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31 de octubre de 2020

"DIÁSTOLE", DE EMILIO BUESO: La belleza de la radiactividad.

 


Emilio Bueso

Diástole

Salto de Página, 2011

De Emilio Bueso he leído Cenital (Salto de Página, 2012), Esta noche arderá el cielo (Salto de Página, 2013) y, ahora, esta novela, la que más me ha gustado de las tres.

El argumento:

Jerôme es un pintor venido a menos,  que tuvo sus momentos de fama, ahora politoxicómano. Malvive en el sur de Francia.  Lo contrata Iván, un hombre que dice provenir de la antigua Unión Soviética y quiere que Jerôme le pinte en un retrato, durante cuatro noches sucesivas. El  artista debe trabajar en la casa que Iván tiene en los Pirineos. Como necesita dinero, Jerôme acepta y  se dirige en su derrengado Talbot Horizon hacia las montañas. Al llegar, es recibido por Dumitru, el ayudante rumano de Iván,  que lo  invita a entrar desde el umbral de la puerta. Dos perros lobos pasean también por el lugar.

Velada tras velada, el recién llegado conocerá la casa, oscura y siniestra, y la historia de Iván, pues a este le parece imprescindible contarla para que Jerôme lo retrate bien. Las noches, ya se sabe, son propicias para las narraciones orales, y las casas siniestras, para los cuentos de terror.

Así conoceremos  el pasado de este ruso que ama la pintura y el arte y, sin embargo, también ha  colaborado  en una red de proxenetismo, ha tenido que huir como un forajido, se ha escondido  igual que un samosely en la zona de exclusión afectada por el desastre nuclear de Chernóbil, ha resistido el asedio del ejército nazi en Leningrado, durante la Segunda Guerra Mundial, y ha conocido las hermosas noches blancas de esa ciudad cuando era San Petersburgo. Llega un momento en que el pintor no cree sus relatos, pues entonces Iván sería viejo, muy viejo. Poco a poco encontrará la verdad: recorriendo la  mansión ruinosa, empezará a hacerse una idea, y también cuando compruebe que lo siguen agentes rusos a fin de que colabore con ellos para descubrir los secretos que oculta Iván. Secretos oscuros, terribles, radiactivos. Suciamente radiactivos.

¿Puede haber belleza y poesía en la radioactividad? ¿Es posible escribir un terror no manido? ¿Se puede usar literariamente la figura del vampiro o está caduca, en total decadencia?

A la última pregunta, yo diría que sí, que siempre. El vampiro es uno de los pocos depredadores de la especie humana, la cual solo parece que puede ser depredada por sí misma   (y por las epidemias). Hace poco reseñé el libro de relatos Asunto NM de Conchi Regueiro, que también revisa el mito del vampiro de una manera nada convencional. Ahora bien, no es nada fácil retomar estas criaturas y no caer en el tópico. Regueiro y Bueso lo consiguen.

Me gusta el terror de Diástole, porque priman lo inquietante y lo siniestro. Hay gótico en la novela de Bueso, pues al fin y al cabo cuenta con los ingredientes favoritos de este género: las criaturas de la noche, híbridas entre la no muerte y la no vida; las regiones apartadas, montañosas; las casas que tienen personalidad propia, en ruina y decadencia; la sangre.

Los personajes de Diástole (y, en lo que he leído, de otras obras de Bueso) están, con frecuencia, en los márgenes sociales y en la distancia geográfica, en parajes poco hospitalarios. Aquí, Jerôme se encuentra marcado por sus adicciones, la soledad y la tristeza, aunque no es el único. Hay una historia de amor arrebatado, en un contexto de prostitución y violencia que deja muy pocas esperanzas a los amantes. Sobre todo, son monstruos. Los monstruos resultan imprescindibles en ficción, y no solo en al terror, por su valor catártico.

Lo que me gusta de la narrativa de Emilio Bueso, que ya encontré en Esta noche arderá el cielo, es su capacidad de extraer belleza de lugares inhóspitos e incluso terribles. La belleza está en el modo en que relata y describe, en las imágenes que plasma. No, no siempre son espacios o paisajes chungos. Las noches blancas de San Petersburgo, por ejemplo, no lo son. A diferencia de Chernóbil, el área de exclusión, las tierras devastadas por la catástrofe nuclear, los samosely, o esa casona en los Pirineos llena de podredumbre, literalmente. Todas esas imágenes me subyugan. Igual que lo hizo la distopía ártica de Anna Kavan en Hielo. Me gusta ese tipo de paisajes, lo subpolar y el permafrost, la hermosura del plutonio, de los bosques espesos y las casas sombrías. Las tinieblas que lo poseen todo.

Hay otros elementos narrativos de Bueso a tener en cuenta. Por ejemplo, los motivos literarios que trabaja como en una labor de orfebrería. Y la presencia de lo inverosímil, anacrónico, coincidencias o azares difíciles de creer pero que aceptas, porque llevan a un juego de espejos y de circularidad que construyen no realidad, sino literatura.