Todo un lujazo: gracias a la colaboración de
Margarida Castells Criballés, podemos leer traducida esta entrevista que se le
hizo a la escritora estadounidense de ciencia ficción recientemente
fallecida Suzette Haden Elgin
(1936-2015), la autora de la espléndida novela, inicio de una trilogía, Lengua
materna (Native Tongue).
Merece la pena leer esta entrevista. ¿Para cuándo la reedición de su libro?
Gracias también a Encarna Sant-Celoni i Verger por su intervención. Moltes graciès, macas!!
Entrevista a Suzette Haden Elgin
Por: Jenna Glatzer
(Interview With Suzette Haden
Elgin, en: www.absolutewrite.com, 12/ 06/ 2007)
Traducción: Margarida Castells
Criballés
Suzette Haden Elgin nació en Misuri
el 1936. A finales de los años 60, se inscribió en el programa de grado del
Departamento de Lingüística de la Universidad de San Diego, California. Por entonces
se había vuelto a casar, después de enviudar, y era madre de cinco hijos.
Empezó a escribir novelas de ciencia ficción para pagarse los estudios. Después
de graduarse, enseñó lingüística en la Universidad Estatal de San Diego y se
retiró, el 1980, en las montañas de Ozark, Arkansas, donde aún reside. Tiene
diez nietos.
Ha escrito once novelas de ciencia
ficción, entre otras: la serie Coyote Jones (The Communipaths, Furthest
y Star-Anchored, Star-Angered), la trilogía de Ozark (Twelve Fair
Kingdoms, The Grand Jubilee y And Then There’ll Be Fierework)
y la serie Native Tongue (Native Tongue, The Judas Rose y Earthsong).
También ha publicado varios libros de cuentos y otros de no ficción. Además,
escribe y edita el boletín Linguistics & Science Fiction Newsletter.
Por si esto no fuera suficiente,
Suzette también dirige el Orzak Center for Language Studies, dedicado al doble
objetivo de reducir la violencia en los Estados Unidos y recabar información
sobre lingüística.
¿Por qué empezó a escribir?
Empecé a escribir con siete años;
cuando cumplí ocho, ya habían aparecido un par de poemas míos en otros tantos periódicos.
Desde que aprendí a leer, soy incapaz de recordarme sin querer o necesitar
escribir. Fui a una escuela primaria en la que, cuando te daban la lista de
palabras para deletrear que tenías que aprender de memoria tenías que escribirlas
en un papel y formar una frase con cada una de ellas. A partir de segundo
curso, y por iniciativa propia, solía escribir una historia con las frases
formadas siguiendo mi lista de palabras para deletrear. Ahora bien, si lo que
me pregunta es, quizá, “¿Por qué empezó a escribir profesionalmente?”, o algo
por el estilo, la respuesta es otra. Cuando era estudiante de grado con cuatro,
y a veces cinco, niños en casa, me era difícil costearme las matrículas. Por
eso empecé a escribir novelas de ciencia ficción, para financiarme los
estudios.
¿Qué es lo que tanto le interesa de
la lingüística?
El poder del lenguaje –para cambiar
actitudes, persuadir, consolar, enseñar, crear mundos enteros, curar (o hacer
daño), forjar relaciones, mantenerlas, y mucho más– siempre me ha parecido lo
más interesante que existe en el universo. De mi padre (que era abogado), la
gente decía que era capaz de “encantar serpientes y hacerlas bajar de los
árboles” con sólo hablarles. Ver como hacía uso del lenguaje me fascinaba. En
mi más tierna infancia –tierna literalmente, porque aprendí a leer cuando tenía
2 años–, me sentaba en el regazo de mi abuelo y “lo ayudaba” a resolver los crucigramas
del diario. La lingüística es el estudio científico del lenguaje y de las
lenguas; dedicarme a la lingüística significaba trabajar en lo que más me gusta
y no puedo imaginarme habiendo hecho otra cosa.
De hecho, usted ha creado su propia
lengua, el láadan, que utilizó en la serie Native Tongue. ¿Por qué era
tan importante para la obra y como es que se inventó esta lengua?
Cuando escribo una novela que
incluye vuelos en el espacio, no me siento obligada a explicar los mecanismos
que mueven los vehículos que lo atraviesan, porque ésa no es mi especialidad.
Sin embargo, si escribo una novela en que los personajes construyen una lengua
nueva, eso es lingüística y ésta sí que es mi especialidad. Estoy obligada a
describir este proceso con tantos detalles como me sea posible, pero sin aburrir
a los lectores. Sin haber creado una lengua propia, no me habría sentido
competente para escribir la obra. Por eso, a pesar de que sabía que no podría
incluir mucho material de esta índole en la novela, me sentí obligada a llevar
a cabo la labor de construir una “lengua diseñada para expresar las
percepciones de las mujeres”, antes de incluir el proceso como parte de la
trama.
¿Qué clase de experimento hizo con
esa serie y cuáles fueron los resultados?
En la literatura feminista abundan
las quejas sobre la inadecuación de las lenguas humanas existentes para
expresar las percepciones de las mujeres, tantas como discusiones en torno a la
paradoja que eso crea: la de que los únicos instrumentos de que disponen las
mujeres para comunicarse sobre el problema son esas mismas lenguas, tan
inadecuadas. A propósito, se da a entender que esto convierte a las mujeres en
un “grupo sin voz”, que hasta cierto punto las silencia, y da la impresión de
que éste es un tema que apasiona a las mujeres en general.
Native Tongue fue un
experimento pensado a diez años vista. Mi hipótesis era que, habiendo
construido una lengua diseñada para ser un instrumento de expresión más adecuado
a las percepciones de las mujeres, una de dos: o bien la recibirían con
satisfacción y empezarían a utilizarla, o bien recibirían la idea con
satisfacción, aunque no la lengua, y dirían “Elgin, ¡te has equivocado del
todo!”, y construirían otra “lengua de mujeres” para reemplazarla. Pasados los
diez años, ninguna de esas dos cosas sucedió: el láadan obtuvo muy escasa
atención, y aunque SF3 publicó una gramática y un diccionario, y yo misma un
casete de prácticas, ni una sola revista feminista –ni femenina– me preguntó nada
sobre esta lengua ni publicó ninguna historia relacionada con ella.
El klingon, en cambio, una lengua tan
“masculina” como la que más, ha tenido un impacto enorme en la cultura popular:
tiene un instituto, una revista, gramáticas y casetes que son superventas, etcétera,
etcétera; nada de eso ha ocurrido con el láadan. Mi hipótesis, por lo tanto,
resultó invalidada, y la conclusión que extraje es que las mujeres –quiero
decir, las mujeres que leen en inglés, francés, alemán y español, que son las
lenguas en que Native Tongue se ha publicado– no consideran las lenguas
humanas un instrumento de comunicación tan inadecuado.
Usted ha dicho que acude a todas
las convenciones de ciencia ficción que puede. ¿Cómo son y por qué va?
Las convenciones de ciencia ficción
–las ‘SF-cons’, como les llaman– son geniales (también las hay espantosas,
desde luego, como en cualquier otra clase de encuentros, pero aquí hablamos de
las buenas, ¿no?). Son una de las pocas distracciones idóneas para toda la
familia, a precios razonables, y están abiertas realmente a todo el mundo. No
importa de qué manera te vistas, cómo seas, qué aspecto tengas, de dónde vengas...
Las cons harán todo lo posible para darte la bienvenida y ofrecerte una
buena contrapartida a la cantidad de tiempo y dinero que inviertas en ellas.
Hay concursos de disfraces, mesas redondas, juegos, salas de vídeo, bailes,
conciertos, conferencias de gente famosa, versiones infantiles de la misma
clase de actividades, fiestas..., son maravillosas.
Por lo que respecta a la otra
pregunta, el por qué asisto; bien, lo hago por dos razones: 1) Todo lo que hago
es con la idea de conseguir dos objetivos: a) disminuir el nivel de violencia en
este país, y b) facilitar información sobre lingüística al público general. Las
cons me brindan un foro para este cometido y yo procuro utilizarlo con
todo el buen ánimo y toda la energía que puedo. 2) Es parte de mi esfuerzo
constante para promover y comercializar mi obra escrita, algo que todo escritor
debe hacer, porque es parte del trabajo y, para ello, las cons también
me ofrecen un foro adecuado.
Díganos algo sobre su boletín.
El boletín Linguistic &
Science Fiction Newsletter contiene información de temas tales como: la construcción
de lenguas usadas en la ciencia ficción –conlangs– (el klingon, el
elvish, el kesh, el láadan y tantos otros); informes sobre traducción,
interpretación, adquisición del lenguaje y similares dentro de la CF;
interacción entre lingüística y CF, como base de una trama; lingüistas que
trabajan con CF y autores de CF que colaboran con lingüistas; el lenguaje del
ciberespacio; cómo construir un lenguaje para la obra de CF que alguien está
escribiendo; mitos del lenguaje y la lingüística perpetuados en la CF; relatividad
lingüística; teoría de la metáfora y sus aplicaciones; bootstrapping de
la realidad; robótica; reseñas de libros y de material de Internet;
actualización del panorama de publicaciones en CF..., en fin, noticias sobre lingüística
del mundo real, útiles tanto para los lingüistas como para las comunidades de
aficionados a la CF. El boletín tiene una periodicidad bimensual y se envía solamente
vía correo electrónico, en formato de texto, no en HTML, sin monigotes ni
anuncios. Es gratuito para los miembros de la Linguistic & Science
Fiction Network (la tarifa anual es de 5 dólares, y quien quiera más
información o un ejemplar gratuito de muestra, puede pedírmelo directamente por
correo electrónico a: ocls@madisoncounty.net.
Hace más de 30 años que usted publica
libros. En todo este tiempo, ¿cómo ha cambiado el ambiente en el mundo de la
edición?
En realidad, se ha producido un sólo
cambio, pero tan enorme que ha transformado totalmente el mundo editorial.
Cuando empecé a publicar profesionalmente, los editores estaban interesados en
los libros. Estaban interesados en hacerse una reputación publicando buenos
libros, escritos por buenos autores. Les interesaba confeccionar una lista de
escritores que fuesen los “suyos”, y a quienes promocionarían y darían
apoyo a lo largo de mucho tiempo –todo una vida, si era preciso–, mientras su
carrera se desarrollaba y su estatus como autores crecía. Todo esto ha
desaparecido, excepto en el caso de un puñado de editoriales muy pequeñas que
aún funciona de esta manera, pero que sólo puede publicar un número muy
reducido de libros al año. Ahora, la mayoría de publicaciones está a cargo de
editores cuyo interés no está en los libros, sino en el balance final que estos
libros procuran en términos de concesión de productos asociados: películas,
vídeos, juegos de ordenador, juguetes, muñecos, etcétera.
La mayoría de escritores, con la
excepción obvia de los autores superestrellas, se han convertido en
“suministradores de contenidos”, que son percibidos como elementos molestos dentro
del proceso. El sueño de las editoriales de hoy en día es producir libros sin la
necesidad de tener que tratar con escritores. Eso –añadido al deseo de las
editoriales de conservar la gestión prácticamente universal de los nuevos
derechos electrónicos, incluso en contratos firmados antes de la existencia de estos
derechos– ha creado una relación de adversidad entre autores y editoriales que
resulta desagradable para todos los implicados. Esta situación, por cierto, no
es culpa de los editores, que tienen el deber de trabajar para sus empresas y
hacer todo lo que buenamente puedan para ganarse la vida.
Usted ha escrito para todo tipo de
editoriales, grandes y pequeñas. Como autora, ¿qué diferencias ha observado
entre unas y otras?
No he tenido nunca la buena suerte
de trabajar para una editorial pequeña que estuviese especialmente interesada
en mí como autora o en alguno de mis libros en particular. Hubo un tiempo en
que las editoriales no estaban sólo obsesionadas con mis cifras de ventas, pero
eso fue antes del gran cambio al que me acabo de referir. A partir de ese
cambio, no he observado ninguna diferencia significativa relacionada con las
dimensiones de la editorial.
¿Sigue alguna “rutina” de escritura
cuando prepara un nuevo libro?
Sí, y me temo que muy aburrida.
Primero escribo una sinopsis del libro, de una página más o menos, que guardo
en un archivo (en dos versiones: una en papel y otra en el ordenador). Seguidamente
escribo un resumen para cada capítulo del libro, de una página aproximadamente,
que guardo en los archivos correspondientes. A continuación, si el libro es una
novela, me pongo a crear una especie de base de datos: biografías de todos los
personajes; descripciones de las localizaciones, edificios y paisajes; historia
de los lugares y de la sociedad que en ellos vive..., una cantidad ingente de
material sobre el universo del libro, la mayoría del cual no utilizaré nunca,
pero que debo escribir para conocer realmente mis personajes y su cultura. Si
el libro no es de ficción, no hace falta que me entretenga en esa etapa, pero
debo realizar otras investigaciones propias de la literatura de no ficción.
Después, empiezo de verdad a escribir. Me siento ante el ordenador desde las 7
del mañana, cada día, y trabajo hasta mediodía; entonces paro para comer y,
luego, sigo trabajando durante dos o tres horas más. También dedico algunas
horas a la investigación y a la lectura obligatoria después de cenar.
A menos que esté de viaje de
promoción o sea una jornada de fiesta familiar –como el Día de Acción de
Gracias o la fiesta de aniversario de algún nieto–, sigo este programa seis
días por semana. Me reservo los sábados para cosas como pagar facturas, repasar
cuentas, atender la correspondencia y toda la multitud de cosas de este tipo
que hay que hacer, pero el resto de días de la semana escribo. De todas formas,
a menudo estoy tan ocupada en otras actividades (boletines, consultoría,
seminarios, asesoramiento y similares) que, de las seis a ocho horas que paso
diariamente con el ordenador, sólo dedico tres o cuatro a trabajar en el libro
o libros que estoy escribiendo. Tengo que programar prácticamente cada minuto
de cada día: no hay otra manera de conseguir llevar a término lo que estoy
haciendo. Y quisiera señalar que, al igual que la mayoría de mujeres en este
mundo, también tengo que hacer trabajos domésticos y dedicar un tiempo a las
“atenciones multigeneracionales”: hijos, nietos, pariente de edad avanzada; en
fin, a todo eso.
¿Cuáles considera que son sus puntos
más fuertes y los más débiles como escritora?
¡Buena pregunta!, aunque complicada
de responder. Sospecho que mis editores dirían que mi punto más fuerte es que
siempre entrego el trabajo a tiempo, creo; que pueden acudir a mí y decirme:
“Queremos un libro de tales y tales características”, y pueden estar
razonablemente seguros de que lo obtendrán puntualmente. Yo pienso que mis
puntos más fuertes son, probablemente, mi habilidad con los diálogos y mi destreza
en mostrar las cosas con claridad. Con respecto a lo demás, todo son
debilidades.
¿Hay algo que le gustaría haber sabido
antes sobre el oficio de escribir?
Me gustaría haber sabido bastante más
sobre la parte de negocio que tiene el oficio de escribir, para evitar algunos
de los errores verdaderamente estúpidos que he cometido a lo largo del camino.
[N. de la T.] Los dos
primeros volúmenes de esta trilogía fueron traducidos al español: Lengua
Materna y La Rosa de Judas (Barcelona: Ultramar, 1989), por Rafael
Marín Trechera.
Podéis visitar la página web de
Suzette en: http://www.sfwa.org/members/Elgin/
BIBLIOGRAFÍA EN ESPAÑOL DE LA AUTORA
- Lengua materna. Barcelona, Ultramar, 1989
-"La mecedoras", en: Ciencia
ficción. 38ª selección. Barcelona, Bruguera, 1980, p. 95-111
- "Por el amor de Grace", en:
Ciencia ficción. 19ª selección. Barcelona, Bruguera, 1975, p. 105-136
- La rosa de Judas. Barcelona, Ultramar,
1990 (Lengua materna, 2)