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16 de febrero de 2022

"CONTRA LA DISTOPÍA: LA CARA B DE UN GÉNERO DE MASAS", DE FRANCISCO MARTORELL CAMPOS

 

Termino de leer Contra la distopía: la cara B de un género de masas, de Francisco Martorell Campos (La Caja Books, 2021). Martorell es doctor en Filosofía por la Universidad de Valencia.

El libro me ha resultado muy interesante y entretenido. Aborda el género de la distopía, antes limitado a la ciencia ficción prospectiva y ahora expandido, de modo transversal, a otros géneros no realistas (lo fantástico y lo maravilloso) e incluso al realismo. Además de referencias literarias, también hay cinematográficas y audiovisuales. El autor nos hace un recorrido histórico por este tipo de ficciones, sus más antiguos antecedentes y novelas clásicas como Nosotros, de Zamiátin, Un mundo feliz de Huxley, 1984 de Orwell o Fahrenheit 451 de Bradbury. Distingue entre lo que él considera distopías propiamente dichas  (“el género político de la ciencia ficción que describe con detalle e intención crítica la estructura de sociedades imaginarias del porvenir peores que, y nacidas de, aquellas que viven los lectores o espectadores”) y los futuros apocalípticos y postapocalítpticos, en el sentido de excluir a estas últimas de la distopía. Yo, sin embargo, no veo tan clara esta diferencia ni la comparto.

Lo mejor de este ensayo divulgativo son las reflexiones filosóficas, sociales y políticas sobre la enorme difusión de este género, que se ha convertido realmente en una moda literaria y audiovisual. Y ya se sabe que, cuando un tema o género se pone de moda, mucha gente se anima a escribirlo o dibujarlo o filmarlo, precisamente porque piensa que se venderá mejor (la consecuencia, sin embargo, con demasiada frecuencia, es que se satura el mercado). Como dice Martorell en una entrevista, la distopía se ha convertido en una forma en la que vemos la realidad y nuestras sociedades. Una visión bastante pesimista, pero que llega a ser un tanto cómoda y muy poco crítica o con una crítica sin verdadera profundidad. Nos refocilamos en lo distópico, caemos en una distopofilia. Refleja nuestros miedos, a veces reales, pero otros infundados. Las sociedades que han alcanzado ciertos privilegios tienen un enorme miedo a perderlos. Todo les resulta una amenaza y un gravísimo peligro, porque aplican a los posibles cambios en el mundo el mecanismo básico de lo distópico, la hipérbole. Los negacionistas de la COVID-19 y los antivacunas se complacen en imaginarse víctimas y, a la vez, rebeldes contra un totalitarismo que los margina y calla, a ellos que son los únicos capaces de ver la auténtica verdad. A menudo, desconocen por completo lo que es el verdadero totalitarismo.

Por otro lado, el autor evidencia la dificultad de proponer utopías, tan necesarias hoy, y lo acomodaticio de mantenerse en esa mirada funesta de lo distópico. También me ha parecido muy acertado su planteamiento sobre la idealización de la naturaleza en las distopías.

“El éxito de la distopía tiene lugar en una sociedad marcada por el miedo, la inseguridad  y la impotencia política”, escribe por ejemplo. “Ni la distopía es enteramente pesimista ni la utopía enteramente optimista”; “El género distópico no es progresista per se”. “El efecto más reincidente de la distopía […] es la pasividad”.

Ahora bien, aparte de todas estas reflexiones que me han parecido de gran interés y me han hecho entender mejor las ficciones distópicas, me ha llamado la atención que el autor haga solo referencias a las primeras narraciones de ciencia ficción españolas y a autores anglosajones. De lo cual nada tendría que decir, si no fuera por algunas afirmaciones que hace. La que más me ha sorprendido es esta: “Aun así, me pregunto: si las feministas actuales sueñan con futuros mejores, ¿por qué no los novelan?” (en la Introducción). Bien. Resulta que sí lo hacemos. El problema, quizás, es que Martorell no conoce nuestras obras porque han sido publicadas casi siempre en editoriales independientes, mientras que la suya aparece en una editorial mainstream. Comprensible, pero quien investiga debe buscar antes de afirmar, aunque sea mediante una pregunta retórica, tan rotundamente.

Por supuesto que hay narraciones utópicas feministas en la ciencia ficción española de autoras y actual. Tenemos Newropia de Sofía Rhei (Minotauro, 2020), Pakminyó  de Felicidad Martínez, (Cerbero, 2019) o Bionautas de Cristina Jurado (Literup, 2021). Y en cuanto a alternativas a los estereotipos patriarcales, la lista podría ser mucho más larga. Es un ejemplo más de la poca visibilidad que seguimos teniendo las autoras españolas de ciencia ficción y no sé si decir del escaso interés de algunos críticos por encontrarlas. Por otro lado, vuelvo a decir, tal como lo he escrito en otros artículos, que deberían considerarse algunos ensayos de teoría feminista como propuestas utópicas, desde La dialéctica del sexo de Shulamith Firestone hasta las obras de Paul Preciado.

Más allá de la cuestión en sí, aprovecho para remarcar una cuestión que me parece muy significativa: se han dado casos, el último no hace mucho, en los que una autora española de ciencia ficción ha elaborado un trabajo, una guía de lectura de obras de escritoras del género y, por el hecho de no haber mencionado a alguna novelista estadounidense consagrada o por haber incluido en la guía  una de sus propias obras (debido a que había ganado un premio), ha recibido ataques en las redes sociales, de una manera muy violenta. Esto no sucede tanto cuando quien desconoce algunos datos es un hombre con prestigio y además académico, y yo desde luego me alegro mucho de que no pase. Simplemente, lo comento porque me parece que esta diferencia de trato sigue reflejando un sesgo sexista y hasta misógino importante, no reconocido para variar.

Contra la distopía, me parece, en todo caso, un libro recomendable para iniciarse en el género de las distopías o entender mejor su significado actual.