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20 de septiembre de 2024

¿MERECE LA PENA ESCRIBIR EN EL SIGLO XXI? (4)

         La editorial Bruguera tuvo una colección ilustrada, Historias Selección, donde junto al texto escrito se incluía una versión resumida en forma de viñetas de tebeo. Historias Selección se diferenciaba en varias series: Julio Verne, Emilio Salgari, Karl May, Clásicos juveniles, Leyendas y cuentos, Grandes aventuras, Historia y biografía, Pueblos y países, Sissi e incluso una serie de ciencia ficción, género al que entonces yo no era aficionada, con la excepción de Verne, precursor del mismo.

Los libros de Bruguera se editaban siempre igual: tapa dura, de color marrón claro, casi amarillento, y una sobrecubierta de papel satinado con una ilustración en color muy llamativa, magníficamente dibujada, pues era un reclamo para la lectura. El título en letras muy grandes. En el canto del volumen aparecían pintados los rostros de los protagonistas con sus nombres debajo. Fueron los primeros libros que leí. Una amiga de mi tía, que visitaba a menudo a ésta y a mi abuela, me regaló varios. Habían sido de su hijo, mayor que yo. Todavía recuerdo mi sobresalto de alegría cuando los vi y me dijeron que iban a ser míos. En el lote venían vidas de santos como Fray Escoba, canonizado como San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima y San Juan de Dios. Además, Ricardo Corazón de León y una Historia de la India, escrita por un tal Erik Whitman, que conservo aún en mi biblioteca, con las hojas amarillentas y olor a viejo, además de la profusión de ácaros que me hace estornudar si abro el volumen. El tal Whitman me parece, aún hoy, un escritor de una delicadeza y capacidad narrativa envidiables. Al hojear la obra, me doy cuenta de que él mismo se encargaba de la traducción, así que me pregunto si, en realidad, no se trataba de un autor español que usó un seudónimo inglés por decisión editorial. También veo que, al comienzo del libro, se menciona que éste se publica con licencia eclesiástica: era el año 1968. Tras mi última mudanza, no me ha quedado más remedio que tirar, por lo deteriorado que estaba, Corazón, de Edmundo de Amicis, en Bruguera asimismo, un clásico de la literatura juvenil, quizás en exceso lacrimógeno. Lo tenía también desde mis tiempos del colegio. Poseer aquellos libros fue para mí como lograr el archideseado tesoro de la isla.