Aldith
Mª Concepción Regueiro Digón (Conchi Regueiro)
Cádiz, Cerbero, 2020
Termino de leer Aldith, novelette de Mª Concepción Regueiro Digón (Conchi Regueiro), recién
publicada, en el final de 2020, por la
editorial gaditana Cerbero. Aldith es
la tercera entrega de una serie de historias situadas en un mismo universo
ficcional, la primera de ellas Los
espíritus del humo (Cerbero, 2017) y continuó con La refulgencia (Cerbero, 2019). Se trata de narraciones
independientes, en el sentido de que pueden leerse sin necesidad de conocer las
anteriores, aunque si se sigue el orden queda todo más claro. Los personajes no
son los mismos, pero hay un marco espaciotemporal común. También existe un relato situado en este universo,
“Isla Faraday”, que apareció en la revista SuperSonic nº 7 (abril 2017).
Antes de hablar de Aldith, voy a presentar este universo
creado por Mª Concepción Regueiro. Se trata de un ámbito espaciotemporal no
realista, aunque recuerda a nuestro mundo allá en los inicios de la
industrialización en Europa. Lo que pasa es que hay algunas características
singulares que diferencian esa realidad de la nuestra. Existe la magia, por
ejemplo. La de los conjuros, hechizos y sucesos sobrenaturales. Con sus
taumaturgos y nigromantes. Mediante ella, sobre todo en el mundo rural, la
sociedad se las va apañando para subsistir. Ponen en manos de los taumaturgos el
buen desarrollo de la agricultura, de la ganadería, del clima o de la salud. Lo
que ocurre es que ese mundo que cree y se sirve de la magia está en su
decadencia. Se acerca el tiempo de las máquinas, la tecnología, la ciencia, las
luces y sombras del progreso, que se van
asentando, sobre todo, en núcleos urbanos. Es un período de confluencia de dos
paradigmas muy diferentes, una brecha que se alarga y ahonda, una falla donde colisionan dos placas tectónicas para dar lugar a un
terremoto. Ahí es donde Regueiro nos hace inmersionar en estas novelas breves. Y
no se trata de una realidad quieta, sino
cambiante, que avanza inexorablemente, lo cual no quiere decir que no tenga
retrocesos y desvíos, obstáculos y sorpresas.
Se puede discutir
(debate entre obsesos de esta cuestión) si el universo ficcional de “Isla Faraday”, Los espíritus del humo, La
refulgencia y Aldith es fantasía
(lo maravilloso, el género donde predomina la magia y los sucesos sobrenaturales no necesitan ser
explicados porque existen sin más, se
aceptan como normales, cotidianos, naturales, por los personajes y por
los lectores) o ciencia ficción (el género de lo posible racionalizado, planteado
como una consecuencia del desarrollo científico, tecnológico o en cualquier
otro campo de la vida humana). Yo discuto también sobre ello y disiento con
quien dice que se trata de etiquetas sin ninguna importancia. Hay un modo de
ver el mundo y la realidad muy distinto en lo maravilloso o la ciencia ficción,
si hablamos, claro está, de obras no híbridas o escoradas hacia el otro género
(como ocurre con el space opera). Y
ese modo de ver la realidad, diferente, incluso opuesto, es el que nos presenta Regueiro en estas
narraciones. Yo creo que no hace ni fantasía ni ciencia ficción exactamente,
sino que nos sitúa en el umbral entre ambos mundos, ambos paradigmas. Cada uno
de ellos tiene sus virtudes y sus desventajas, sus atractivos y sus malos
rollos.
Ahora toca hablar de Aldith: es una historia corta o quizás
lo parece porque nos atrapa de inmediato, sometiéndonos a un ritmo frenético. Entramos
en una vorágine y, además, en un barco. De los antiguos y que encima va a
ultramar, atravesando un océano y perseguido por una ominosa tormenta. A mí es
que me dan miedo hasta los ferris de una ría. Un barco, lugar cerrado y con
tanta agua por debajo. Chungo. No se puede escapar. O sí, nunca se sabe, pero
vete a adivinar dónde acabas.
El personaje
protagonista de Aldith es coral, es
decir, un conjunto de personas que aquí construyen la historia, después de embarcar
en ese buque, con sus sueños, sus esperanzas, sus temores. Y sus secretos,
faltaría más. Hay intriga, misterio, peligros. La magia no está ya solo en
decadencia, sino que se la margina y estigmatiza. Pero no ha desaparecido aún.
Vamos a darnos cuenta enseguida.
La historia tiene los toques
de humor e ironía tan característicos en el estilo de Regueiro. Y un doble
final inesperado, casi risueño.
Relato, pues, de
aventuras, con un trasfondo social y filosófico: el pensamiento mágico frente a
la razón, lo antiguo frente a lo moderno, lo rural versus lo urbano, y ojo que no estamos hablando del Mal frente al
Bien, porque tampoco el paradigma que llega es perfecto. Aldith se devora. Los personajes que forman ese conjunto coral del
que he hablado son de carne y hueso, entrañables y terribles, como cualquiera.
Aquí se añaden unos
toques de terror, que no espantan, pero sí inquietan, causan zozobra, mucho más
en un navío transoceánico.
Aprovecho de nuevo para
decir que no puedo entender por qué no se lee más a Conchi Regueiro, por qué su obra no es más conocida. Se trata de una
escritora que ha madurado con cada nuevo libro. De las pocas que, además de basarse
en la tradición de la ciencia ficción anglosajona, tienen raíces en nuestra
propia literatura. Y convierten la historia española en un elemento fundamental
en sus novelas y relatos. Me parece una lástima que el éxito dependa tanto de
una mayor o menor presencia en las redes.
En todo caso,
recomiendo estas tres novelitas, en diminutivo por su extensión, estupendas
obras por su calidad. Ya saben: Los
espíritus del humo, La refulgencia
y, ahora, Aldith. Porque la lucha
entre la magia y la técnica continúa en ella. Porque nos devuelven el sabor de
las aventuras de antaño, en este caso, marinas.
¿Listas, listos para embarcar?