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Podéis leer buenas narraciones en la Biblioteca de Relatos.

10 de diciembre de 2024

¿MERECE LA PENA ESCRIBIR EN EL SIGLO XXI? (8)

PASIÓN POR LOS LIBROS       

         Amo los libros, me apasionan, tengo vicio por ellos, una auténtica adicción. Siempre me han acompañado. Aunque ya no puedo leerlos por mis problemas visuales, al igual que escribió Borges, yo sigo jugando a no ser medio ciega, sigo comprando libros, sigo llenando mi casa de libros.

Después de irme de la vivienda de mis padres, alquilé una habitación en un piso por Valdeacederas, al norte de Madrid, cerca de la plaza de Castilla. Allí, en unas baldas clavadas en la pared, coloqué los pocos libros que me había llevado. También contaba con un escritorio y ningún ordenador, porque entonces no eran de uso común ni yo hubiese tenido dinero para comprarlo. Ni siquiera pude llevarme de la casa familiar la máquina de escribir, de modo que tenía que hacerlo a mano y usar las de mi trabajo para emergencias. Luego, me marché a compartir un quinto sin ascensor en la calle Alvarado, donde me hice con las primeras estanterías, de esas de fácil montaje. Subía a cuestas el paquete, desplegaba el contenido en el suelo de mi dormitorio o en el comedor, y construía la estructura sin apenas cansarme. Fuera como fuera, los libros siempre desbordaban los estantes. Lo mismo en la siguiente casa, en otra habitación en un piso compartido. Y, por fin, en mi vivienda propia, que he habitado tantos años. Al serme imposible acumular demasiados volúmenes, los doné, los regalé a amigas, incluso los vendí, con la esperanza, repetidamente inútil, de no volver a llenar el espacio liberado.

5 de diciembre de 2024

"UTOPÍAS COTIDIANAS" DE KRISTEN GHODSEE

Kristen Ghodsee

Utopías cotidianas: lo que dos mil años de experimentos pueden enseñarnos sobre vivir bien.

Madrid, Capitán Swing, 2024.

 Termino de leer Utopías cotidianas, de Kristen Ghodsee. Me ha gustado mucho. Es una obra muy útil para quien quiera adentrarse en el tema utópico. La autora hace un recorrido histórico sobre la cuestión, no demasiado profundo, pero suficiente y, sobre todo, incide en proyectos de utopía más recientes. Tiene la ventaja, de no concebir la utopía como una construcción totalizadora (lo que dificultaría enormemente su planteamiento y su experiencia) sino que examina posibilidades concretas y existentes en diversos campos de la vida social, como la educación, la infancia, la familia, la sexualidad, etc. Ghodsee escribe con una perspectiva feminista muy clara y realiza un análisis bastante solvente desde la izquierda; el estilo es muy accesible. Publica Capitán Swing.

Kristen Ghodsee es una autora estadounidense que, como se nos explica en el propio libro “se ha especializado en el estudio de la vida cotidiana bajo el socialismo y el postsocialismo, los efectos de género de las transformaciones posteriores a la Guerra Fría y el examen etnográfico de la memoria y la nostalgia en Europa del Este”.

4 de diciembre de 2024

"HOLOCRACIA", DE SALVADOR BAYARRI


 Salvador Bayarri

Holocracia

Sevilla, Premium, 2024

297 páginas

 Salvador Bayarri ha escrito una novela de ciencia ficción muy entretenida, de ritmo ágil y con mucha acción, aventura e intriga, pero que también plantea importantes cuestiones de actualidad sobre lo utópico, la tecnología y la inteligencia artificial, el trans y poshumanismo, y las alternativas al tipo de poder y de sociedad que conocemos. Se trata de una obra que puede gustar tanto a un público juvenil como adulto.

Hay cuatro personajes en los que se focaliza la mirada narrativa y que cuentan cuanto sucede en primera persona: Amanda, Julius, Nina y Betha. La historia comienza en el territorio de los tres valles, un reducto aislado y protegido por una barrera electrónica. Sus habitantes viven en pleno contacto con la naturaleza, dedicados a la agricultura y la ganadería, y con un desarrollo tecnológico muy rudimentario, con escasa maquinización. La niña Amanda y su padre Julius tienen una granja en esta región. Están solos, ya que la madre y esposa, Eva, se encuentra en las montañas del norte, luchando en la guerra que mantienen con unos invasores bárbaros. Un día, reciben en la granja una extraña visita, la de una mujer del exterior, llamada Nina, que llega con su perro Tibi. Julius recela profundamente de Nina, al igual que sus convecinos, ya que siempre consideran una amenaza todo lo que viene de ese espacio de afuera. Amanda, sin embargo, se muestra más receptiva.

El objetivo del viaje de Nina es hacer una propuesta a los tres valles: que conozcan el exterior y puedan unirse a la Asociación, la unión de los enclaves en que se organiza ese mundo, una especie de confederación. Pide ayuda a Julius para que este intermedie a favor de su propuesta. Julius se niega de modo rotundo, pero cambia de opinión cuando Nina le ofrece ayuda para curar a Amanda de una enfermedad degenerativa, retinosis pigmentaria, que incluso el padre desconoce que la niña padece. Los vallesianos siempre han rechazado cualquier tipo de intervención médica que suponga manipulación de los genes. No obstante, Julius está ahora dispuesto a todo y logra persuadir a los otros pobladores del territorio sobre la oportunidad que supone ese viaje. Finalmente, Amanda, Julius y dos representantes de los tres valles despegan en la nave de Nina rumbo al exterior. Allí conocerán toda una serie de novedades que les causarán asombro, miedo, inquietud o agrado. La que más se muestra abierta a la maravilla es de nuevo Amanda.

Pero ese viaje de descubrimiento se trunca de súbito (lo que precipita la acción y la hace trepidante) por un ataque que sufren los viajeros y del que los salva Betha, una empresaria con ideas propias sobre la sociedad en la que habita. Y es que este mundo exterior está regido y controlado por inteligencias artificiales. Las decisiones se toman a través de un sistema llamado holocracia, que se diferencia de las democracias parlamentarias representativas que conocemos. Aquí se trata de que las IAs recojan las opiniones y propuestas de todas las personas que habitan la comunidad y extraigan de ellas soluciones de consenso, las más convenientes de llevar a la práctica: una especie de asamblea gigantesca organizada por el tecnopoder y la tecnointeligencia, sin reuniones interminables para ponerse de acuerdo y cuyos usuarios-ciudadanos no se limitan a votar en las elecciones sin prácticamente ninguna otra capacidad de decisión.

Holocracia puede ser muy útil para abrir un buen debate sobre el tema de la utopía y la necesidad que tenemos de imaginarla en un momento en que nuestro modo de pensar tiende al pesimismo o incluso al fatalismo. ¿Cuáles son las posibilidades reales de que un intento utópico funcione? Bayarri no plantea utopías acabadas ni completas, lo cual puede considerarse un valor, por su verosimilitud. Ni siquiera son sociedades complementarias, sino más bien enfrentadas. A cada una de ellas le falta algo que quizá esté en la otra. Digo que las propuestas de Bayarri son un valor porque se trata de borradores, de ensayos, de pruebas con sus aciertos y errores, y ya sabemos que solo equivocándonos podremos aprender y mejorar. Y en la tercera década del siglo XXI, ya tenemos claro también que muy difícilmente una utopía va a ser una sociedad perfecta, estática y acabada, pues siempre debería seguir en proceso de cambio para evitar los males que aquejan a cualquier organización humana. En esta novela, la utopía naturalista, por ejemplo, rechaza avances médicos de enorme utilidad y tiene un miedo paralizante al exterior, aunque ese miedo oculta secretos que se nos irán desvelando. El autor nos hace ver que no siempre lo natural es lo bueno y lo artificial, lo pernicioso. En cuanto a la sociedad hipertecnificada y controlada por el tecnopoder, la opción de la holocracia resulta muy interesante, pero quizá a este mundo le falta vínculos con la naturaleza y, desde luego, tiene detractores y fuerzas de reacción que lo hacen peligrar. Ambos espacios guardan secretos demasiado importantes, lo que revela que no son honestos por completo, ni siquiera consigo mismos. El caso es que, por unos u otros motivos, resulta bastante difícil escapar de cualquiera de los dos.

Tras el final de la historia, algunas preguntas siguen quedando abiertas a discusión y eso es un elemento que da también interés a la novela. Cada vez que abordamos el tema utópico nos enfrentamos a las mismas cuestiones. Si, como se afirma a veces, la utopía de unos es la distopía o incluso el infierno de otros, ¿qué hacemos, renunciar a ese proyecto o seguir buscando otras posibilidades? En cualquier intento utópico surgirán los detractores del mismo y habrá fuerzas que intenten, desde dentro o desde fuera, anularlo, destruirlo. En toda sociedad hay individuos y grupos disruptivos, reaccionarios, egoístas, que no tienen interés en el bien común. ¿Qué se hace con ellos, cuando intentamos una utopía que no se reduce a partidarios que deciden hacerla solos y aislados? Una cosa es una mirada lúcida y crítica sobre cualquier proyecto, muy necesaria, en realidad imprescindible, y otra las fuerzas contrarias, que luchan para que la utopía fracase porque quieren mantener sus privilegios. Otra pregunta, en consecuencia, de lo anterior, que me suscita el libro de Bayarri es la siguiente: ¿habría unos criterios básicos sobre los que tendría que fundarse cualquier utopía, criterios para que aquella no se convirtiese en el reducto de intereses más que cuestionables (pongamos el caso de un grupo humano que se propone crear una sociedad esclavista, patriarcal, muy jerárquica o totalitaria; llevándolo a un extremo clásico, imaginemos el proyecto de crear una “utopía” nazi)? Es decir, ¿se puede hablar de utopía solo porque así lo creen sus promotores, independientemente del contenido de la misma? Y, por último, ¿sería la inmortalidad humana de la que habla el transhumanismo tan deseable como puede parecer en principio?

En cualquier caso, se agradecen propuestas narrativas como la de Holocracia, que mantienen una mirada crítica, pero sin eliminar la esperanza. La obra de Bayarri no es ni ingenua ni cae en ese pesimismo que nos lleva a la conformidad resignada (¿para qué intentarlo, si no va a funcionar?). Sin duda, la ciencia ficción es un género ideal para estas especulaciones narrativas, político-sociales y filosóficas.

Salvador Bayarri (Valencia, 1967) es doctor en Física y licenciado en Filosofía. Ha publicado otras novelas de ciencia ficción como El espejo del tiempo (Apache, 2019) i Las edades de Itnis (Premium, 2021). Colabora con la Fundación Asimov, que desarrolla un proyecto, Pragma, para promover los contenidos utópicos En el género.