contienen y se complementan. Sé que es así: la cualidad y la negación de la cualidad están indisolublemente entrelazadas. Pero no sé en cambio en qué consiste la naturaleza de lo masculino y la naturaleza de lo femenino, si involucran al macho y a la hembra, si tienen alguna relación con el aparato tanto tiempo olvidado de Tristessa o con mi nueva incisión fabricada y mis senos modelados con el torno. Aunque he sido hombre y mujer, no conozco todavía la respuesta a estas preguntas. Todavía me dejan perplejo”.

La pasión de la nueva Eva sería en mi opinión una obra imprescindible para el estudio de una posible literatura queer, junto a otras como, por ejemplo, La mano izquierda de la oscuridad, de Ursula k. Le Guin, Xenogénesis, de Octavia Buller, y, aunque no es fantástica, yo incluiría también desde luego Confesiones de una máscara, de Yukio Mishima, y Orlando, de Virginia Wolf.