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16 de abril de 2015

ENTREVISTA A SUZETTE HADEN ELGIN




Todo un lujazo: gracias a la colaboración de Margarida Castells Criballés, podemos leer traducida esta entrevista que se le hizo a la escritora estadounidense de ciencia ficción recientemente fallecida  Suzette Haden Elgin (1936-2015), la autora de la espléndida novela, inicio de una trilogía, Lengua materna  (Native Tongue).
 Merece la pena leer esta entrevista. ¿Para cuándo la reedición de su libro? 
Gracias también a Encarna Sant-Celoni i Verger por su intervención. Moltes graciès, macas!!

Entrevista a Suzette Haden Elgin
Por: Jenna Glatzer
 (Interview With Suzette Haden Elgin, en: www.absolutewrite.com, 12/ 06/ 2007)

Traducción: Margarida Castells Criballés


Suzette Haden Elgin nació en Misuri el 1936. A finales de los años 60, se inscribió en el programa de grado del Departamento de Lingüística de la Universidad de San Diego, California. Por entonces se había vuelto a casar, después de enviudar, y era madre de cinco hijos. Empezó a escribir novelas de ciencia ficción para pagarse los estudios. Después de graduarse, enseñó lingüística en la Universidad Estatal de San Diego y se retiró, el 1980, en las montañas de Ozark, Arkansas, donde aún reside. Tiene diez nietos.

 Ha escrito once novelas de ciencia ficción, entre otras: la serie Coyote Jones (The Communipaths, Furthest y Star-Anchored, Star-Angered), la trilogía de Ozark (Twelve Fair Kingdoms, The Grand Jubilee y And Then There’ll Be Fierework) y la serie Native Tongue (Native Tongue, The Judas Rose y Earthsong). También ha publicado varios libros de cuentos y otros de no ficción. Además, escribe y edita el boletín Linguistics & Science Fiction Newsletter.
Por si esto no fuera suficiente, Suzette también dirige el Orzak Center for Language Studies, dedicado al doble objetivo de reducir la violencia en los Estados Unidos y recabar información sobre lingüística.

Entrevista

¿Por qué empezó a escribir?
Empecé a escribir con siete años; cuando cumplí ocho, ya habían aparecido un par de poemas míos en otros tantos periódicos. Desde que aprendí a leer, soy incapaz de recordarme sin querer o necesitar escribir. Fui a una escuela primaria en la que, cuando te daban la lista de palabras para deletrear que tenías que aprender de memoria tenías que escribirlas en un papel y formar una frase con cada una de ellas. A partir de segundo curso, y por iniciativa propia, solía escribir una historia con las frases formadas siguiendo mi lista de palabras para deletrear. Ahora bien, si lo que me pregunta es, quizá, “¿Por qué empezó a escribir profesionalmente?”, o algo por el estilo, la respuesta es otra. Cuando era estudiante de grado con cuatro, y a veces cinco, niños en casa, me era difícil costearme las matrículas. Por eso empecé a escribir novelas de ciencia ficción, para financiarme los estudios.

¿Qué es lo que tanto le interesa de la lingüística?
El poder del lenguaje –para cambiar actitudes, persuadir, consolar, enseñar, crear mundos enteros, curar (o hacer daño), forjar relaciones, mantenerlas, y mucho más– siempre me ha parecido lo más interesante que existe en el universo. De mi padre (que era abogado), la gente decía que era capaz de “encantar serpientes y hacerlas bajar de los árboles” con sólo hablarles. Ver como hacía uso del lenguaje me fascinaba. En mi más tierna infancia –tierna literalmente, porque aprendí a leer cuando tenía 2 años–, me sentaba en el regazo de mi abuelo y “lo ayudaba” a resolver los crucigramas del diario. La lingüística es el estudio científico del lenguaje y de las lenguas; dedicarme a la lingüística significaba trabajar en lo que más me gusta y no puedo imaginarme habiendo hecho otra cosa.

De hecho, usted ha creado su propia lengua, el láadan, que utilizó en la serie Native Tongue. ¿Por qué era tan importante para la obra y como es que se inventó esta lengua?
Cuando escribo una novela que incluye vuelos en el espacio, no me siento obligada a explicar los mecanismos que mueven los vehículos que lo atraviesan, porque ésa no es mi especialidad. Sin embargo, si escribo una novela en que los personajes construyen una lengua nueva, eso es lingüística y ésta sí que es mi especialidad. Estoy obligada a describir este proceso con tantos detalles como me sea posible, pero sin aburrir a los lectores. Sin haber creado una lengua propia, no me habría sentido competente para escribir la obra. Por eso, a pesar de que sabía que no podría incluir mucho material de esta índole en la novela, me sentí obligada a llevar a cabo la labor de construir una “lengua diseñada para expresar las percepciones de las mujeres”, antes de incluir el proceso como parte de la trama.

¿Qué clase de experimento hizo con esa serie y cuáles fueron los resultados?
En la literatura feminista abundan las quejas sobre la inadecuación de las lenguas humanas existentes para expresar las percepciones de las mujeres, tantas como discusiones en torno a la paradoja que eso crea: la de que los únicos instrumentos de que disponen las mujeres para comunicarse sobre el problema son esas mismas lenguas, tan inadecuadas. A propósito, se da a entender que esto convierte a las mujeres en un “grupo sin voz”, que hasta cierto punto las silencia, y da la impresión de que éste es un tema que apasiona a las mujeres en general.
Native Tongue fue un experimento pensado a diez años vista. Mi hipótesis era que, habiendo construido una lengua diseñada para ser un instrumento de expresión más adecuado a las percepciones de las mujeres, una de dos: o bien la recibirían con satisfacción y empezarían a utilizarla, o bien recibirían la idea con satisfacción, aunque no la lengua, y dirían “Elgin, ¡te has equivocado del todo!”, y construirían otra “lengua de mujeres” para reemplazarla. Pasados los diez años, ninguna de esas dos cosas sucedió: el láadan obtuvo muy escasa atención, y aunque SF3 publicó una gramática y un diccionario, y yo misma un casete de prácticas, ni una sola revista feminista –ni femenina– me preguntó nada sobre esta lengua ni publicó ninguna historia relacionada con ella.
El klingon, en cambio, una lengua tan “masculina” como la que más, ha tenido un impacto enorme en la cultura popular: tiene un instituto, una revista, gramáticas y casetes que son superventas, etcétera, etcétera; nada de eso ha ocurrido con el láadan. Mi hipótesis, por lo tanto, resultó invalidada, y la conclusión que extraje es que las mujeres –quiero decir, las mujeres que leen en inglés, francés, alemán y español, que son las lenguas en que Native Tongue se ha publicado– no consideran las lenguas humanas un instrumento de comunicación tan inadecuado.

Usted ha dicho que acude a todas las convenciones de ciencia ficción que puede. ¿Cómo son y por qué va?
Las convenciones de ciencia ficción –las ‘SF-cons’, como les llaman– son geniales (también las hay espantosas, desde luego, como en cualquier otra clase de encuentros, pero aquí hablamos de las buenas, ¿no?). Son una de las pocas distracciones idóneas para toda la familia, a precios razonables, y están abiertas realmente a todo el mundo. No importa de qué manera te vistas, cómo seas, qué aspecto tengas, de dónde vengas... Las cons harán todo lo posible para darte la bienvenida y ofrecerte una buena contrapartida a la cantidad de tiempo y dinero que inviertas en ellas. Hay concursos de disfraces, mesas redondas, juegos, salas de vídeo, bailes, conciertos, conferencias de gente famosa, versiones infantiles de la misma clase de actividades, fiestas..., son maravillosas.
Por lo que respecta a la otra pregunta, el por qué asisto; bien, lo hago por dos razones: 1) Todo lo que hago es con la idea de conseguir dos objetivos: a) disminuir el nivel de violencia en este país, y b) facilitar información sobre lingüística al público general. Las cons me brindan un foro para este cometido y yo procuro utilizarlo con todo el buen ánimo y toda la energía que puedo. 2) Es parte de mi esfuerzo constante para promover y comercializar mi obra escrita, algo que todo escritor debe hacer, porque es parte del trabajo y, para ello, las cons también me ofrecen un foro adecuado.

Díganos algo sobre su boletín.
El boletín Linguistic & Science Fiction Newsletter contiene información de temas tales como: la construcción de lenguas usadas en la ciencia ficción –conlangs– (el klingon, el elvish, el kesh, el láadan y tantos otros); informes sobre traducción, interpretación, adquisición del lenguaje y similares dentro de la CF; interacción entre lingüística y CF, como base de una trama; lingüistas que trabajan con CF y autores de CF que colaboran con lingüistas; el lenguaje del ciberespacio; cómo construir un lenguaje para la obra de CF que alguien está escribiendo; mitos del lenguaje y la lingüística perpetuados en la CF; relatividad lingüística; teoría de la metáfora y sus aplicaciones; bootstrapping de la realidad; robótica; reseñas de libros y de material de Internet; actualización del panorama de publicaciones en CF..., en fin, noticias sobre lingüística del mundo real, útiles tanto para los lingüistas como para las comunidades de aficionados a la CF. El boletín tiene una periodicidad bimensual y se envía solamente vía correo electrónico, en formato de texto, no en HTML, sin monigotes ni anuncios. Es gratuito para los miembros de la Linguistic & Science Fiction Network (la tarifa anual es de 5 dólares, y quien quiera más información o un ejemplar gratuito de muestra, puede pedírmelo directamente por correo electrónico a: ocls@madisoncounty.net.

Hace más de 30 años que usted publica libros. En todo este tiempo, ¿cómo ha cambiado el ambiente en el mundo de la edición?
En realidad, se ha producido un sólo cambio, pero tan enorme que ha transformado totalmente el mundo editorial. Cuando empecé a publicar profesionalmente, los editores estaban interesados en los libros. Estaban interesados en hacerse una reputación publicando buenos libros, escritos por buenos autores. Les interesaba confeccionar una lista de escritores que fuesen los “suyos”, y a quienes promocionarían y darían apoyo a lo largo de mucho tiempo –todo una vida, si era preciso–, mientras su carrera se desarrollaba y su estatus como autores crecía. Todo esto ha desaparecido, excepto en el caso de un puñado de editoriales muy pequeñas que aún funciona de esta manera, pero que sólo puede publicar un número muy reducido de libros al año. Ahora, la mayoría de publicaciones está a cargo de editores cuyo interés no está en los libros, sino en el balance final que estos libros procuran en términos de concesión de productos asociados: películas, vídeos, juegos de ordenador, juguetes, muñecos, etcétera.
La mayoría de escritores, con la excepción obvia de los autores superestrellas, se han convertido en “suministradores de contenidos”, que son percibidos como elementos molestos dentro del proceso. El sueño de las editoriales de hoy en día es producir libros sin la necesidad de tener que tratar con escritores. Eso –añadido al deseo de las editoriales de conservar la gestión prácticamente universal de los nuevos derechos electrónicos, incluso en contratos firmados antes de la existencia de estos derechos– ha creado una relación de adversidad entre autores y editoriales que resulta desagradable para todos los implicados. Esta situación, por cierto, no es culpa de los editores, que tienen el deber de trabajar para sus empresas y hacer todo lo que buenamente puedan para ganarse la vida.

Usted ha escrito para todo tipo de editoriales, grandes y pequeñas. Como autora, ¿qué diferencias ha observado entre unas y otras?
No he tenido nunca la buena suerte de trabajar para una editorial pequeña que estuviese especialmente interesada en mí como autora o en alguno de mis libros en particular. Hubo un tiempo en que las editoriales no estaban sólo obsesionadas con mis cifras de ventas, pero eso fue antes del gran cambio al que me acabo de referir. A partir de ese cambio, no he observado ninguna diferencia significativa relacionada con las dimensiones de la editorial.

¿Sigue alguna “rutina” de escritura cuando prepara un nuevo libro?
Sí, y me temo que muy aburrida. Primero escribo una sinopsis del libro, de una página más o menos, que guardo en un archivo (en dos versiones: una en papel y otra en el ordenador). Seguidamente escribo un resumen para cada capítulo del libro, de una página aproximadamente, que guardo en los archivos correspondientes. A continuación, si el libro es una novela, me pongo a crear una especie de base de datos: biografías de todos los personajes; descripciones de las localizaciones, edificios y paisajes; historia de los lugares y de la sociedad que en ellos vive..., una cantidad ingente de material sobre el universo del libro, la mayoría del cual no utilizaré nunca, pero que debo escribir para conocer realmente mis personajes y su cultura. Si el libro no es de ficción, no hace falta que me entretenga en esa etapa, pero debo realizar otras investigaciones propias de la literatura de no ficción. Después, empiezo de verdad a escribir. Me siento ante el ordenador desde las 7 del mañana, cada día, y trabajo hasta mediodía; entonces paro para comer y, luego, sigo trabajando durante dos o tres horas más. También dedico algunas horas a la investigación y a la lectura obligatoria después de cenar.
A menos que esté de viaje de promoción o sea una jornada de fiesta familiar –como el Día de Acción de Gracias o la fiesta de aniversario de algún nieto–, sigo este programa seis días por semana. Me reservo los sábados para cosas como pagar facturas, repasar cuentas, atender la correspondencia y toda la multitud de cosas de este tipo que hay que hacer, pero el resto de días de la semana escribo. De todas formas, a menudo estoy tan ocupada en otras actividades (boletines, consultoría, seminarios, asesoramiento y similares) que, de las seis a ocho horas que paso diariamente con el ordenador, sólo dedico tres o cuatro a trabajar en el libro o libros que estoy escribiendo. Tengo que programar prácticamente cada minuto de cada día: no hay otra manera de conseguir llevar a término lo que estoy haciendo. Y quisiera señalar que, al igual que la mayoría de mujeres en este mundo, también tengo que hacer trabajos domésticos y dedicar un tiempo a las “atenciones multigeneracionales”: hijos, nietos, pariente de edad avanzada; en fin, a todo eso.

¿Cuáles considera que son sus puntos más fuertes y los más débiles como escritora?
¡Buena pregunta!, aunque complicada de responder. Sospecho que mis editores dirían que mi punto más fuerte es que siempre entrego el trabajo a tiempo, creo; que pueden acudir a mí y decirme: “Queremos un libro de tales y tales características”, y pueden estar razonablemente seguros de que lo obtendrán puntualmente. Yo pienso que mis puntos más fuertes son, probablemente, mi habilidad con los diálogos y mi destreza en mostrar las cosas con claridad. Con respecto a lo demás, todo son debilidades.

¿Hay algo que le gustaría haber sabido antes sobre el oficio de escribir?
Me gustaría haber sabido bastante más sobre la parte de negocio que tiene el oficio de escribir, para evitar algunos de los errores verdaderamente estúpidos que he cometido a lo largo del camino.

[N. de la T.] Los dos primeros volúmenes de esta trilogía fueron traducidos al español: Lengua Materna y La Rosa de Judas (Barcelona: Ultramar, 1989), por Rafael Marín Trechera.

Podéis visitar la página web de Suzette en: http://www.sfwa.org/members/Elgin/

BIBLIOGRAFÍA EN ESPAÑOL DE LA AUTORA
- Lengua materna. Barcelona, Ultramar, 1989
-"La mecedoras", en: Ciencia ficción. 38ª selección. Barcelona, Bruguera, 1980, p. 95-111
- "Por el amor de Grace", en: Ciencia ficción. 19ª selección. Barcelona, Bruguera, 1975, p. 105-136
- La rosa de Judas. Barcelona, Ultramar, 1990 (Lengua materna, 2)