Andaba yo buscando material para
una comunicación que presentaré en el Congreso Visiones de lo Fantástico: Las
mil caras del monstruo, que se va a realizar a primeros de diciembre en la Universidad Autónoma
de Barcelona, y me encontré con la novela Orgullo Z ,
de Juan Flahn, aparecido en la editorial Stonewall , especializada en literatura LGTB, y dirigida por diego Béjar,
que tuvo el detalle de publicar asimismo el libro de cuentos Historias del Crazy Bar y otros relatos delo imposible, escrito por Conchi Regueiro y servidora. Stonewall es una editorial que opta por la calidad
literaria, no solo por lo fácilmente comercial, y esta novela, Orgullo Z, vuelve a demostrarlo.
Se trata de una historia de
zombis que transcurre en el barrio madrileño de chueca inmediatamente después
de las fiestas del Orgullo Gay. Los tres protagonistas, y no digo nada que no aparezca en la contracubierta, son una
travesti que trabaja en el mundo del espectáculo, una joven lesbiana recién
llegada a Chueca, y un gay mulato y
seropositivo. El autor podría haberlos presentado fácilmente desde los tópicos
sobre ellos, y sin embargo no ocurre así.
Y va haber también muchos zombis,
por supuesto, pues como es sabido estos vienen en manada s.
Yo apenas he leído novelas sobre
muertos revividos, pese a que en los últimos tiempos están muy de moda y han
sustituido a la riada de libros
sobre vampiros, que hubo antes. Puede que la causa esté en que los zombis son
más propios de este tiempo de crisis que nos ha tocado vivir, son más proletas, más lumpen, plebe, masa, que los elegantes, refinados, aristocráticos e
individualistas vampiros.
Lo primero que quiero destacar es
el intenso y ágil ritmo narrativo de la obra, y una intriga muy bien planteada , que hace que no puedas dejar de leer, porque se
siente la necesidad imperiosa de saber qué pasa al final.
En segundo lugar, la trama va
mejorando a medida que avanza, y los personajes resultan cada vez más creíbles, más sólidos y más humanos. He dicho que Flahn no cae en los estereotipos,
aunque sí juega y se ríe de esos tópicos, pero a la vez nos va revelando los
claroscuros que hay en cada persona.
No quiero desvelar nada del argumento, pues los lectores deben disfrutar plenamente de la intriga, pero, eso sí, aviso a
quienes tengan estómagos escrupulosos
que deben prepararse para leer una historia con ingredientes gore, aunque eso no debería
desanimarlos, pues merece la pena superar el asco y adentrarse en el notable valor
simbólico de la ficción.
Lo que más me ha interesado de esta
historia es el planteamiento que propone sobre el tema del monstruo. Flahn nos
alerta de que por mucho que creamos que la sociedad ha cambiado su valoración
acerca de las personas gais, lesbianas y trans, no ha avanzado tanto como
desearíamos quienes pertenecemos a esos grupos, así que debemos seguir alerta.
De ahí que en la narración (que al final se transformará en una pequeña obra
dramática) Chueca, el paraíso LGTBQ, se convierta de pronto en un territorio
cercado cuyos habitantes se enfrentan a una situación límite. Y en esas
situaciones, hay colectivos que continúan teniendo todas las de perder, entre
ellos quienes son estigmatizados por ejemplo por una opción o identidad sexual
no normativa, que los convierte en «monstruos.
Hay distintas formas de enfrentarse
y cuestionar esa supuesta monstruosidad. Flahn utiliza dos: por una parte
evidencia que aquellos que se atreven a juzgar así a los demás pueden ser ellos
mismos monstruos morales por su intolerancia.
Por otro lado, la figura del
monstruo se puede reivindicar, asumiéndola en lo que tiene de potencial
subversivo, de carga de profundidad contra una norma excluyente y represora. De
ahí el impactante final de la
novela. Se nos ofrece una panorámica reducida pero suficiente
de la sociedad en que vivimos, y de su probable comportamiento en
circunstancias extremas. Es entonces cuando sale lo peor y lo mejor de cada individuo y de los grupos de personas. En todo
caso, queda claro que no hay peor monstruo que el miedo basado en el prejuicio.
Para quienes vivimos en Madrid y conocemos Chueca, será divertido
reconocer lugares y calles en una historia de puro terror. Genial asimismo, y
un ejemplo del humor que está en todo el libro como buen contrapunto al drama,
la escena donde, en pleno fragor de combate con los zombis, dos de los
protagonistas discuten sobre lenguaje e identidades de género.