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8 de abril de 2013

Ciencia ficción contra la guerra: La Puerta al País de las Mujeres, de Sheri S. Tepper.

Artículo publicado en el periódico Diagonal nº194


Me apasiona la ciencia ficción cuando es rebelde, radical, romántica, orgullosa de su marginalidad, lúcida, dura y amarga, utópica e idealista, implacable e insobornable. Pero siempre me ha sorprendido que esta ciencia ficción de la que hablo (no desde luego la que es conservadora y hasta reaccionaria) haya abordado tan poco cuestiones humanas tan esenciales como las identidades de género y opciones sexuales no normativas, y el pacifismo y antimilitarismo.

Incluso la ciencia ficción feminista (un subgénero construido por muchas autoras que han encontrado en él un territorio muy propicio no solo para criticar las sociedades patriarcales existentes, sino para presentar alternativas) apenas ha cuestionado el militarismo y la violencia bélica. Quizás porque el feminismo ha tenido que enfrentar demasiadas urgencias en la vida cotidiana de las mujeres: las guerras privadas, los infiernos domésticos.

O tal vez la causa esté en algo que le ocurrió a mi adorada Alice Sheldon-James Tiptree Jr., la escritora de Chicago que se hizo pasar durante años por autor varón, engañando a todo el mundo. Feminista, queer avant la lettre y muy sensibilizada hacia la opresión de unos pueblos y comunidades por otros, Sheldon-Tiptree nunca logró librarse sin embargo de esa paranoia tan extendida en su país, según la cual la guerra es una necesidad ineludible para la autodefensa frente a la maldad de un presunto enemigo.

Pero hay una ciencia ficción pacifista, aunque sea minoritaria dentro del vasto océano de novelas y películas que apuestan por las batallas galácticas de éxito comercial asegurado. Más aún, hay ficciones que cuestionan a un tiempo el militarismo y el patriarcado como sistemas de poder que se refuerzan mutuamente.

Un ejemplo muy interesante de ello es La Puerta al País de las Mujeres (1988), de Sheri S. Tepper (novela publicada en la colección Nova de Ediciones B en 1994, y reeditada en 2008 por Zeta Bolsillo).

Sheri S. Tepper nació en USA, Colorado, en 1929, y ha publicado también otras obras como Despertar, Hierba, La bella durmiente o Las siete Margarets.

La acción de La Puerta al País de las Mujeres se sitúa en un futuro postapocalíptico  donde la humanidad ha retrocedido hasta un estado de desarrollo que correspondería a nuestra Antigüedad precristiana. De hecho, el grupo humano protagonista de la historia recuerda a los personajes de La Ilíada de Homero.  A la epopeya sobre el fin de Troya se hace referencia además en una pieza teatral que las mujeres de la novela representan, igual que a Las troyanas de Eurípides (el dramaturgo griego ya mostró allí la violencia específica que supone un conflicto bélico para nosotras, del mismo modo que Homero dijo en La Ilíada casi todo lo que se puede decir sobre la guerra).

En esa comunidad pseudohomérica mujeres y varones viven separados, ellas en ciudades amuralladas donde se dedican a la agricultura, ganadería y cuidados, mientras  ellos, afuera, tienen como ocupación básica la militar. Cada cierto tiempo hombres y mujeres se emparejan para tener hijos, que son criados por sus madres hasta los cinco años, y entonces son entregados a los guerreros. La mayoría de los muchachos decide permanecer con los guerreros, y solo algunos, los «desertores», regresan al País de las Mujeres para convertirse en sirvientes.

Ahora,  los guerreros empiezan a sospechar que las mujeres ocultan un secreto, y éste supone una grave amenaza para ellos. No se equivocan, y el descubrimiento será una auténtica sorpresa.

La escritora plantea en su ficción una cuestión polémica todavía hoy: si las identidades de género masculino-femenino tienen una base biológica o son meras construcciones culturales e ideológicas. Aunque parezca que la obra se decanta por el biologicismo, una reflexión más detenida nos permite plantearnos si una dicotomía tan radical como la que muestra la autora no acaba resultando puro artificio, simulacro. 

Muestra Tepper asimismo cómo la educación de niños y niñas los va separando, y cómo la idea del amor romántico supone una forma de manipulación a las mujeres. Parece claro que esa educación y los valores que se imponen a un género y otro perjudican igualmente a los hombres, que se ven obligados a seguir un camino guerrero de «honor y valentía» que tal vez no deseen, y del que poca escapatoria tienen, pues los desertores son despreciados y ridiculizados. Todo parece moverse con estereotipos tan extremos que percibimos su falsedad, su no naturalidad.

Una novela entretenida y con buen ritmo, y que ofrece mucho para debatir.