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Podéis leer buenas narraciones en la Biblioteca de Relatos.

15 de octubre de 2019

"PAKMINYÓ", DE FELICIDAD MARTíNEZ


Termino de leer la novela de fantasía Pakminyó, de Felicidad Martínez, aparecida este mismo año 2019 y publicada por la editorial Cerbero, aunque no en sus colecciones de bolsilibros, porque esta es una obra de bastante extensión.

He de decir que la historia me ha gustado e interesado mucho. Pero me gustaría dar unas recomendaciones para su lectura. La primera, tomárselo con calma, dadas las muchas páginas y la complejidad de la trama. Merece la pena, de vez en cuando, leer despacio. La segunda recomendación es ir, antes de empezar el libro, a los apéndices finales, que facilitarán mucho la lectura, sobre todo a la hora de comprender la sociedad que se nos presenta, sus jerarquías, los nombres de los personajes y los tratamientos que se les dan, que se forman por sufijación (algo que no ocurre en castellano, pues aquí se utilizan términos delante del nombre: doña marta, señor Vicente, maese Pérez, mi capitán, apreciada María, etc.). Además, los nombres son cortos y parecidos a los orientales, diría que a los chinos o coreanos, lo que dificulta más recordarlos. Yo, que en vez de leer visualmente escucho la obra, he tenido que volver atrás varias veces.

Dicho esto, comentar que se trata de la creación de todo un mundo de lo maravilloso, territorio de ficción no frecuentado por la autora, pero en el que incursiona con soltura, buen estilo y eficacia. Ese mundo creado es verosímil y coherente. Cierto que la fantasía permite más libertad que, por ejemplo, la ciencia ficción, sin embargo, necesita también presentar una trama sólida que posibilite el pacto de ficción. Yo creo que la autora se cree lo que cuenta y eso se nota. Aparte de ello, pienso que la escritura de Martínez   ha evolucionado a mejor con los años, va siendo más madura y de mayor calidad.

Esta sociedad, con una estructura que recuerda la de algunos insectos (las abejas, resulta fácil pensar enseguida) es de una complejidad enorme. Tiene sus propias costumbres, ritos, historia, lenguaje, problemas. En ese sentido, Martínez ha hecho un gran esfuerzo de creación. Porque hay varias partes en esta historia, que queda, por añadidura, abierta a una continuación. Partes que ocurren en diferentes lugares de aquel mundo y que plantean situaciones relacionadas entre sí, pero distintas y complejas.

Hay algunos elementos propios de toda la obra de Felicidad Martínez que reaparecen aquí: las arduas intrigas, la violencia y las luchas cuerpo a cuerpo, los conflictos y guerras, los juegos de poder, los personajes un tanto retorcidos. Pero también consigue protagonistas muy simpáticos, incluso dotados de una gran ternura y que pueden ser, a la vez, encantadores y fieros. Estamos ante figuras complejas, no meros estereotipos, aunque, por supuesto, esto se ve más en los principales que en los secundarios.
No debe resultar fácil, me parece a mí, escribir una obra de fantasía demasiado original, porque es un género muy transitado. No es de los que más me gustan, precisamente por sus recurrencias. Sin embargo, siempre se pueden utilizar y reelaborar bien los tópicos. En Pakminyó asistimos al clásico tema de la formación del o la  protagonista. Novela de formación, pues, de paso a la madurez, y un viaje de la heroína, geográfico y psicológico. Pan, la prota, es un encanto, de verdad.

Me gusta cómo se trata la cuestión de la magia. Estamos dentro de un mundo de lo maravilloso, pero, ay, que se acerca a una gran crisis. En ese sentido, y con todas sus diferencias, la obra de Martínez me recuerda a las dos novelas de Conchi Regueiro pertenecientes a la serie Los espíritus del humo, aunque las narraciones de Regueiro son más realistas (como género) y más cercanas a la ciencia ficción. Por otro lado, hay un trasfondo metafórico (de tipo social) en Pakminyó. Se descubre al final y está creado de manera bastante sutil, nada panfletaria.

Más elementos que me han gustado: el colorido de estos personajes, literalmente; el interés por el vestuario y todo tipo de detalles de esa sociedad, las relaciones personales, nada simples, como no lo son nunca las humanas.

Me ha costado, eso sí, meterme en las escenas de lucha, que se me han hecho largas. En ocasiones, me perdía un poco (o bastante) en las intrigas.

Dos son los aspectos que me parecen más interesantes y destacables en esta historia, advirtiendo de antemano que ello se debe a mi gusto precisamente por esos temas.

El primero es la muy elaborada creación del lenguaje de esta sociedad. La cuestión de los tratamientos, por ejemplo. Supongo que la autora se habrá inspirado en algunas lenguas orientales, al igual que para los nombres y apellidos. Y, en particular, me ha parecido de gran interés su uso de un género neutro para designar al conjunto de varios individuos de diferentes sexos o identidades de género sexual. En castellano y otras lenguas romances, esa función la cumple el masculino supuestamente genérico, pero debido a que nuestra sociedad tiene una estructura patriarcal, ese masculino acaba, con demasiada frecuencia, por no denominar más que a los individuos varones, convirtiéndolos en universales, en únicos, es decir, no solo invisibilizando y ocultando a las mujeres, sino, más aún, excluyéndolas por completo. Bien, en este mundo que crea Martínez, eso no ocurre. El neutro, representado por los morfemas –e y –es, actúa como verdadero genérico y también sirve para referirse a individuos que no son de género sexual masculino ni femenino, sino neutros o fluidos.

Este otro aspecto de la narración, la existencia de una diversidad de géneros, el no binarismo, el que sea una sociedad no patriarcal, me ha encantado. No es fácil hacerlo de forma creíble, porque, como ahora es un tema que se ha puesto un poco de moda, hay algunos autores y autoras que lo incluyen de un modo que resulta forzado, inverosímil o estereotipado. No pasa así en Pakminyó.

Recomiendo la obra a amantes de historias largas de fantasía; a quienes trabajen el tema LGTBQIA, en especial el tema queer; a quienes gusten de buenas invenciones con el lenguaje.

Chapeau.